'Bum-Bum' Becker y el espejismo
EL MUNDO del tenis se ha llenado de Salieris despu¨¦s del triunfo de Becker. Ancianos de menos de 30 a?os contemplan con estupor a este peque?o Mozart escu¨¢lido, blancuzco y pecoso, que se ha convertido en un h¨¦roe mundial, y en un millonario en agraz. Repasan el v¨ªdeo de Wimbledon y encuentran una especie de mu?eco de acero, con movimientos un poco bruscos, como ordenados por un circuito impreso; quiz¨¢ sin estilo, pero con una eficacia inveros¨ªmil: est¨¢ donde hay que estar, coloca la pelota donde es debido, pega con la fuerza o con la suavidad justas. Es m¨¢s humano cuando falla, y se est¨¢ humanizando velozmente por el revestimiento de la leyenda: el alias de Bum-Bum, la evocaci¨®n de los a?os escolares, la casa de Leimen... La biograf¨ªa no puede acumular demasiado: es un ni?o.Un ni?o prodigio: el adjetivo tranquiliza. Un caso excepcional. Se han dado en la m¨²sica, las matem¨¢ticas, el ajedrez, los toros, el cine... Engolfados en su caso, en tomo a ellos la vida sigue igual. Pero ?y si no fuese totalmente as¨ª? Puede que esta excepci¨®n, por misma, est¨¦ preparando otras: los ni?os que vieron el v¨ªdeo han corrido ya a comprarse una raqueta, como si quisieran formar generaci¨®n. Est¨¢ pasando en todas estas actividades que parecen m¨¢gicas o fruto de una inspiraci¨®n: la televisi¨®n difunde im¨¢genes de ni?os gloriosos y crea lo que pudi¨¦ramos llamar escuela si esta palabra no fuera demasiado seria y representase justamente lo contrario del cuento dorado: aquello que se puede abandonar para entregarse a aquello que siendo ocio -o juego, o deporte- puede dar el triunfo en la vida; incluso el triunfo sobre los padres.
Es posible que en esta emulaci¨®n, y en este aspecto nuevo de los grandes mitos, est¨¦ una de las causas de que est¨¦n triunfando deportistas cada vez m¨¢s j¨®venes y que, al mismo tiempo, se adelante la edad de la retirada. Se producen dos efectos simult¨¢neos: uno es el de la busca de caras nuevas y el otro es el de la presi¨®n sobre los que ya han triunfado. Son dos fen¨®menos caracter¨ªsticos del consumismo. El propio Becker est¨¢ ya sometido a esta presi¨®n: sobre su joven edad, desasistida ya desde hace tiempo de otros recursos intelectuales por su ausencia de los estudios -son otros los que piensan por ¨¦l: su padre; su entrenador, G¨¹nter Bosch; su apoderado, Ion Tiriac; probablemente ya, o muy pronto, un asesor de inversiones, un creador de imagen...-, pese ahora una enorme demanda: de actuaciones en todo el mundo, de art¨ªculos, de apadrinamientos publicitarios, de comparecencias en todas las televisiones... Se puede ya pronosticar que en un plazo de pocos a?os habr¨¢ sido completamente estrujado.
Satisfactoriamente, sin duda, porque habr¨¢ llegado a todo, a la edad en que otros empiezan o tratan de empezar la vida. No hay ninguna raz¨®n para minimizar lo que ha logrado Bum-Bum Becker y s¨ª todas para admirar lo que siempre ha de admirarse en cualquier intento humano: hacerlo bien y llegar al m¨¢ximo. Si su carrera es corta, la densidad compensar¨¢ lo que le falte de longitud. La inquietud se produce por el entorno del fen¨®meno: la cantidad de aspiraciones truncadas o de situaciones torcidas que tiene que producir una sociedad -hoy ya un?versal- para conseguir un Becker, y los espejismos que puede crear en j¨®venes imitadores. No son propios de este momento: ya estaban en quienes so?aban con ser Greta Garbo, Valentino, el matador Joselito o el boxeador Uzcudun, que pertenecen a esta misma modernidad del sue?o con las estrellas.
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