La rutina del horror
Los psic¨®logos creen que la personalidad de los torturadores no responde a la del s¨¢dico
Los cient¨ªficos conductistas est¨¢n planteando en la actualidad algunas respuestas al enigma que supone la personalidad del torturador. Las explicaciones son m¨¢s aplicables al torturador que hace de la brutalidad una parte de su rutina diaria que, por ejemplo, a un funcionario que en un momento de ira se comporta brutalmente con un prisionero.Es indudable que algunos torturadores pueden estar fuera de la realidad, es decir, que son psic¨®patas. Pero a pesar de la figura arquet¨ªpica del torturador como un s¨¢dico tortuoso, los estudios realizados sobre torturadores han demostrado que en su mayor parte no son s¨¢dicos en el sentido psicol¨®gico; no son personas que obtengan gratificaci¨®n sexual del hecho de causar da?o.
Los expertos dicen que entre las situaciones que pueden llevar a ciertas personas a convertirse en torturadores se incluye la creencia ferviente en una ideolog¨ªa que atribuye grandes males a cualquier otro grupo y define al creyente como un guardi¨¢n del bienestar social; una actitud de obediencia indiscutida a la autoridad y la aceptaci¨®n clara o t¨¢cita del torturador por sus camaradas. Parece ser que el torturador soporta su crueldad mediante un mecanismo intuitivo de divisi¨®n psicol¨®gica de su personalidad.
Disociaci¨®n en dos personas distintas
"Me sorprende la capacidad de la gente para disociarse en dos personas distintas; una, un torturador; la otra, un padre de familia normal", dice Robert Jay Liflon, psiquiatra del John Jay College, de la City University de Nueva York. Lifton ha estudiado los casos de 28 m¨¦dicos alemanes que ayudaron a los nazis en sus programas m¨¦dicos. Aunque estrictamente hablando esas personas no eran torturadores, causaron mucho sufrimiento, y Lifton cree que sus ajustes mentales a una situaci¨®n inhumana explica tambi¨¦n la naturaleza del torturador declarado.Algunos de los m¨¦dicos entrevistados trabajaron en campos de exterminio donde la muerte era supervisada de principio a fin por el equipo m¨¦dico, en tanto que otros estuvieron implicados en programas nazis tales como el exterminio de los enfermos mentales.
Seg¨²n Torture in the eighties (La tortura en los a?os ochenta), un informe de Amnist¨ªa Internacional, la tortura puede formar parte de la rutina policial y militar en unos 90 pa¨ªses. Aunque suele estar dirigida hacia los sospechosos pol¨ªticos, en muchos pa¨ªses se aplica tambi¨¦n a delincuentes y presos comunes.
Uno de los pocos estudios detallados de torturadores fue el de 23 griegos que hab¨ªan sido miembros de la polic¨ªa militar durante el Gobierno de la Junta que acab¨® en 1974. Ese estudio, realizado por Mika Haritos-Fatouros, profesor griego de psicolog¨ªa, muestra el papel tan importante que representa la obediencia. Esos hombres hab¨ªan sido seleccionados en sus primeros meses de instrucci¨®n militar por su "total obediencia a las autoridades, incluso cuando una orden parec¨ªa il¨®gica", seg¨²n dice un informe del estudio publicado por Amnist¨ªa Internacional.
Pero aun as¨ª la formaci¨®n de un torturador que construye su rutina diaria en torno a la crueldad requiere m¨¢s que la obediencia. Seg¨²n Lifton, los torturadores parece que superan la brutal realidad emocional de sus hechos mediante una maniobra mental que ¨¦l denomina doubling (doblaje), por la cual forman una especie de ser alternativo que se dedica a la tortura.
"El doblaje es una de las claves para hacer el mal", dijo Lifton. En su opini¨®n "explica por qu¨¦ las personas se pueden implicar en actos tan diferentes del resto de sus vidas". Por el doblaje, una persona desarrolla una repertorio completo de sentimientos y h¨¢bitos muy espec¨ªficos de su perverso papel, al tiempo que puede volver a su ser normal cuando est¨¢ libre de servicio, dice Lifton.
La teor¨ªa m¨¢s completa sobre lo que predispone psicol¨®gicamente a ser torturador es probablemente la expuesta en una publicaci¨®n reciente de Political psychology, por Ervin Staub, psic¨®logo de la universidad de Massachusetts.
El fundamento psicol¨®gico b¨¢sico de la mentalidad del torturador seg¨²n Staub, es la divisi¨®n del mundo en nosotros y ellos.
Los torturadores griegos, por ejemplo, llegaron a ser un grup¨²sculo cerrado que dispon¨ªa de un lenguaje especial para las t¨¦cnicas e instrumentos de tortura. Ten¨ªan apodos utilizados exclusivamente entre ellos mismos y se refer¨ªan a los no relacionados con su grupo como pertenecientes a "un mundo diferente".
Una forma paralela de pensamiento es la b¨²squeda de una cabeza de turco. "Menospreciar y culpar a los miembros de otro grupo", afirma Staub, "permite a la gente sentirse m¨¢s importante y valiosa. Los blancos pobres del Sur de Estados Unidos, que llevan una vida miserable y llena de humillaciones, pueden llegar a sentirse mejor por un complejo de superioridad sobre los negros; los alemanes pudieron haber hecho lo mismo mediante su sentimiento de superioridad en relaci¨®n con los jud¨ªos".
Ir¨®nicamente, manifest¨® Staub, la crueldad infligida a las v¨ªctimas est¨¢ tambi¨¦n fomentada por la necesidad psicol¨®gica de creer que el mundo es justo. Seg¨²n han descubierto los psic¨®logos, una consecuencia de esta creencia es que se ve a las v¨ªctimas como propiciadoras de tal destino sobre ellas mismas, como si se merecieran lo que les suced¨ªa.
Estas l¨ªneas de pensamiento son comunes y raramente conducen a la brutalidad, seg¨²n Staub. No obstante, componen el precondicionamiento mental para poder maltratar a otra persona.
Entre los elementos que empiezan a diferenciar al torturador est¨¢ una serie de creencias que justifican su crueldad. Formalmente se trata de un punto de vista que define a las v¨ªctimas del torturador como un grupo maligno que representa una amenaza real al orden social. Los torturadores griegos, por ejemplo, fueron elegidos por su declarado anticomunismo, que ve¨ªa a los izquierdistas como ene migos de Grecia.
Ambiente de permisividad o aprobaci¨®n t¨¢cita
La crueldad a menudo se inicia por peque?os pasos, descubri¨® Staub. Una participaci¨®n limitada allana el camino.Por otra parte, el ambiente que permite al torturador ejercitar su actividad es de permisividad directa, de aprobaci¨®n t¨¢cita o por lo menos de silencio. En ausencia de voces que planteen interrogantes o supongan dudas, observa Staub, un torturador puede obrar con el sentimiento de que todos los que lo rodean est¨¢n aprobando su proceder Las voces de protesta pueden ser por tanto, un medio de romper la atm¨®sfera que alimenta la tortura.
Uno de los ant¨ªdotos m¨¢s poderosos, seg¨²n los expertos, es cruzar ese abismo que separa al torturador de la humanidad de sus v¨ªctimas. The breaking of minds and bodies (El quebrantamiento de mentes y cuerpos), una antolog¨ªa que saldr¨¢ a la luz este verano, publicada por W. H. Freeman, incluye una serie de confesiones de un ex oficial del Ej¨¦rcito uruguayo, torturador durante varios a?os en las d¨¦cada de los setenta. Un d¨ªa le dieron la orden de torturar a un hombre a quien reconoci¨® como amigo de la infancia. El oficial se neg¨® y fue arrestado y sometido a consejo de guerra. Abandon¨® Uruguay y ha hecho un relato detallado de su participaci¨®n, declar¨¢ndose "totalmente arrepentido".
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