Un 'plan Marshall' para Am¨¦rica Latina
"Ha llegado la hora de que Estados Unidos prepare y ponga en marcha el equivalente, en estos momentos, de un plan Marshall para Latinoam¨¦rica". ?sta es la propuesta del ex secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, para resolver las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del Sur. Se trata de seguir el ejemplo de las Administraciones estadounidenses hacia Europa tras la II Guerra Mundial, que signific¨® el afianzamiento de los lazos entre Washington y sus aliados europeos.
El m¨¢s importante acontecimiento de la reciente cumbre de las democracias industriales, celebrada en Bonn, no fue adecuadamente analizada por los gobernantes all¨ª presentes ni recibi¨® la cobertura informativa que merec¨ªa. Se trata de la carta firmada por 11 jefes de Gobierno de los principales pa¨ªses de Latinoam¨¦rica, en la que se solicitaba ayuda a los reunidos, habida cuenta de que los "graves problemas" de la crisis latinoamericana no pueden ser resueltos ¨²nicamente por los naciones que los padecen. La respuesta de las democracias industriales fue protocolaria y evasiva. Se felicitaban, simple mente, por el hecho de que los problemas de la deuda latinoamericana "aunque lejos de estar resueltos, se est¨¢n tratando con flexibilidad y de forma efectiva". En lenguaje corriente, esto no quer¨ªa decir m¨¢s que los pa¨ªses reunidos en Bonn no iban a adoptar ning¨²n tipo de acci¨®n de car¨¢cter gubernamental. La reiteraci¨®n, sin em bargo, de consignas familiares no puede cambiar la realidad de los hechos, a saber, que cuando los presidentes de los principales pa¨ªses latinoamericanos hacen o¨ªr su voz de forma conjunta y son ignorados, est¨¢n amenazadas las relaciones pol¨ªticas a largo plazo en el hemisferio occidental.
?A qu¨¦ crisis se est¨¢n refiriendo estas naciones? Para Estados Unidos y para la mayor¨ªa de las democracias industriales, el problema no es otro que el excesivo endeudamiento de estos pa¨ªses de Latinoam¨¦rica, que pretende ser resuelto, por parte de las democracias occidentales, mediante m¨¦todos financieros tradicionales. Pero para los vecinos del sur de los Estados Unidos, la cuesti¨®n representa nada menos que la supervivencia de sus instituciones pol¨ªticas. La Administraci¨®n estadounidense se ha f¨¦licitado repetidamente por la expansi¨®n de Gobiernos democr¨¢ticos en Latinoam¨¦rica. Pero la pregunta clave, a este respecto, es si estas democracias pueden sobrevivir frente al dram¨¢tico deterioro del nivel de vida que les es impuesto, y si la falta de esperanza de salir de esta situaci¨®n no podr¨ªa generar un populismo que rechace tanto la libre empresa como las relaciones de cooperaci¨®n del hemisferio occidental, y esto incluso an tes de que las tendencias del mercado, sobre las que se basa una teor¨ªa econ¨®mica ortodoxa, pueda ofrecer las inversiones ne cesarias para el desarrollo. Una vez que el proceso de radicalizaci¨®n haya comenzado, es m¨¢s probable que incluso una pol¨ªtica constructiva estadounidense lo acelere que el que se produzca el proceso contrario.
Si Estados Unidos espera de masiado tiempo, se dar¨¢. cuenta de lo peligroso que resulta fijar la atenci¨®n tan s¨®lo en las presiones populistas o contrarias al libre mercado. Si esto llegase a ocurrir, los Estados Unidos se encontra r¨ªan en una situaci¨®n pol¨ªtica de fensiva en su propio ¨¢mbito geo gr¨¢fico y, ciertamente, su presencia en el resto del mundo entrar¨ªa en declive, al igual que su capacidad para concebir una pol¨ªtica global creativa.
No es por casualidad que Fidel Castro se haya referido recientemente a la crisis provocada por la deuda latinoamericana en lo que, para ¨¦l, son t¨¦rminos relativamen te moderados. Fidel Castro contempla este problema como una oportunidad para erigirse en el portavoz de un agravio compartido. Ser el palad¨ªn de la causa de los pa¨ªses latinoamericanos endeudados permite a Castro, al mismo tiempo, conseguir una respetabilidad en la zona y proseguir su tarea revolucionaria minando las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos del sur.
Ignorar o trivializar el llamamiento de los presidentes latinoamericanos es, por tanto, extremadamente peligroso. En Brasil y Argentina, tan s¨®lo el pago de los intereses acumulados es probable que represente al menos el 45% de los ingresos obtenidos de las exportaciones; en cuanto a M¨¦xico esta cifra se sit¨²a justo por debajo del 40%. Esto nos conduce al resultado parad¨®jico de que la conversi¨®n de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo en pa¨ªses desesperados y sin salida pasa por las inversiones que realizan los exportadores de capital.
No discuto la validez que, en t¨¦rminos financieros, pueda tener este an¨¢lisis. Lo que pongo en cuesti¨®n es su prudencia y viabilidad pol¨ªticas. Los Gobiernos latinoamericanos, en su mayor¨ªa, han respondido a la crisis con valent¨ªa y resoluci¨®n: un buen ejemplo de esto lo constituye el dr¨¢stico programa de reformas recientemente anunciado por el presidente argentino, Ra¨²l Alfons¨ªn. Pero no son los bancos ni las entidades financieras internacionales los que, fundamentalmente, han originado el fracaso de las negociaciones sobre la deuda latinoamericana. Tales instituciones han llegado al l¨ªmite de lo que, con sus condicionantes particulares, organismos financieros de este tipo pueden aceptar, o de lo que las propias normas de las entidades internacionales pueden permitir. El presidente del Banco de la Reserva Federal Estadounidense, Paul Volcker, ha luchado heroicamente y desde una posici¨®n de cuasisoledad con estas cuestiones en el seno de los organismos dependientes de las Naciones Unidas. Pero las instituciones internacionales no pueden llenar el vac¨ªo creado por la inactividad de los Gobiernos occidentales, que pretenden mantenerse aparte de un proceso que puede afectar crucialmente a la estabilidad pol¨ªtica del hemisferio occidental.
?Qu¨¦ habr¨ªa ocurrido, a finales de los a?os cuarenta, si Am¨¦rica hubiera adoptado frente a Europa la l¨ªnea de actuaci¨®n que ahora pretende seguir con respecto a Am¨¦rica. Latina? ?Qu¨¦ habr¨ªa ocurrido si George Marshall hubiera pretendido que la soluci¨®n para salir de la crisis econ¨®mica en aquellos momentos era que Europa produjese m¨¢s de lo que consum¨ªa, que importase m¨¢s de lo que exportaba, que se recortasen los prestaciones sociales y que todo el crecimiento fuese generado gracias a los recursos propios de cada pa¨ªs?.
Las acciones emprendidas por Estados Unidos en aquella ocasi¨®n delimitan con claridad el marco de actuaci¨®n: para preservar la democracia en Europa occi dental, para vencer la desesperanza y ofrecer una salida, Estados Unidos llev¨® adelante el plan Marshall.
Esta prudente y perspicaz medida no fue un medio de escapar a la realizaci¨®n de las reformas precisas ni de obviar la responsabilidad a la hora de tomar decisiones dif¨ªciles. El plan pudo ofrecer la esperanza, y los medios, sin la que las dificultades pueden llegar a convertirse en desintegradoras a nivel pol¨ªtico y en insostenibles desde una perspectiva moral. As¨ª, se cre¨® un entramado pol¨ªtico que ha servido de base para las relaciones atl¨¢nticas desde hace 40 a?os.
Crear unas nuevas relaciones pol¨ªticas
Con respecto a Latinoam¨¦rica, muy diferente es la actitud actual de Estados Unidos y del resto de las democracias industriales. Las cuestiones que son cruciales, de vida o muerte, para Gobiernos democr¨¢ticos recientes son manejadas por banqueros y funcionarios internacionales, quienes, por muy perspicaces que sean, nunca tienen la suficiente autoridad ni la experiencia bastante como para dise?ar relaciones de car¨¢cter pol¨ªtico.
Y es, precisamente, la construcci¨®n de un nuevo esquema de relaciones pol¨ªticas la necesidad prioritaria en este momento. Brasil, que est¨¢ en trance de salir de una dictadura militar, tiene previsto celebrar elecciones legislativas dentro de 15 meses, as¨ª como las primeras elecciones presidenciales directas en un plazo algo superior a tres a?os. El centro pol¨ªtico brasile?o se encuentra dividido tras la tr¨¢gica muerte del presidente electo, Tancredo Neves, el primer presidente civil en 20 a?os. En este per¨ªodo de dificultades, Brasil debe recibir un mensaje pol¨ªtico, amistoso y esperanzado, por parte de su poderoso vecino del norte.
La a¨²n reciente democracia argentina se encuentra en una posici¨®n comparable. El Gobierno recibe presiones tanto de los militares, recientemente apartados del poder, como de los peronistas con su r¨¦cord de libertinaje, basado en empresas p¨²blicas y en una actitud antiestadounidense latente.
Y, mientras las instituciones mexicanas est¨¢n mucho m¨¢s firmemente asentadas, el pa¨ªs se resiente de las consecuencias del r¨¢pido crecimiento demogr¨¢fico, la ca¨ªda en los precios de los crudos y el proceso de transformaci¨®n de una sociedad agr¨ªcola en otra de corte industrial.
Es preciso realizar, por supuesto, importantes reajustes econ¨®micos, y la mayor¨ªa de los Gobiernos latinoamericanos as¨ª lo reconocen. Pero, en definitiva, los sacrificios, para realizarlos, han de apoyarse en la esperanza, en una perspectiva clara de mejorar. El di¨¢logo de Latinoam¨¦rica con los pa¨ªses acreedores, especialmente con Estados Unidos, debe ir m¨¢s all¨¢ del mero recuento del pago de los intereses de la deuda y llegar al crecimiento econ¨®mico y al desarrollo.
A ning¨²n pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, incluido Estados Unidos en un momento anterior y comparable de su historia, se le ha exigido a la vez que inicie su desarrollo con el esfuerzo de su propio ahorro y que, a la vez, exporte capital. Sin un programa para el desarrollo del hemisferio occidental, no s¨®lo se producir¨¢, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, el colapso de la estructura deudora, sino que las instituciones latinoamericanas y la cooperaci¨®n pol¨ªtica en el seno del hemisferio occidental se ver¨¢n enfrentados a graves riesgos.
Estas son las razones por las que Estados Unidos debe proponer actualmente el equivalente filos¨®fico contempor¨¢neo del "plan Marshall", que constituya un programa para el desarrollo del hemisferio occidental, capaz de aunar a los tres principales factores de esta crisis en una postura com¨²n: el Gobierno de Estados Unidos y, confio, los de otras democracias industriales, las instituciones financieras y los Gobiernos deudores.
Tres propuestas para una soluci¨®n
En concreto, mis propuestas son: 1) Estados Unidos y otras democracias industriales deber¨ªan establecer un organismo para el desarrollo del hemisferio occidental, abierto a los pa¨ªses acreedores y deudores de Latinoam¨¦rica, con un plazo de tiempo fijado para las tareas a realizar, de cinco a siete a?os, por ejemplo. Para reducir el impacto presupuestario que repre sentar¨ªa la creaci¨®n de este organismo, la financiaci¨®n del mismo podr¨ªa llevarse a cabo gracias al cr¨¦dito de las democracias indus triales para conseguir fondos en los mercados internacionales de capitales, de forma que un d¨®lar de capital suscrito pudiera, de hecho, servir de aval para la consecuci¨®n de m¨¢s d¨®lares para nuevos cr¨¦ditos. De esta forma, se prestar¨ªa, no se dar¨ªa gratuitamente, una herramienta a aquellos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que participasen en el programa. Para impedir que el coste de los nuevos in tereses incrementase excesivamente el volumen de la deuda, los fondos se prestar¨ªan a un tipo de inter¨¦s bajo y fijo. Cualquier diferencia que se produjese entre el coste del plan de pr¨¦stamos y este tipo de inter¨¦s se a?adir¨ªa al principal y ser¨ªa reembolsado mediante un nuevo plan de pagos.
2) Los pa¨ªses deudores deber¨ªan tener la oportunidad de participar, pa¨ªs a pa¨ªs, con condiciones adecuadas a sus circunstancias espec¨ªficas. El incentivo, en este caso, ser¨¢ el darse cuenta de que ¨¦sta puede ser su ¨²ltima y, ciertamente, mejor oportunidad para conseguir el objetivo de un crecimiento aut¨®nomo. La mayor¨ªa de las reformas que ahora exige el Fondo Monetario Internacional son, en realidad, esenciales para conseguir la recuperaci¨®n econ¨®mica. La dificultad estriba en que el tiempo que se concede para la realizaci¨®n de estas reformas es demasiado corto como para permitir la edificaci¨®n de la infraestructura requerida para llevarlas a cabo. Tales programas de reforma obligan a que econom¨ªas altamente dependientes de los pr¨¦stamos exteriores y de las importaciones se ajusten, en un plazo de meses, a inferiores niveles de dependencia en los dos
Copyright Los Angeles Times Ltd. 1985.
Un 'plan Marshall' para Am¨¦rica Latina
sentidos. El choque que se produce por esta circunstancia se traduce en recesi¨®n, convulsiones pol¨ªticas y amenazas para unas relaciones constructivas a largo plazo entre los pa¨ªses industrializados y los pa¨ªses deudores.3)Tambi¨¦n deben ofrecer su contribuci¨®n los pa¨ªses acreedores. Las instituciones acreedoras, a cambio de que se les garantice el marco que haga posible el pago real y a largo plazo de la deuda, deber¨ªan ponerse de acuerdo en un tope con respecto a los intereses, que incluya el precio que se exija para los pagos renegociados. El tipo preferente de inter¨¦s podr¨ªa ser establecido de acuerdo con la tasa de inflaci¨®n m¨¢s la tasa de los intereses hist¨®ricos reales que, durante un siglo m¨¢s o menos, ha oscilado en torno a un 3%. Seg¨²n el plan de pr¨¦stamos para el desarrollo del hemisferio occidental, el pa¨ªs deudor deber¨ªa hacerse cargo de pagar la diferencia entre esa cifra y los tipos de inter¨¦s actuales, cuya tasa est¨¢ en disminuci¨®n en cualquier caso, en divisa local. Como alternativa, esto podr¨ªa a?adirse al principal pendiente de pago.
El objetivo ¨²ltimo del plan propuesto consiste en restaurar la vitalidad de la econom¨ªa internacional, con el fin de fomentar las relaciones pol¨ªticas en el seno del hemisferio occidental y con la esperanza de que todo esto sirva para reforzar las instituciones democr¨¢ticas. El ¨¦xito final deber¨ªa servir para nutrir a una generaci¨®n de l¨ªderes de las democracias industrializadas y de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo con la experiencia de haber trabajado juntos, con amplios objetivos y con un esp¨ªritu de cooperaci¨®n.
Es f¨¢cil imaginar la sonrisa desde?osa de los expertos en finanzas internacionales o de aquellos de nuestros pol¨ªticos que no dejan de proclamar la imposibilidad de llevar a cabo tal proyecto en un momento en que lo que se pretende es la reducci¨®n del d¨¦ficit y de las prestaciones sociales. Sin embargo, los estudiosos de la historia replicar¨¢n que no podemos permitirnos el no intentarlo. El coste econ¨®mico a largo plazo de mercados controlados o cerrados en Brasil, Argentina, M¨¦xico y Venezuela exceder¨ªa con mucho los costes del programa aqu¨ª propuesto. Por otra parte, el coste pol¨ªtico ser¨ªa inconmensurable.
Al igual que no puede esperarse que haya una paz duradera si las relaciones Este-Oeste se reducen tan s¨®lo a conversaciones sobre armamento nuclear, tampoco puede haber una esperanza para la cooperaci¨®n Norte-Sur, si las discusiones se limitan a peri¨®dicas reuniones para solucionar cada crisis que se produzca por atrasos en el pago de los intereses correspondientes. La verdadera prueba de vitalidad de una pol¨ªtica exterior consiste en saber si ¨¦sta puede dar lugar, como un acto voluntario de creaci¨®n, a lo que, de otro modo, se impondr¨ªa por medio de crisis y caos. Y la necesidad m¨¢s apremiante, en lo que se refiere a las relaciones entre las democracias industriales y las naciones deudoras, especialmente entre los Estados Unidos y Latinoam¨¦rica, es restaurar la esperanza para las nuevas y, a menudo, fr¨¢giles democracias del sur.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Pa¨ªses industrializados
- Democracia
- Tercer mundo
- Opini¨®n
- Condonaci¨®n deuda
- Deuda externa
- Aduanas
- Tipos inter¨¦s
- Comercio internacional
- Finanzas internacionales
- Geopol¨ªtica
- Relaciones econ¨®micas
- Estados Unidos
- Cr¨¦ditos
- Pol¨ªtica exterior
- Comercio
- Servicios bancarios
- Latinoam¨¦rica
- Gobierno
- Am¨¦rica
- Banca
- Organizaciones internacionales
- Administraci¨®n Estado
- Pol¨ªtica
- Administraci¨®n p¨²blica