El desaf¨ªo tecnol¨®gico del amigo americano
La dif¨ªcil incorporaci¨®n de Espa?a a Eureka y a la 'guerra de las galaxias'
El Gobierno, seg¨²n fuentes oficiales, est¨¢ convencido de que el Eureka y la guerra de las galaxias, aun en el supuesto de que s¨®lo lleguen a alcanzar una parte de las ambiciosas metas que se han propuesto, van a cambiar radicalmente el mundo en la pr¨®xima d¨¦cada, y que quedarse al margen de los mismos es la baza m¨¢s segura de ser absorbidos por el Tercer Mundo. La Administraci¨®n tampoco ignora que el hecho de sumarse a estos proyectos tampoco garantiza en s¨ª mismo un acceso de Espa?a a las tecnolog¨ªas de los a?os 2000. La participaci¨®n espa?ola hasta ahora en desarrollos tecnol¨®gicos multinacionales, en proyectos mucho menos ambiciosos y sofisticados que Eureka o la SDI se ha reducido tradicionalmente a la subcontrataci¨®n a empresas de nuestro pa¨ªs, por un volumen econ¨®mico que s¨®lo en alg¨²n casa llegaba a compensar nuestra contribuci¨®n financiera a los mismos, de las partes m¨¢s rudimentarias de los productos (chapa, montaje de piezas, cableados, etc¨¦tera).El nivel tecnol¨®gico de las empresas espa?olas va a hacer imposible nuestra participaci¨®n en buena parte de los programas de la SDI y de Eureka, seg¨²n fuentes del Ministerio de Industria, y el acceso a otros programas tendr¨¢ que pasar necesariamente por la concertaci¨®n y agrupaci¨®n de las que act¨²an en el mismo sector e incluso por la firma de acuerdos con empresas similares de otros pa¨ªses como Italia o B¨¦lgica, o con las multinacionales punteras. Si no se act¨²a as¨ª, seg¨²n estas fuentes, las contraprestaciones a nuestra contribuci¨®n a la financiaci¨®n de ambos proyectos puede volver a ser cero en tecnolog¨ªa y verse circunscrita a la venta de partidas puntuales de naranjas, zapatos o plazas hoteleras, o al montaje de las carcasas y armazones met¨¢licos.
Las dos opciones
El plan del presidente norteamericano denominado Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI), m¨¢s conocido como guerra de las galaxias, tiene una clara finalidad militar (la creaci¨®n de un escudo espacial que impida el acceso de los misiles nucleares de la URSS al territorio de EE UU), pero tambi¨¦n va a tener insospechadas consecuencias sobre la tecnolog¨ªa para usos civiles. El plan es tan concreto y ambicioso que incluso para algunos investigadores norteamericanos roza la ficci¨®n cient¨ªfica y supera las posibilidades reales de la tecnolog¨ªa actual.Decenas de miles de cient¨ªficos e investigadores de todo el mundo, con un presupuesto extraordinario de 26.000 millones de d¨®lares (4,5 billones de pesetas), van a intentar en los pr¨®ximos a?os fabricar nuevos materiales que sustituyan el acero y el aluminio, fibras ¨®pticas que har¨¢n obsoletos los actuales soportes de transmisi¨®n de datos e informaciones, ordenadores que ser¨¢n capaces de hacer 1.000 m¨ªllones de operaciones en un segundo y, generaci¨®n de inteligencia artificial.
Las dimensiones del plan Reagan superan con mucho las posibilidades financieras, cient¨ªficas, industriales y humanas del propio Estados Unidos. De ah¨ª la invitaci¨®n realizada al mundo occidental para que se sume a la misma. Numerosas empresas europeas y japonesas han dado ya el s¨ª a los jugosos contratos que se derivan de estos programas, y miles de cient¨ªficos de todo el mundo sopesan ya la posibilidad de trasladar sus domicilios y sus laboratorios a Estados Unidos. El dinero y los medios puestos al servicio de la guerra de las galaxias amenazan al resto del mundo con una postraci¨®n, si no regresi¨®n, por fuga generalizada de sus cerebros y de sus t¨¦cnicos hacia EE UU.
Este peligro, al margen de las consideraciones militares (que incluso pueden ser secundarias), ha propiciado la iniciativa del presidente franc¨¦s Mitterrand: el plan Eureka. Una especie de r¨¦plica a la guerra de las galaxias con finalidad civil (aspecto absolutamente relativo, ya que en ambos proyectos las derivaciones civiles y militares de las investigaciones son insoslayables), una suerte de SOS para evitar o al menos luchar por impedir la postraci¨®n de Europa frente a Estados Unidos o Jap¨®n. El proyecto Eureka, mucho menos concreto en su formulaci¨®n actual que el plan norteamericano, pretende aunar todos los presupuestos de los pa¨ªses de la CEE y de fuera de la CEE para desarrollo cient¨ªfico, evitar la duplicidad en las tareas a investigar o en los laboratorios, y utilizar coordinadamente y al m¨¢ximo todo el potencial cient¨ªfico europeo. El Viejo Continente parte ya en inferioridad de condiciones frente a japoneses y norteamericanos en esta carrera por las tecnolog¨ªas del a?o 2000.
Espa?a, con un retraso tecnol¨®gico de m¨¢s de 20 a?os con respecto a sus ya muy desfasados socios europeos, se juega literalmente en este envite, seg¨²n fuentes de la Administraci¨®n, su absorci¨®n por el Tercer Mundo. Quedarse al margen de Eureka y de la guerra de las galaxias implica ineludiblemente caer en el pozo del subdesarrollo a corto plazo. Participar en ambos proyectos tampoco garantiza, sin embargo, que podamos escapar de tan indeseado destino, y va a suponer desviar cuantiosos recursos econ¨®micos, imprescindibles en unos momentos de aguda crisis, a unos campos de incierta rentabilidad a corto plazo y de nula incidencia sobre el empleo.
Cartas mediocres
Felipe Gonz¨¢lez ha sopesado estas cartas -como se ve, no demasiado atractivas- y ha decidido que es mejor no quedarse fuera de este juego que nos viene impuesto. Espa?a, en principio, participar¨¢ en ambos proyectos y tratar¨¢ de sacar el mayor partido posible a unas cartas bastante mediocres. Industria ha elaborado ya una lista de las empresas con alguna posibilidad de participar en alguna peque?a parcela de alguno de los m¨²ltiples proyectos y se ha implantado ya una filosof¨ªa de impulso al desarrollo tecnol¨®gico impensable hace un par de a?os.Seg¨²n Florencio Ornia, director general de Innovaci¨®n y Desarrollo Tecnol¨®gico, nuestras empresas puntas est¨¢n construyendo peque?os brazos articulados, casi prototipos, cuando en Eureka se plantea ya la rob¨®tica de tercera generaci¨®n; se est¨¢n construyendo l¨¢ser diminutos, cuando en la guerra de las galaxias se propone enlazar la Tierra con el espacio; y faltan ingenieros de telecomunicaci¨®n y t¨¦cnicos en inform¨¢tica, sin hacer menci¨®n a grandes cerebros, pese a que hay una legi¨®n de licenciados universitarios de otras disciplinas en paro. No hay gestores para estas empresas de alta tecnolog¨ªa, que poco o nada tienen que ver -por su dimensi¨®n financiera o laboral, por la cualificaci¨®n de su personal, por la dimensi¨®n de sus mercados y por la r¨¢pida obsolescencia de sus productos- con la industria tradicional o las empresas comerciales. Ni por vocaci¨®n o tradici¨®n cient¨ªfica, ni por las dimensiones de nuestro mercado, tenemos posibilidad alguna de generar alta tecnolog¨ªa al margen de la cooperaci¨®n internacional. Somos muy d¨¦biles, a?ade Ornia, y no tenemos infraestructura de investigaci¨®n o industrial para tener acceso a los campos cient¨ªficos propuestos por la SDI o Eureka; "pero la integraci¨®n en la CEE, el reto a la competitividad que supone y la invitaci¨®n a participar en codesarrollos tecnol¨®gicos con otros pa¨ªses m¨¢s avanzados nos abren un amplio abanico de posibilidades".
El problema se centra en las condiciones de integraci¨®n en estos programas. Eureka, por las posibilidades que abre de participar en la formulaci¨®n de sus programas concretos y por la oferta de integrarse en el desarrollo de patentes y no s¨®lo en el desarrollo de productos, es a prior? el que mejores perspectivas ofrece a nuestro pa¨ªs; aunque tampoco hay que desde?ar, especialmente por las multinacionales norteamericanas establecidas en Espa?a (que probablemente no podr¨¢n participar en el proyecto europeo), la participaci¨®n en la guerra de las galaxias. "Nuestra debilidad nos lleva a partir de cero", indica Ornia, "a seleccionar muy bien en qu¨¦ programas participamos y a qu¨¦ nos comprometemos. Hay que elegir tecnolog¨ªas y no productos". Las ayudas, indica Ornia, deben otorgarse mirando prioritariamente al inter¨¦s tecnol¨®gico de los proyectos m¨¢s que a su rentabilidad. En este mundo de la alta tecnolog¨ªa, afirma el director general, las empresas son muy peque?as y no importa el que continuamente desaparezcan muchas de ellas, si la cualificaci¨®n de su personal y sus tecnolog¨ªas permiten la creaci¨®n de inmediato de otras nuevas.
Una nueva pol¨ªtica
De cara a este fin, el Estado va a forzar, mediante ayudas financieras a la investigaci¨®n, la uni¨®n y la coordinaci¨®n de las empresas espa?olas para evitar duplicidades y competencias in¨²tiles, y su incardinaci¨®n con peque?as empresas de otros pa¨ªses para asunci¨®n y reparto de un determinado campo de investigaci¨®n de los programas internacionales. ?ngel Luis Gonzalo, decano del Colegio de Ingenieros de Telecomunicaciones, agrega que adem¨¢s es necesario cambiar de inmediato nuestras estructuras cient¨ªfico-t¨¦cnicas, que no son las adecuadas para que Espa?a pueda participar en los grandes programas internacionales.Luis Solana, presidente de Telef¨®nica y su grupo industrial, que es el holding espa?ol que se encuentra en mejores condiciones de sumarse a algunos proyectos de Eureka y la guerra de las galaxias, insiste en que el reto que se plantea est¨¢ en la incorporaci¨®n de todas las tecnolog¨ªas puntas de telecomunic ci¨®n y en el saber hacer que s¨®lo se logra incorporando nuestras industrias a proyectos donde se pueda aprender. "Hay que traer a Espa?a la mejor tecnolog¨ªa que se pueda encontrar en las multinacionales y hay que lanzar desde el Gobierno grandes planes de investigaci¨®n aplicada que sirvan de locomotora al desarrollo de estas tecnolog¨ªas". Para Luis Solana, los proyectos SDI y Eureka "nos van a ense?ar a investigar y a colaborar", y en este punto afirma que es urgente el que se opte por el modelo norteamericano de una agencia o por el europeo que crea la figura de empresa contratista principal para abordar coordinadamente nuestra participaci¨®n en ambos proyectos multinacionales.
Jos¨¦ Antonio P¨¦rez Nieva, presidente de Ceselsa, que es probablemente la ¨²nica empresa espa?ola que puede competir internacionalmente, con una tecnolog¨ªa propia en radares y simuladores para aviaci¨®n, se queja tambi¨¦n de la falta de ingenieros de telecomunicaci¨®n (est¨¢ busc¨¢ndolos incluso fuera de Espa?a) y tiene muy claro que para participar en proyectos rnultinacionales es necesario tener una cierta experiencia en el desarrollo de los productos propuestos en los mismos.
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