Anocronismos noruegos / y 4
HAY NORUEGOS que quieren mercados libres, pero precios controlados; impuestos bajos, pero medicina gratis para todos. As¨ª no puede ser. De esto se dio cuenta Carl I. Hagen y pens¨® en los remedios: el impuesto sobre la renta, si fuera por ¨¦l, se suprimir¨ªa; la ayuda estatal al desarrollo se suspender¨ªa; la financiaci¨®n de los partidos se reducir¨ªa a cero; el poder de los sindicatos se quebrantar¨ªa, y se anunciar¨ªa el cese de la permanente inmigraci¨®n. Se privatizar¨ªan todas las empresas estatales, desaparecer¨ªan todas las reglamentaciones superfluas. As¨ª surgir¨ªa en Noruega un para¨ªso de la competencia en que todo se regular¨ªa por s¨ª mismo, bajo el dominio de dos venerables diosas que all¨ª se llaman oferta y demanda. Carl I. Hagen no entiende qu¨¦ tiene todo esto de tan malo, y tambi¨¦n su visitante extranjero se pregunta qu¨¦ es tan chocante en una antigualla ideol¨®gica cuyos autores cabe suponer en el Manchester del siglo XIX. Quiz¨¢ la mala fama del Partido del Progreso no tiene nada que ver con el programa. ?Habr¨¢ quiz¨¢ otros motivos completamente distintos? Esta pregunta atina, lo veo en el ce?o fruncido del presidente, con un punto d¨¦bil. S¨ª, de hecho ha sucedido que el partido no s¨®lo ha atra¨ªdo afiliados que est¨¢n indignados con los altos impuestos y la burocracia superflua, sino, desgraciadamente, tambi¨¦n toda clase de chalados, incluso viejos nazis y otros "elementos desagradables". Uno de sus miembros, por ejemplo, est¨¢ convencido de que el Gobierno est¨¢ conscientemente empe?ado en envenenar al pueblo noruego con la perversa grasa de la leche. Otros escriben cartas de lector a los peri¨®dicos en las que manifiestan lamentables opiniones sobre gentes con otro color de piel. Pero ¨¦l sabr¨¢ limpiar el partido de esas influencias y llevarlo a la victoria en 1989 a m¨¢s tardar.Lo que Carl I. Hagen no quiere entender es el hecho de que con su anacr¨®nico programa pisa muy en¨¦rgicamente, aunque con toda inocencia, los callos de las virtuosas ideas de sus compatriotas. A falta de otros malos bichos, ya el tendero de la esquina les parece un grosero sin conciencia y un peligroso malhechor simplemente por gritar bastante alto: "V¨ªa libre a los capaces", aunque no mande m¨¢s que en una tienda.
LOS NUEVOS CONSEJEROS
Uno dijo: "Lo ¨²nico que le pido a la sociedad noruega es que explote mis capacidades. Y esto es bastante pedir". Los dem¨¢s tampoco se quedaron mudos: "?Nuestra pol¨ªtica econ¨®mica? La imaginable mezcla de planificaci¨®n y mercado. Turbulencia sin rumbo. El resto es entretenimiento televisivo". "Para un pueblo que cree proceder de h¨¦roes vikingos e investigadores polares, los noruegos son notablemente quejosos. Su mayor riesgo consiste en tener tanto miedo al riesgo". "Que Marx est¨¦ muerto lo pueden soportar los escandinavos. ?Pero Keynes?". "Vivirnos en un interregno ideol¨®gico, pero ¨¦ste no es ning¨²n motivo para romper a llorar". "La derecha s¨®lo ha organizado las experiencias de la gente con la burocracia. La pol¨ªtica socialdem¨®crata produce electores conservadores en serie". "Muchos de mis compatriotas padecen la idea forzada de que el Estado est¨¢ llamado a hacerles felices". "El 1 de mayo le¨ª en una pancarta: 'Trabajo para todo el pueblo'. ?Si ¨¦ste no es un eslogan reaccionario!".
Estos comentarios ir¨®nicos proceden de personas distintas, pero tienen algo m¨¢s en com¨²n que el tono her¨¦tico. Expresan exactamente la mentalidad de un grupo peque?o, pero extraordinariamente influyente, que se ha formado en la Noruega de los a?os setenta y ochenta casi sin que la opini¨®n p¨²blica se diera cuenta. Me gusta llamarles los consejeros intelectuales. Se encuentra este nuevo tipo en todos los puntos de, mando de importancia estrat¨¦gica: institutos de investigaci¨®n y ministerios, direcciones de empresas y bancos. Pero sobre- todo se encuentran como en su casa en grupos de proyecto y comisiones ad hoc. Esto no es casualidad, porque estos grupos informales casi siempre han surgido por iniciativa suya.
El consejero t¨ªpico tiene de 30 a 35 a?os. No es un especialista. Ha hecho sus primeras experiencias sociales en los numerosos movimientos pol¨ªticos que tambi¨¦n se extendieron a Noruega despu¨¦s de 1968, y aun hoy se considera un "radical ilustrado". No obstante, habla con un cierto sarcasmo de sus inclinaciones a la rebeli¨®n. La autoiron¨ªa pertenece siempre a su equipaje de mano moral. La tendencia noruega a encerrarse en s¨ª mismo le es ajena. Tiene un ligero esp¨ªritu mundano y se siente europeo sin reservas. Su sana seguridad en s¨ª mismo linda a veces con la arrogancia. Los miedos al contacto no los conoce, y oye con la mayor tranquilidad los reproches de ser un renegado.
-Un d¨ªa, sencillamente, me hart¨¦ -me declar¨® uno de estos ni?os prodigio-, de tener siempre raz¨®n y de publicar un art¨ªculo en una revista como prueba de ello. Quise intervenir directamente en las decisiones que se toman en este pa¨ªs. Son demasiado importantes para dejarlas en manos de pol¨ªticos de partido o expertos.
-O sea, la famosa marcha por las instituciones -dije yo.
-?Por m¨ª! Aunque yo no tengo ganas de marcha. Estos dichos siempre son ambiguos. Por ejemplo, si se quiere servir al pueblo hay que despedirse del populismo.
La figura del consejero ocupa una peculiar posici¨®n intermedia entre la tecnocracia funcionarial y la tradicional inteligencia acad¨¦mica y literaria, cuyos rasgos t¨ªpicos en modo alguno han desaparecido. Ahora como antes se les encuentra en Noruega por todas partes: los bohemios de caf¨¦, el redactor radical en cultura, los eremitas poetas y los marxistas de seminano. S¨®lo que, en comparaci¨®n con los consejeros intelectuales, parecen irremediablemente anticuados con su inclinaci¨®n a los alardes de fuerza y al idealismo, a la erudici¨®n regionalista y la autorrepresentaci¨®n, al culto al genio y al sentimentalismo, como si ellos mismos fueran personajes de una novela noruega del pasado. Los consejeros se han apartado de este ambiente. No son famosos y no les importa nada salir en televisi¨®n.
Tampoco tengo la impresi¨®n de que lo que les importe sean puestos seguros con derecho a jubilaci¨®n. No les gusta atenerse a las reglas de juego del sueldo del empleado y les parece natural morder la mano que les da de comer.
-No obstante, tal como yo conozco a vuestros compatriotas, no os librar¨¦is de que se os acuse de arribismo y carrerismo.
-?ste no es mi problema -me contesta Lars Buer, secretario de un grupo de proyecto para la colaboraci¨®n sueco-noruega- No necesito mucho dinero, y a los s¨ªmbolos de status puedo renunciar. Noruega se parece ahora, como antes, a una aldea. Hay que contar con un moralismo encarnizado, que, por lo dem¨¢s, tambi¨¦n tiene su lado bueno. Yo me quedo en mi casa de serie y me guardar¨¦ de comprarme un Mercedes. Mi viejo Volvo tambi¨¦n vale. Lo importante es que mis vecinos est¨¦n contentos.
REUNIONES DE DESAYUNO
Evidentemente, los consejeros se han adaptado a trabajar en la penumbra ideol¨®gica. Se aferran a los fines del Estado de bienestar, pero precisamente por eso est¨¢n entre sus cr¨ªticos m¨¢s severos. La izquierda ha perdido la iniciativa, dicen. Los reflejos defensivos no son una pol¨ªtica social. La lucha contra el Estado tutor y la supresi¨®n de normas autoritarias no se deber¨ªa dejar a los conservadores. Aquel que eleva el miedo al futuro a la categor¨ªa de programa pol¨ªticamente ya est¨¢ acabado.
A los consejeros les separa del tipo tradicional de intelectual libre no s¨®lo su relaci¨®n Cion el poder, sino tambi¨¦n su capacidad de cooperar. Uno de ellos me habl¨® de sus reuniones de desayuno. Se re¨²nen, en privado y sin orden del d¨ªa: j¨®venes sindicalistas que han ascendido a la pol¨ªtica de investigaci¨®n, soci¨®logos que de repente disponen de presupuestos de millones, fundadores de editoriales, gerentes del petr¨®leo y estudiantes metidos en pol¨ªtica que se han convertido, en expertos en moneda. Hace s¨®lo 10 a?os quiz¨¢ se encontraron en la tribuna de cualquier congreso radical de izquierda. Hoy disponen de las redes de inform¨¢tica m¨¢s importantes, y sus contactos llegan lejos. Al margen de las v¨ªas de servicio, a espaldas de los aparatos, se ponen de acuerdo sobre sus pasos siguientes. Una llamada telef¨®nica basta. Casi se podr¨ªa decir que forman un consorcio.
Ante este panorama, la capacidad del sistema pol¨ªtico y econ¨®mico noruego de atraerse a tan inc¨®modos cuadros rectores parece sensacional, sobre todo si se piensa que la polic¨ªa pol¨ªtica, que tambi¨¦n la hay en Noruega, podr¨ªa presentar sin duda gruesos estudios sobre algunos de estos candidatos. Se trata del rev¨¦s de la prohibici¨®n alemana de ejercer determinadas profesiones: aqu¨ª, evidentemente, quienes no tienen ninguna oportunidad son los que dicen que s¨ª a todo.
A¨²n me ha llamado la atenci¨®n otra cosa en los consejeros noruegos: su optimismo sereno, su ¨¢nimo emprendedor. Este estado de ¨¢nimo es actualmente una anomal¨ªa en Europa. Puede que tenga que ver con el r¨¢pido ¨¦xito profesional. Pero esta explicaci¨®n no basta. En todos los rincones y confines se tropieza hoy en Noruega con la sensaci¨®n de que ha estallado una nueva era de pioneros. Con todas sus oportunidades y riesgos, la base material para ello es el petr¨®leo.
Queda pendiente la cuesti¨®n de si los bright young men no han alcanzado sus influyentes posiciones con demasiada facilidad, con demasiadas pocas resistencias. ?Qu¨¦ piensan de las anacr¨®nicas virtudes de su pa¨ªs? ?No piensan de una forma excesivamente elitista? ?No se mezcla en su impulso un rastro de altaner¨ªa? ?No son, con todo su altruismo, un club, una cordada, una mafia? "Es posible", dicen los consejeros, "?pero qu¨¦ otro remedio nos queda?".
'POST SCRIPTUM'
Las palabras que empiezan por post siempre son sospechosas. Naturalmente, con esto no quiero decir nada contra el viejo y bueno mensajero postal. Tambi¨¦n voca
Traducido del alem¨¢n por Carmen Seco.
Anacronismos noruegos
blos como postille (devocionario) y postulado tienen su sentido. ?Pero qu¨¦ pasa con el posmodernismo? ?Existe? Quien se lleva la palabra a la boca representa con ella una triple afirmaci¨®n que no est¨¢ respaldada por niguna prueba, por no hablar de filos¨®ficos ositos de goma como el posestructuralismo o los valores posmaterialistas.Tambi¨¦n la muy citada sociedad posindustrial me ha parecido siempre una frase period¨ªstica. Pero desde que he sido testigo de c¨®mo se arrastraba una gigantesca plataforma petrol¨ªfera por los solitarios fiordos cubiertos de niebla de Rogaland, ya no estoy tan seguro
Los relojes de Noruega siempre anduvieron de una manera distinta a los del continente. Este pa¨ªs es el reino de la asimultaneidad. Observadores perspicaces lo notaron pronto. El famoso historiado Ernst Sars incluso ha escrito un libro sobre esto: Den norske utala. Probablemente ¨¦l quer¨ªa decir otra cosa, pero lo que a m¨ª me admira siempre de esta peque?a sociedad perif¨¦rica es una obra de arte inconsciente que en los ¨²ltimos 70 a?os siempre le ha salido: va cojeando detr¨¢s de los tiempos y a la vez va por delante de ellos.
Por un lado, ama el anacronismo y se aferra tenazmente a maneras de pensar y formas de vida premodernas. Por otro lado, tiende a adelantarse, sin pensarlo, al futuro. (Con un concepto de la ciencia del comportamiento podr¨ªan explicarse estas irrupciones en lo desconocido como actos de salto.) Una evoluci¨®n homog¨¦nea y armoniosa es imposible en estas condiciones. Por eso los noruegos no son capaces, ni tampoco est¨¢n dispuestos a ello, a imitar consecuentemente modelos extranjeros. El ¨²ltimo intento de esta clase, la imitaci¨®n del modelo sueco, si bien no ha dejado de tener consecuencias, en el fondo ha fracasado. Tambi¨¦n la tenacidad con que el electorado se opuso a la integraci¨®n en la Comunidad Europea es un indicio de la marcha asincr¨®nica de la historia noruega. Todo esto arroja luz sobre el doble car¨¢cter que siempe ha llamado la atenci¨®n de los observadores extranjeros en los habitantes de este pa¨ªs: son a la vez ultramontanos y cosmopolitas. Hoy d¨ªa, Noruega es el mayor museo de tradiciones populares de Europa, pero tambi¨¦n un gigantesco laboratorio para el futuro.
Hay estudiosos de los cuentos de hadas que afirman que la Cenicienta de la colecci¨®n de los Grimm no era originariamente una ni?a, sino un hombre. Para decir esto pueden apelar a la tradici¨®n noruega. El personaje de cuentos de hadas favorito del pa¨ªs, Askeladden, es un operario aparentemente incompetente que como su nombre indica, siempre anda escarbando en la ceniza. Es el m¨¢s vago de tres hermanos y tan bonach¨®n que todo el mundo le considera bastante retrasado Pero para disgusto de sus diligentes, calculadores y ambiciosos hermanos, es ¨¦l quien se casa con la princesa. Encuentra su suerte como los noruegos han encontrado el petr¨®leo: sin esforzarse demasiado y totalmente seg¨²n la m¨¢xima b¨ªblica "los ¨²ltimos ser¨¢n los primeros". Se confirma lo que Askeladden, en su atontamiento, nunca hab¨ªa dudado: concretamente, que es uno de los elegidos.
VIDA SANA
Pero qu¨¦ hacen los afortunados ganadores despu¨¦s de haberles tocado el gordo? Nada especial. Simplernente ejercen al m¨¢ximo sus viejas preferencias, que de improviso demuestran ser prometedoras: su apego a lo manejable y a la descentralizaci¨®n, a la ayuda a los vecinos y a la vida sana, su culto a los antepasados, su pasi¨®n por el deporte, su amor a la naturaleza. Y para esto les viene muy bien haberse perdido mucho de lo que en otros sitios estaba a la orden del d¨ªa: la concentraci¨®n de la poblaci¨®n en ciudades de millones, el desarrollo de zonas industriales llenas de holl¨ªn, la ampliaci¨®n de espesas redes de autopistas, la adaptaci¨®n a una disciplina de trabajo estricta y a un derroche enfermizo.
Incluso en su m¨¢s nuevos y prometedores proyectos reaparecen viejos motivos, inclinaciones y capacidades: la pesquer¨ªa tradicional en la acuacultura, la conversi¨®n de los paganos en la ayuda al desarrollo, la emigraci¨®n en la exportaci¨®n de proyectos, la investigaci¨®n polar en la prospecci¨®n de petr¨®leo, la navegaci¨®n en la tecnolog¨ªa marina y la agricultura en la biot¨¦cnica.
En esto, unos pocos sectores muy desarrollados servir¨¢n de base material a una poblaci¨®n que hace tiempo que se ha despedido de la producci¨®n primaria y secundaria. S¨®lo en estas condiciones se har¨¢ realidad el Estado del bienestar: la mayor¨ªa de los ocupados atender¨¢ a los ni?os, los viejos y los enfermos. El resto es tiempo libre.
En una sociedad as¨ª tampoco la restauraci¨®n del pasado tendr¨ªa apenas l¨ªmites. No s¨®lo edificios viejos, sino tambi¨¦n oficios extinguidos, pueden recuperarse. Quien sea lo suficientemente rico para dedicarse a actividades tan pobres puede cocer su propio pan y tejer o hacer alfarer¨ªa seg¨²n le apetezca. Hartvig Saetra, el pac¨ªfico guerrero furioso, incluso ha exigido completamente en serio el establecimiento de parques nacionales en que miles de campesinos pagados por el Estado ejercer¨ªan su profesi¨®n con medios antiguos, tras el mulo y el arado, sin usar la qu¨ªmica ni las m¨¢quinas, para conservar t¨¦cnicas y biotopos en trance de extinci¨®n.
As¨ª, el honorable anacronismo noruego entrar¨ªa definitivamente en su estadio posindustrial. Al margen de unos enclaves muy tecnificados, podr¨ªa resultar una naci¨®n de maestros y corredores, asistentes sociales y jardineros, enfermeros y artesanos, en un gran museo al aire libre de 324.000 kil¨®metros cuadrados.
Curiosamente, esta utop¨ªa recuerda las ideas de un fil¨®sofo alem¨¢n que pens¨® una situaci¨®n en que "la sociedad regule la producci¨®n general y que me permita hacer hoy esto, ma?ana aquello, por la ma?ana cazar, por la tarde pescar, al atardecer dedicarme a la ganader¨ªa, despu¨¦s de comer criticar, seg¨²n me apetezca, sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o cr¨ªtico" (Carlos Marx).
Pero yo apenas creo que Noruega est¨¦ a punto de transformarse en una sociedad comunista. Tambi¨¦n est¨¢n muy lejos los noruegos de creerse un modelo para el resto del mundo, aunque s¨®lo sea precisamente porque no se interesan mucho por el resto del mundo. Por lo dem¨¢s, Noruega no es un modelo, sino una organizaci¨®n experimental en condiciones extremas, no repetibles. Nadie sabe qu¨¦ saldr¨¢ de estas aventuras y si los habitantes del pa¨ªs est¨¢n pol¨ªtica, ps¨ªquica y moralmente a su altura. Ya hoy, lo sepan o no, dependen del goteo de la econom¨ªa del petr¨®leo. Flota en el ambiente un soplo de artificiosidad y jubilaci¨®n anticipada.
Noruega, esta extravagancia en la periferia de Europa, entre terminal de petr¨®leo y caba?a de verano, finca del p¨¢ramo y arquitectura de vidrio, exportaci¨®n de capital y paz de Dios, no es el para¨ªso terrenal, sino un monumento a la peculiaridad y un idilio quejumbroso.
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