El estado de la presidencia
ANTE EL despliegue informativo que han suscitado en EE UU los recientes problemas de salud de Reagan hay una comparaci¨®n casi inevitable: mientras en la Uni¨®n Sovi¨¦tica los achaques de Chernenko eran rodeados del misterio que corresponde a los secretos de Estado, la subrepticia formaci¨®n de un tumor maligno en el intestino del presidente norteamericano se convert¨ªa en una estrella de la televisi¨®n. Al mismo tiempo, el organisno del primer mandatario de EE UU hac¨ªa las veces de diagrama para impartir lecciones de anatom¨ªa a todos los ciudadanos.Una primera conclusi¨®n de todo ello ser¨ªa la de que en la sociedad norteamericana la transparencia informativa es un condicionamiento social de primera magnitud para el Gobierno, mientras que en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, unos modos culturales que proceden de la tradici¨®n autocr¨¢tica del pa¨ªs y se refuerzan con la aplicaci¨®n ciega del totalitarismo de Estado, tienden al ocultamiento misterioso, pero tambi¨¦n respetuoso y respetable, de los achaques del poder. Sin embargo, no creemos que acabe ah¨ª toda la explicaci¨®n del comportamiento pol¨ªtico de gobernantes y gobernados ante acontecimientos como los que originan este editorial.
La sociedad norteamericana es un mercado gigantesco en el que los instrumentos de cambio, permuta o adquisici¨®n no reconocen fronteras. De esta manera, a¨²n distante de los modos europeos, el tumor del presidente se convierte en una mercanc¨ªa multiuso. No se trata tan s¨®lo de pignorar su valor informativo en todas las cadenas de televisi¨®n y primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos, sino que es susceptible tambi¨¦n de una utilizaci¨®n directamente pol¨ªtica, como han hecho los asesores del presidente en las ¨²ltimas jornadas.
Como si de un acontecimiento del show-business se tratara, se ha enfocado la aparente recuperaci¨®n poco menos que sobrehumana del presidente de EE UU, a las pocas horas de haber salido de la anestesia general, como trampol¨ªn para remontar las cotas de su popularidad personal ante los pr¨®ximos combates pol¨ªticos que ha de afrontar, suponiendo que pueda hacerlo desde una postrada convalecencia. Al mismo tiempo, las buenas noticias sobre la recuperaci¨®n contrastan con el diagn¨®stico de su enfermedad y la pr¨¢ctica ausencia de testimonios gr¨¢ficos sobre su estado. Ronald Reagan tiene por delante una lucha ¨¢spera con el Congreso en diversos frentes: la batalla para la contenci¨®n del d¨¦ficit presupuestario, la continuaci¨®n de la pugna para agrandar el grado de legitimidad concedida a la acci¨®n de la contra en Nicaragua y la reforma general del sistema impositivo norteamericano. De esta forma, la enfermedad de un presidente se convierte en un arma de presi¨®n pol¨ªtica -que no decimos que no sea leg¨ªtima, pero s¨ª enormemente representativa de un sistema- que se utiliza a conveniencia del interesado.
Paralelamente, la convalecencia y el estado de salud del presidente de EE UU, con la amenaza de que el tumor maligno no haya sido extirpado sin dejar secuelas en su organismo, es un acontecimiento de unas consecuencias pol¨ªticas que van mucho m¨¢s all¨¢ de su eventual manipulaci¨®n para presionar a unos congresistas remolones. La argumentaci¨®n norteamericana de la relativa inutilidad de negociar en su momento con un Chernenko cuyo vigor presumible dejaba albergar todas las dudas sobre su capacidad de decisi¨®n se vuelve ahora contra quienes lo emplearon en su d¨ªa. Una negociaci¨®n en la cumbre en la que uno de los dos negociadores pueda no hallarse en la plenitud de sus fuerzas -o el otro sospecharlo as¨ª- puede ser tan mala como la no celebraci¨®n de esos contactos. Mucho se ha especulado sobre la situaci¨®n f¨ªsica en la que se encontraba el presidente Roosevelt en las v¨ªsperas de Yalta para su negociaci¨®n con Stalin, llegando hasta atribuir la supuesta dejaci¨®n de las responsabilidades occidentales al decaimiento en los ¨²ltimos meses de la vida del presidente.
Ronald Reagan ha sido siempre un presidente que enfocaba su mandato con la amplia visi¨®n del generalista; del hombre que delegaba en sus colaboradores la preparaci¨®n de los dossiers, de los haces de opciones entre las que tuviera que elegir en su momento, pero que en ning¨²n caso se convert¨ªa en el secretario de s¨ª mismo tratando de desmenuzar los temas. De la misma forma, se ha aplicado a comunicar con mano experta a la opini¨®n p¨²blica los grandes objetivos de su presidencia, esquematizados en grandes esl¨®ganes. Es cierto que ese tipo de presidencia es m¨¢s susceptible de sobrellevarse apa?adamente, aunque la salud del interesado arroje alg¨²n motivo para la especulaci¨®n, que un tipo de presidencia detallista y n¨¢ufraga como la de su antecesor James Carter. Pero, con todo, parece inevitable que los grandes planes del presidente Reagan sufran de ahora en adelante el acoso de una realidad un tanto m¨¢s inclemente que la que ¨¦l mismo desear¨ªa.
Inicialmente, parece que, a pesar del optimismo del equipo m¨¦dico habitual, un hombre de la edad del presidente, que ha sufrido una ablaci¨®n de un tumor en el colon, necesitar¨¢ de un per¨ªodo de convalecencia relativamente prolongado, durante el cual es m¨¢s que dudoso que pueda llevar adelante iniciativas especialmente laboriosas. No se trata de que la Casa Blanca quede desatendida ni de que haya que poner en marcha ning¨²n procedimiento de urgencia para guardar la tienda, pero este Reagan dif¨ªcilmente podr¨¢ ser durante alg¨²n tiempo el que el mundo est¨¢ acostumbrado a conocer. En consecuencia, habr¨ªa que prever en las pr¨®ximas semanas, si no meses, un mayor protagonismo del vicepresidente Bush, lo que podr¨ªa ser, de paso, un excelente entrenamiento para la candidatura republicana a la presidencia en noviembre de 1988, y, entre bastidores, tambi¨¦n del nuevo jefe de la oficina presidencial, Donald Regan, cuya figura se ve enormemente realzada por este embri¨®n de crisis. Con todo, las precauciones o los temores para los tres a?os y medio de mandato que le quedan al presidente no se han de centrar en esta primera fase de convalecencia, sino en la sombra que proyecta sobre el resto del mandato presidencial el estado de salud del hombre m¨¢s poderoso de la Tierra.
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