Espa?a y Europa
Europa es pelea, guerra y centinela, pero tambi¨¦n una bendita ilusi¨®n de paz en la que Espa?a acaba de ingresar, dice el autor de este trabajo. Con este motivo se?ala la aportaci¨®n que hizo Espa?a al Viejo Continente, recordada en una emisi¨®n televisada que ¨¦l mismo dirigi¨®, y reafirma su tesis de que Europa es, ante todo, un constante renacer, que debe reafirmarse frente a los dos colosos qu¨¦ la amenazan, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica.Ni antes, con la celebraci¨®n en Madrid de la VII Conferencia de Presidentes de Asambleas Parlamentarias Europeas de todos los Pa¨ªses Miembros del Consejo de Europa; ni despu¨¦s, en la reuni¨®n de socialistas de las Comunidades Europeas, nadie reanud¨® el debate iniciado en 1782 por el enciclopedista Masson de Morvilliers, al preguntar: "?Qu¨¦ es lo que Espa?a ha hecho por Europa?". Debate que quiz¨¢ termine, tras dos siglos de discusiones, cuando un nuevo abate Denina, que defendi¨® entonces a Espa?a, pregunte al fin: "?Y qu¨¦ ha hecho Europa por Espa?a?". Pues, como ya dir¨ªa Ram¨®n y Cajal: "Si un d¨ªa cerramos las fronteras para que no se infiltrara el esp¨ªritu (disolvente) de Europa, Europa se veng¨® alzando sobre los Pirineos una barrera moral mucho m¨¢s alta: la muralla del desprecio".
Pero, en rigor, tal controversia secular terminar¨ªa si, en vez de nuevos y eruditos argumentos, se proyectase ante todos los asamble¨ªstas, tanto europeos como espa?oles, en im¨¢genes televisivas -como hemos iniciado ya nosotros-, con las aut¨¦nticas huellas de la que Espa?a en Europa dej¨® tras dos siglos, el XVI y el XVII, de combatir por la unidad europea para evitar que Europa, como as¨ª ha resultado, al quedarse sin una ,Espa?a salv¨ªfica, ?est¨¦ hoy a punto de desaparecer!, devorada por sus dos pavorosas criaturas resultantes: la norteamericana, nacida de la racionalista y burguesa revoluci¨®n de 1789, y la rusa proletaria, brotada del heg¨¦lianismo marxista de 1917.
Porque no se ha valorado, hasta ahora, la epopeya de Espa?a en Europa. Superior, a la que, coet¨¢neamente, desarroll¨® por Am¨¦rica. Pues mientras a Am¨¦rica llevaron los espa?oles mejores armas que las indianas y una inextinguible sed de oro (y encontrando, como dir¨ªa Barco Centenera, "el para¨ªso de Mahoma" en sus mujeres, que les permitieron crear una perdurable Fiesta de la Raza y u?a indeleble lengua com¨²n), en Europa, ?s¨®lo ingratitud y muerte! ante lo que Espa?a se propuso imponer (algo sublime): el continuar la tradici¨®n ces¨¢rea de Roma y la cristianizaci¨®n del medievo. Una nueva unidad en una renovada universalidad. Y si no lo consigui¨® no fue, ciertamente, por falta de abnegado esfuerzo, que le cost¨®, seg¨²n Justo Lipsio, cerca de dos millones de ca¨ªdos. Porque eso fue lo dejado por Espa?a en Europa: sus huesos. Como recordara Men¨¦ndez Pelayo: "Luch¨® Espa?a en Europa por el dogma de la libertad humana... y fue a sembrar huesos de caballeros y de m¨¢rtires en las orillas del Albi, en las dunas de Flandes y en los escollos del mar de Inglaterra".
Ahora bien: toda esta literatura apolog¨¦tica hay que dejarla de lado y acudir a algo tan perentorio, como las im¨¢genes vivas, las telev¨ªsivas, que revelen las aut¨¦nticas relaciones hispano-europeas a lo largo de los siglos. De modo que, al contemplar las minor¨ªas y masas, se inicie un acercamiento hasta ahora tenido como dificil y hasta imposible.
Y eso es lo que me permit¨ª proponer a nuestro pa¨ªs y comenzar a realizarlo en televisi¨®n -espa?olay europea- con el ¨¦xito previsto: Espa?a en Europa. Pues lo que no entre hoy por los ojos -hoy y siempre- ser¨¢, a la larga, ineficaz...
La labor en Flandes
Espa?a ten¨ªa el deber de mostrar, ante todo, lo que hab¨ªa realizado en la hist¨®rica Flandes o coraz¨®n europeo. Y qu¨¦ es lo que all¨¢ a¨²n queda vivo y utilizable. Y esa fue la tarea de mi primer documental sobre Espa?a y Holanda (Amor espa?ol a Holanda), seguida por uno sobre B¨¦lgica (Las bodas de B¨¦lgica y Espa?a). Para proseguir con Luxemburgo y el resto de los pa¨ªses europeos donde Espa?a pas¨® como potencia unificadora. Cabi¨¦ndonos la honra de que quien comprendi¨®, ante todos, esta trascendente tarea fue el rey Juan Carlos. Porque ahora no se trataba de reproducir apolog¨ªas. Ahora: en el caso inicial y m¨¢s arduo de todos, entre Espa?a y Holanda, se trataba de que millares de espectadores se cerciorasen de las similitudes hist¨®ricas entre Batavia, e Iberia. Por lo que cuando el filme llega al mausoleo de Guillermo de Orange, en Delft -leal co-laborador de Carlos V, y fundador de la patria holandesa-, yo inici¨¦ la conmemoraci¨®n respetuosa que tuvo su ceremonia floral en la visita de los Reyes de Espa?a, como antes Juan Carlos y Sofila en Caracas con Bol¨ªvar y en Buenos Aires con San Mart¨ªn, para poder ir construyendo una comunidad de naciones no s¨®lo americana, sino europea.
Enlaces trascendentales
Pues si de Holanda pasamos a B¨¦lgica veremos, estupefactos, que s¨®lo en los vitrales de Santa Gudula, en Bruselas, traslucen cuatro siglos de enlaces regios entre nuestros dos pueblos. Y el amor que se inicia en el siglo XV, entre Juana de Castilla y Felipe el Hermoso y Margarita de Austria y Juan de Espa?a, y luego enlaces trascendentes como el de Isabel Clara Eugenia y el archiduque Alberto, dar¨ªan como fruto la defensa de Espa?a por los guardias valones en el siglo XVIII; la libertad de B¨¦lgica por un gaditano en 1830; relaciones espirituales en el siglo XIX -Gan¨ªvet, Macterlinck, Ensor-; colaboraci¨®n social y econ¨®mica en el siglo XX y, finalmente, el enlace de dos pueblos con Balduino y Fabiola. ?Est¨¢ RTVE dispuesta a seguir colaborando?
Por eso la entrada de Espa?a -no importan hoy las condiciones- en la CEE y antes en el Parlamento Europeo, hacen de una actualidad perfecta aquellas mis Afirmaciones sobre Europa, vaticinadas desde esta Europa nueva, Estrasburgo, cuando fui a inaugurar su c¨¢tedra de espa?ol en 1920 y lueg¨®, con representaci¨®n oficiosa, en el Parlamento Europeo, 1948, instalado al principio en esa misma universidad. Lo que motiv¨® mi libro L?Eurepe de Strasbourg (vision spagnole du prob¨¨me europ¨¦en) en edici¨®n francesa de F. H. Heitz (Estrasburgo), traducci¨®n del hispanista y profesor de la Universidad Eugen Koffier. Y su edici¨®n hisp¨¢nica por el Instituto de Estudios Pol¨ªticos, Madrid, 1950. De tales afirmaciones destacar¨ªa hoy ¨¦stas: "Europa no es vieja ni es joven: es un perpetuo renacimiento", "La civilizaci¨®n empez¨® en Europa a lo largo de su m¨ªstico castillo alpino, de los Pirineos al C¨¢ucaso", "Hay que reducir a polvo la tesis vegetal y spengleriana sobre la pluralidad de culturas igualmente v¨¢lidas", "As¨ª como aquella idea de que Europa est¨¢ en decadencia. Europa jam¨¢s se dar¨¢ por vencida", As¨ª como insistir que "si Am¨¦rica es algo lo es cuanto trasunto de Europa en cantidad. Igualmente que Rusia". La idea de Europa sufri¨® cansancios moment¨¢neos, agon¨ªas temporales, lo que llamar¨ªamos hist¨®ricamente "edades medias o transitorias, preparadoras de nuevos renacimientos", "Invierno y primavera", "Muerte y resurrecci¨®n".
Crisis de salvaci¨®n
Europa, en las actuales circunstancias, se encuentra en una crisis de salvaci¨®n. Como tras 1945. C omo lo estuvo tras 1918. Y tras el fracaso napole¨¢nico. Y como an tes de Carlos V. O de las Navas de Tolosa. O de Carlos Martel. Y como ante la lucha con Cartago. O de Grecia contra los persas. O de razas prehist¨®ricas contra invasiones de Asia y ?frica. Y esta crisis actual est¨¢ ya siendo superada a trav¨¦s de esta nueva e inevitable Edad Media feudal, federalizante: CEE, Parlamento Europeo. Consecuencias del Pacto de Yalta. Pero desde la visita de Reagan a Bitburg ?se ha iniciado la reunificaci¨®n europea! Y una vez m¨¢s, como en el mito de Europa, se le escapa a su padre Agenor, el eslavo, sobre los lomos del toro Zeus, dios de la libertad. Cuando en 1932 se celebr¨® en Roma el XXI Convegno Volta sobre Europa fui invitado con cuatro maestros m¨ªos e insignes espa?oles: Ortega, Morente, Madariaga y S¨¢nchez Albornoz. Ortega no acudi¨®. Pero Morente aire¨® su afirmaci¨®n de que "La ¨ªdea.de una decadencia de Europa es falsa". As¨ª como su definici¨®n del "enjambre de abejas". Aclar¨¢ndolo por su parte as¨ª: "El s¨ªntoma de desmoralizaci¨®n que signif¨ªca el imperio del hombremasa... no dice nada contra la vitalidad, el poder creativo, el esfuerzo pl¨¢stico y directriz del genio europeo. Lo que se necesita hoy es se?alar a este impulso creador una gran empresa donde emplearse". Ya Mazzini hab¨ªa dicho de Europa que era el "fermento del mundo". Y as¨ª lo pens¨¦ nuestro Donoso Cort¨¦s. Leibnitz: "Una eterna lucha contra los b¨¢rbaros". Burckhard: "Un fuente antigua y nueva de vida". V¨ªctor Hugo vio Europa "unida un d¨ªa, sin rusos ni anglosajones". Keyserling se?al¨® su "Via resurrectionis". Y capaz de "un nuevo ideal" se?alaron Weber, Rohan, Dawson... Pero esa nueva idealidad, ?qui¨¦n la encarnar¨ªa ahora? ?Cu¨¢l ser¨ªa su tipo de h¨¦roe? Grecia lo cifr¨® en Aqu¨ªles. Roma, en C¨¦sar. El medievo, en el santo. El Renacimiento, en el pr¨ªncipe y el discreto. La burgues¨ªa del siglo XVII al XIX, en el Honn¨¦te homme. El Romanticismo, en el demoniaco a lo Byron, en nuestro don Juan, en el Fausto germ¨¢nico, en el aventurero de Balzac, el pirata de Scott. Y, al fin, nuestro siglo, con Hegel, Nietzsche y Sorel, en la conjunci¨®n de las masas y del m¨¢ximo individuo, del nuevo tit¨¢n, el superhombre, que interpretar¨ªa wagnerianamente un f¨¹hrer hasta con su G?tterd?mmerung, con su ocaso de los dioses, en la canciller¨ªa de Berl¨ªn. ?Cu¨¢l ser¨¢ el nuevo ideal que resucite a Europa? Esta Europa amortecida y pacifista de hoy. Porque Europa es pelea constante, Europa es guerrear, Europa es peligro, Europa es el centinela alerta...
Pero Europa es tambi¨¦n -de cuando en cuando- una bendita ilusi¨®n de paz. En la que Espa?a acaba de ingresar.
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