La batalla pol¨ªtica est¨¢ servida en Francia
El desgaste de Mitterrand y las rencillas partidistas por la derecha y la izquierda anticipan una feroz campa?a electoral
"Faltan escasamente ocho meses para que se celebren las elecciones legislativas [marzo de 1986], y el panorama pol¨ªtico se complica cada d¨ªa m¨¢s. El pa¨ªs hace frente a una larga campa?a electoral que impregna ya todos los aspectos de la vida pol¨ªtica y social", afirma el diputado centrista Edmond Alphandery. Los comunistas denuncian que la patronal ha decidido congelar todas las negociaciones sociales hasta 1986 y los socialistas se quejan de que los debates en la Asamblea Nacional se celebran en un hemiciclo semivac¨ªo y de que la atenci¨®n p¨²blica est¨¢ m¨¢s centrada en las luchas internas de los partidos que en la actividad del Gobierno.El ¨²nico que tiene claro a estas alturas su estrategia es el PCF. Georges Marchais declar¨® esta misma semana que "el enemigo n¨²mero uno de los comunistas es la pol¨ªtica que lleva a cabo el Gobierno socialista". Para subrayarlo, el PCF moviliz¨® a sus militantes durante la visita del presidente de la Rep¨²blica a la regi¨®n de Languedoc-Roussillon. Decenas de afiliados a la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT) persiguieron a Mitterrand al grito de "?Traici¨®n!". La respuesta no se hizo esperar: "El partido comunista", acus¨® el presidente, "huy¨® cuando ten¨ªa que hacer frente a sus responsabilidades".
Dureza comunista
Marchais, que sigue dirigiendo el partido con mano de hierro, reconoce que el PCF corre en 1986 el riesgo de la marginalizaci¨®n, pero se niega a admitir la menor responsabilidad en el declive electoral de los comunistas. La culpa, afirma, es de la pol¨ªtica de acoso del Gobierno socialista. El dirigente del PCF se esfuerza para combatir los llamamientos del PS a sus militantes. "El argumento de que con la derecha ser¨ªa peor es falaz", explica, "porque los socialistas van a perder de todas formas las elecciones, y lo ¨²nico que nos importa es tener un grupo parlamentario comunista fuerte, lo que ser¨¢ posible gracias a la nueva ley electoral, que introduce la proporcionalidad".Los discursos de Mitterrand a lo largo de la ¨²ltima semana han sido una buena prueba de los malabarismos a los que se ve obligado para preservar su propio futuro. El presidente atac¨® duramente al PCF y tendi¨® una mano al centro-derecha: "Soy fiel al socialismo democr¨¢tico, pero soy el presidente de todos los franceses y debo tener en cuenta a los otros, a todos los grupos que formar parte de la oposici¨®n". Utilizando a fondo los enormes poderes que le concede la Constituci¨®n, Fran?ois Mitterrand intenta atraerse a los sectores centristas dispuestos a gobernar bajo su sombra.
La estrategia del presidente plantea problemas en el seno del Partido Socialista. La querella entre Fabius y el primer secretario del PS, Lionel Jospin, es m¨¢s profunda de lo que muchos socialistas desean admitir. Jospin, que controla las listas electorales, quiere preservar la identidad del partido en la pr¨®xima campa?a, mientras que el primer ministro desea moderar los ataques a la derecha y promover un frente m¨¢s ampl¨ªo en el que la ideolog¨ªa socialista quedar¨ªa camufiada.
La guerra de jefes quedar¨¢ maquillada en la pr¨®xima reuni¨®n del consejo directivo del PS, prevista para el s¨¢bado 6 de julio, pero probablemente volver¨¢ a salir a la luz en el congreso que se celebrar¨¢ a primeros de octubre en Toulouse. La querella tiene adem¨¢s la virtud de dividir a la propia corriente mitterrandista y de llegar en el peor momento posible para Michael Rocard, que pretend¨ªa ser el aut¨¦ntico protagonista de la reuni¨®n.
"Rocard tiene demasiada prisa, como siempre", afirm¨® maliciosamente el ex primer ministro Pierre Mauroy. El ex ministro de Agricultura apuesta por la derrota electoral de su partido y por su propia popularidad, pero puede haberse equivocado una vez m¨¢s a la hora de elegir el escenario para su reaparici¨®n como candidato a la presidencia, seg¨²n algunos de sus propios consejeros.
La irritaci¨®n del eterno competidor de Mitterrand qued¨® patente en el comunicado que publicaron varios diputados, militantes de su corriente: "La querella de Jospin y Fabius no sirve para nada, salvo para debilitar al partido". Los neorrocardianos no le dan la raz¨®n a Fabius, competidor potencial de su l¨ªder en 1988, pero arremeten con mayor fuerza todav¨ªa contra Jospin por haber sacado el problema a la luz p¨²blica.
Satisfacci¨®n derechista
La derecha, por su parte, contempla satisfecha las luchas de los socialistas y la radicalizaci¨®n del PCF. Su estrategia, sin embargo, no podr¨¢ quedar completamente definida hasta que se conozcan los resultados de las legislativas. Ellos tienen que hacer frente tambi¨¦n a fuertes tensiones a la hora de preparar las listas electorales. Jacques Chirac podr¨¢ imponer probablemente su voluntad en el RPR (gaullista), pero Val¨¦ry Giscard d'Estaing ha perdido toda capacidad de maniobra en la coalici¨®n centrista UDF. El ex presidente no controla tan siquiera su propia formaci¨®n, el Partido Republicano, que cuenta actualmente con un secretario general joven y fogoso, Fran?ois Leotard, capaz de auparse por sus propios medios a las listas de popularidad.Los problemas de la derecha llegan, una vez m¨¢s, a causa de las aspiraciones personales de cada uno de sus l¨ªderes, seg¨²n reconocen los portavoces de Raymond Barre. El ex primer ministro no ha conseguido que sus colegas se comprometan a cercar a Mitterrand y ahora intenta que haya en el grupo UDF suficientes diputados de su propia etiqueta como para guardar siempre en su mano la posibilidad de hacer caer un Gobierno de derecha. Sin embargo, Barre no tiene ninguna organizaci¨®n propia y depende exclusivamente de su ¨ªndice de popularidad. El d¨ªa en que ¨¦ste baje, muchos de sus amigos pol¨ªticos desaparecer¨¢n.
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