Alan Garc¨ªa, l¨ªder de vocaci¨®n continental
A primeras horas de la tarde del 28 de julio pasado, el venerable senador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) Luis Alberto S¨¢nchez, jadeante y disneico a sus 85 a?os de edad, asum¨ªa provisionalmente la presidencia de la Rep¨²blica peruana en su calidad de presidente de los congresos de diputados y senadores y tan s¨®lo por los breves minutos que mediaron entre la despedida del arquitecto Fernando Bela¨²nde Terry y la llegada al palacio legislativo del joven mandatario electo, Alan Garc¨ªa, de 36 a?os de edad.
Luis Alberto S¨¢nchez, abogado y doctor en Letras, tiene a sus espaldas una obra literaria y erudita de caudales amaz¨®nicos. Fue campe¨®n de esgrima, futbolista y boxeador, y coquete¨® con el toreo, la gimnasia ol¨ªmpica y la danza. Hace pocos a?os, ante una p¨¦rdida progresiva de la visi¨®n, intent¨®, pegarse un tiro en la cabeza; por dos, veces el gatillo del rev¨®lver rastrill¨® sin disparar el cartucho, y escudri?ando el arma para advertir su fallo, se dispar¨® por fin el tiro sin herirle: el sobresalto le hizo recapacitar y afortunadamente desisti¨®.Multidesterrado, perseguido y encarcelado, era la viva representaci¨®n del viejo aprismo palpando por primera vez la dignidad del poder. Su banda presidencial era peque?a, amoldada a su cuerpo anciano de escasa estatura, y se hab¨ªa preparado otra para el corpach¨®n fornido de Alan Garc¨ªa. Cuando ¨¦ste lleg¨®, jur¨® y firm¨®, tom¨® su banda, se la autoimpuso, se cuadr¨® y contempl¨® la C¨¢mara con rictus de amarga seriedad mientras los parlamentarios le ovacionaban con las r¨ªtmicas y extra?as palmas sincopadas con las que aplauden los peruanos. Luis Alberto S¨¢nchez, desplazado por Alan Garc¨ªa de su vitalicia presidencia de la comisi¨®n pol¨ªtica del partido, tambi¨¦n le contemplaba incr¨¦dulo y sin aliento.
Alan Garc¨ªa extra¨ªa a la APRA de seis d¨¦cadas de persecuciones y ostracismos y ocupaba la presidencia de la Rep¨²blica a los 36 a?os, saltando por encima de dos generaciones del partido. Es obligado ocuparse con alguna extensi¨®n de ¨¦l.
A?os de bohemia
Naci¨® en Lima de una familia de padres y abuelos apristas -los progenitores, encarcelados por su militancia- pertenecientes a la clase media ilustrada. Militante aprista desde su secundaria, estudia Derecho en la universidad de San Marcos y se doctora en Madrid con La concepci¨®n jer¨¢rquica de la sociedad y el derecho constitucional en la independencia de Am¨¦rica, bajo la direcci¨®n del profesor Manuel Fraga Iribarne.Estudia Sociolog¨ªa en Par¨ªs y vive en la d¨¦cada de los setenta la bohemia latinoamericana parrandeando por las calles con una guitarra y cantando a los turistas valsecitos peruanos. Ya est¨¢ casado con una compatriota y tiene una hija.
En un viaje a Madrid para asistir a un seminario latinoamericano coincide con Pilar Nores, una argentina, hija del rector de la universidad de C¨®rdoba, que estudiaba Econom¨ªa en Londres. Alan, pese a su acendrado catolicismo, se divorcia y contrae nuevo matrimonio civil con la actual primera dama peruana, de la que tendr¨¢ otras tres hijas, la ¨²ltima nacida en abril a los pocos d¨ªas de su elecci¨®n.
En 1978, un a?o antes de morir, V¨ªctor Ra¨²l Haya de la Torre, a la postre un gran docente, un gran conocedor del alma de los j¨®venes, le reclama a Per¨² y le hace elegir diputado a la Asamblea Constituyente que elabora, bajo su presidencia, la nueva Constituci¨®n republicana. Alan Garc¨ªa se destaca entonces, a los 29 a?os, como un excelente orador e inicia una carrera, partidaria destellante: en 1980 es cabeza de lista de la APRA en las elecciones generales; el mismo a?o, el congreso del partido le designa presidente de la comisi¨®n de ideolog¨ªa y doctrina; dos a?os despu¨¦s es elegido secretario general de la APRA, y en 1984, por voto universal, secreto y directo de los militantes, es elegido candidato presidencial por el 90% de los sufragios internos. Y el 14 de abril del presente a?o arrasa electoralmente las urnas, con m¨¢s del 50% de los votos v¨¢lidos, logrando para su partido la mayor¨ªa en las dos c¨¢maras.
Dotado de una gran prestancia f¨ªsica, a?adida a su juventud (1,85 de estatura), es una personalidad nada trivial, tan aparentemente contradictoria e imprevisible como la doctrina que sustenta. Tiene gran vigor intelectual y es muy eficaz en su trabajo; es col¨¦rico y autoritario y no sabe delegar, pero desmayos de profunda depresi¨®n le hacen ser amado por sus subordinados, que as¨ª le ven humano.
Es cat¨®lico practicante y confeso, de misa dominical, que corre a postrarse ante el Papa siendo candidato a la presidencia, hace lucir a su segunda esposa la medalla de Juan Pablo II, y toma juramento a sus ministros sobre la Biblia y "por Dios y por la patria", pero ¨¦l jura s¨®lo "por el pueblo peruano"; se divorcia, y admite la contraconcepci¨®n y el desarrollo pr¨¢ctico de los grandes y algo brutales murales que se observan en Lima: "Planifique su familia, piense en los conejos".
Acento bostoniano
Y firme en la tradici¨®n antinorteamericana del aprismo, es sorprendente en ¨¦l el toque kennedyano: la mujer joven, delicada y elegante, los hijos sempiternamente presentes, la ruptura del protocolo, el abrirse la chaqueta para mostrar que no usa chaleco blindado, el dialogar desde el balc¨®n con los transe¨²ntes, y hasta el mismo dilema de John Fitzgerald en su discurso de asunci¨®n: "Plante¨¦mosnos qu¨¦ podemos hacer por el Estado antes de lo que ¨¦ste puede hacer por nosotros". Acento bostoniano, de nueva frontera, compensado maritalmente por la compa?erita Pilar, decidida impulsora de comedores populares y que ya cita en su despacho a los ministros para coordinar planes de socorro a los m¨¢s necesitados, como una nueva Evita peruana, fiel a su nacimiento argentino.Aparentes contradicciones para una mentalidad europea, pero no para un pol¨ªtico latinoamericano y menos a¨²n aprista. V¨ªctor Ra¨²l Haya de la Torre fue un gran sincretista ideol¨®gico y en los a?os veinte quiso apresar y latinoamericanizar las dos grandes corrientes morales del comunismo y del fascismo; leyendo su farragosa obra escrita en dif¨ªciles condiciones de exilio o confinamiento se encuentran todas las contradicciones de un honrado trapero intelectual que se inspir¨® en Marx y en Engels, en el Kuomintang, en Bol¨ªvar, en el Nuevo Testamento, en la Revoluci¨®n Francesa, en Sorel y en Tupac Amaru.
Pero de entre todos sus textos es imposible extraer una sola tonter¨ªa: fue un tercerista avant la l¨¨tre y desarroll¨® una teor¨ªa y un partido interamericanista, nacionalista, populista, interclasista, regeneracionista, y manteniendo las distancias con el capitalismo -lo que en sus a?os se llamar¨ªa la plutocracia- y el comunismo. Convencido -cierta y cabalmente- de que la pol¨ªtica hegem¨®nica estadounidense era el principal obst¨¢culo para el desarrollo de Am¨¦rica Latina, contra ella enfil¨® su dial¨¦ctica y pag¨® su precio: persecuciones sin cuento, permanente hostilidad militar, varias veces impedido de ocupar el poder ganado democr¨¢ticamente y m¨¢s de 50 a?os de siembra pol¨ªtica sin ver brotar el fruto. Es de comprender el sentimentalismo de Alan Garc¨ªa haci¨¦ndose entregar el acta de presidente electo en la biblioteca de Haya de la Torre y su peregrinaci¨®n posterior, junto con todo su Gobierno, a su tumba en Trujillo.
Pero probablemente la APRA ha ganado las elecciones de abril, m¨¢s que por la vaga y moralizante ideolog¨ªa de Haya de la Torre, por los desastres de la derecha de Acci¨®n Popular, la bolsa de gatos en que ha devenido la izquierda cl¨¢sica y la personalidad magn¨¦tica de Alan Garc¨ªa. Bela¨²nde gan¨® las elecciones de 1980 por un 45% de los votos de un electorado que quer¨ªa la estabilidad democr¨¢tica -Bela¨²nde fue derrocado por el general Velasco Alvarado en 1968-, y junto a Acci¨®n Popular -la derecha conservadora- se retira con poco m¨¢s del 6% de los votos y al borde de desaparecer como partido.
La derecha, y en particular Bela¨²nde Terry, demostr¨® ser eficaz para hacer rodar la democracia -a Bela¨²nde se le podr¨¢ acusar de todo, menos de no ser un eminente, defensor de las libertades formales-, pero perdi¨® sus cinco a?os sin afrontar el m¨¢s peque?o de los problemas estructurales del pueblo peruano. Y tuvo la mala suerte, o el justo castigo, de comenzar su mandato con la puesta de largo de Sendero Luminoso en las altas profundidades andinas.
La bandera de la justicia
La izquierda, dividida, recompuesta, vuelta a dividir, a¨²n empecinada en disquisiciones alquimistas sobre la III Internacional, podrida de personalismos, logr¨® dar una m¨ªnima imagen de unidad bajo la batuta ser¨¢fica de Alfonso Frejolito Barrantes y apoderarse de la alcald¨ªa de Lima. Pero de la campa?a previa a las elecciones de abril se desprende que Barrantes no deseaba ganar, o cuanto menos tem¨ªa un triunfo electoral izquierdista, sin lugar a dudas prematuro.Quedaba la APRA, incontaminada por el ejercicio del poder y con su bandera de justicia en las manos. Su viejo l¨ªder radical, Armando Villanueva, Zapatones, ya hab¨ªa fracasado estrepitosamente ante Bela¨²nde en las elecciones de 1980. El partido estaba dividido y la vieja guardia aprista, ya a?osa, esclerotizada en sus cargos. Resultado inevitable que de entre los cuadros j¨®venes emergiera alguien con ambici¨®n y cualidades, erigi¨¦ndose en sintetizador y superador de las ancianas diferencias partidarias y oferente de trabajo y eficacia. Una trayectoria pol¨ªtica interna -la de Alan Garc¨ªa- no muy despareja, aunque m¨¢s fulgurante y sin un Alfonso Guerra, de la de Felipe Gonz¨¢lez dentro del Partido Socialista Obrero Espa?ol.
En seis a?os, y a los 36, Alan Garc¨ªa ha ocupado el poder en la APRA y en el palacio de Pizarro. Tras las elecciones de abril, antes de tomar posesi¨®n de la presidencia, convoc¨® el congreso del partido para dominarlo en plena euforia triunfal. Armando Villanueva aspiraba a la secretar¨ªa general, pretendiendo disparar hacia arriba a Alan Garc¨ªa, a la presidencia del partido.
Alan Garc¨ªa movi¨® los pasillos congresuales, aceptando finalmente la presidencia partidaria pero unida a la presidencia de la comisi¨®n pol¨ªtica, de la que removi¨® sin contemplaciones al anciano ex suicida Luis Alberto S¨¢nchez, ahora presidente del Senado y del Congreso y primer vicepresidente de la Rep¨²blica peruana. La secretar¨ªa general la dej¨® dividida en dos, con turnos rotatorios de 18 meses: una para Zapatones y otra para el sindicalista Luis Negreiros -el Durito; a Zapatones le llaman el Duro-, para que se vayan cocinando entre s¨ª. Alan Garcia, por indiscutibles m¨¦ritos propios, es el centro y eje del partido y el que con su imagen, su juventud y su oratoria les ha llevado al poder. Muy por encima del resultado electoral, los ¨²ltimos sondeos de opini¨®n le otorgan el 80% de la credibilidad popular.
Sacudir Per¨²
Desde esta peana de espuma triunfalista Alan Garc¨ªa aspira a algo m¨¢s -fiel a su maestro Haya de la Torre- que a una pac¨ªfica y ordenada continuidad constitucional por cinco a?os. Va a sacudir a Per¨² como a una estera, y ya, a las 48 horas de su presidencia, ha cesado al coronel jefe de Homicidios de la Polic¨ªa de Investigaciones por supuesta relaci¨®n con el tr¨¢fico de divisas y ha decretado una econom¨ªa de guerra m¨¢s dura que la de Argentina retando al Fondo Monetario Internacional.Quienes le conocen estiman que aspira seriamente a cerrarle la boca a Fidel Castro -cuya parafernalia oratoria sin duda ha estudiado y, cuando menos, igualado- y a superar desde una izquierda posibilista el prestigio de la insondable sensatez del presidente argentino Ra¨²l Ricardo Alfons¨ªn. Sea como fuere, su futuro emerge potente, como un nuevo l¨ªder latinoamericano.
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