La nueva cultura negra
En un momento de tanta gravedad como el presente esta desidia es m¨¢s que comprensible. Sin embargo, la comprensi¨®n no suprime los problemas a los que deber¨¢ enfrentarse la nueva cultura negra. Los te¨®ricos negros son conscientes de ello. Escritores negros como Ezekiel Mphahlele y Lewis Nkosi comenzaron una investigaci¨®n hace 20 a?os, pero sus ensayos fueron prohibidos. Dos d¨¦cadas m¨¢s tarde la acci¨®n continuada, vergonzosa, criminal y est¨²pida por parte del Gobierno surafricano ha reducido el debate cultural de los negros a conferencias de exiliados y a publicaciones de exilio, y en Sur¨¢frica a las audaces p¨¢ginas de un peri¨®dico literario, Staffrider, que pasa como un rayo a trav¨¦s del guantelete de la censura cada vez que sale a la calle.Los artistas negros tratan en primer lugar de resucitar la cultura precolonial para que sirva de cimiento a una cultura ind¨ªgena africana moderna. El per¨ªodo colonial es considerado una interrupci¨®n; la actitud de los negros consiste en decir que las ideas, conceptos y t¨¦cnicas fueron sumergidos por la capa de cemento de una cultura basada ¨²nicamente en los valores culturales blancos. Los artistas negros han penetrado a trav¨¦s del cemento con los tambores y la ¨¦pica tradicional que celebran el pasado, y sit¨²an realmente a los h¨¦roes de la presente lucha de liberaci¨®n -Mandela, Sobukwe, Biko, Hector Petersen- en un parten¨®n de h¨¦roes culturales inspiradores junto a los pioneros de la propia literatura negra, Sol Plaatje y Thomas Mofolo.
Pero para materializar la realidad objetiva de los negros modernos, los escritores y los artistas deber¨¢n sintetizar todo esto con las aspiraciones de la gente que todav¨ªa quiere televisi¨®n y pantalones vaqueros (lo que George Steiner llama "la biblia y el sue?o" de las vidas individuales contempor¨¢neas). Es relativamente f¨¢cil crear un arte popular -es decir, una expresi¨®n est¨¦tica de la experiencia b¨¢sicamente compartida- en un per¨ªodo en el que la experiencia principal de todos, intelectuales, trabajadores y campesinos, es la opresi¨®n: en Sur¨¢frica las leyes de pases; son un terrible unificador cultural. Otro asunto es cuando el impacto de la experiencia penetra violentamente en categor¨ªas distintas de experiencia de clase.
La meta admitida de los negros es un despegue cultural a partir del pueblo y que pertenezca al pueblo; no formar una elite de cuello blanco. Esta nueva orientaci¨®n implica un alejamiento de Europa y al mismo tiempo el establecimiento de una relaci¨®n esencial entre el pasado y el presente tecnol¨®gico (este ¨²ltimo es reconocido como algo diferente de la amenaza inherente a la cultura blanca). Y el; que la era tecnol¨®gica es algo que no puede ser negado y se halla ya para siempre en ?frica junto a los negros. Del mismo modo, los instrumentos de la cultura blanca -el m¨¢s importante de los c¨²ales es la literatura escrita en todas sus formas, desde el verso libre al drama profundo y a la novela-, de los que se han apropiado los negros, y leg¨ªtimamente, dado que los medios de expresi¨®n pertenecen a todo aquel que quiera utilizarlos, deber¨ªan ser reconocidos como independientes respecto a la mencionada amenaza.
Un arte pos-apartheid que supere la liberaci¨®n en un sentido estrictamente pol¨ªtico, liberado del agitprop y en circulaci¨®n por todo el contexto de liberaci¨®n en el que la cultura negra ve su futuro: a menos que los artistas negros puedan llevar a cabo una s¨ªntesis fuerte y org¨¢nica de estos puntos, su arte ser¨¢ s¨®lo nost¨¢lgico; habr¨¢ una separaci¨®n entre la vida moderna y el arte. Y correr¨¢n el peligro de caer en una nueva alienaci¨®n. Vuelve aqu¨ª el problema de la pert¨ªnencia y del compromiso. Puede parecer que esto no tiene mucho que ver con la tremenda urgencia a la que obligan los peligros presentes, pero se trata de un problema, entre muchos, que hace que la lucha del ¨¢rtista negro para alcanzar una conciencia verdadera contin¨²e y que el futuro del arte en Sur¨¢frica sea incierto.
Rehacerse a s¨ª misma
Si el artista blanco ha de avanzar hasta expiresar lo que Yeats dice de la "vida que nunca pudo expresarse"; ello presupone por un lado que la cultura blanca deber¨¢ rehacerse a s¨ª misma, y por otro, que la cultura ne,gra deber¨¢ aceptar al artista blanco como alquien que ha arraigado en una cultura ind¨ªgena. Esta nueva versi¨®n de su cultura podr¨ªa determinar su visi¨®n, sustituir las fuerzas demon¨ªacas de desintegraci¨®n, que ir¨®nicamente son a un tiempo las que lo han conducido a la alienaci¨®n y las que eran su tema. Pero a menos que ocurra as¨ª, sabr¨¢ cada vez menos y ser¨¢ capaz de ver cada vez menos -junto a la comprensi¨®n profunda y a la visi¨®n interior necesaria para la creaci¨®n- de las realidades objetivas que trat¨® de reconocer cuando rechaz¨® la falsa conciencia formada en la cultura tradicional blanca. En la era pos-apartheid la situaci¨®n del artista blanco depender¨¢ mucho m¨¢s de fuerzas exteriores que la del artista negro.
Tras haber cambiado su vida -nada menos-, el artista blanco podr¨¢ quiz¨¢ delimitar su sitio en una cultura ind¨ªgena real del futuro reclamando ese sitio en la naturaleza impl¨ªcita del artista en cual¨ªdad de actor del cambio, yendo siempre hacia la verdad, hacia la verdadera conciencia, pues el propio arte se inclina por la consecuci¨®n de esa esencia de las cosas.
En la naturaleza del artista est¨¢ la aspiraci¨®n a transformar el mundo. El sentido revolucionario, ,en t¨¦rminos art¨ªsticos, es el sent¨ªdo de la totalidad, una concepci¨®n total del mundo donde la teor¨ªa y la acci¨®n se juntan en la imaginaci¨®n. Si este mundo total es el lugar donde la cultura negra y la blanca podr¨ªan convertirse en algo distinto, deseado por blancos y negros, es un interrogante al que ni yo ni nadie puede responder en Sur¨¢frica; s¨®lo se puede tender a ¨¦l.
Si bien yo soy blanca y perfectamente consciente de que mi conciencia tiene inevitablemente el mismo color que mi rostro, cuando hablo de actitudes y opiniones blancas no significa que yo hable por los blancos, sino que cito las actitudes y opiniones expresadas por los propios blancos o que se manifiestan (en mi opini¨®n) en sus trabajos. Evidentemente, tambi¨¦n hablo por m¨ª misma. Cuando hablo de las actitudes y opiniones de los negros no trato de hablar por ellos, sino que cito actitudes y op¨ªniones expresadas por los propios negros o (en mi opini¨®n) manifestadas en sus trabajos.
'Nosotros'
Es dif¨ªcil terminar con las buenas palabras de esperanza habituales; el estado de la cultura en Sur¨¢frica no anima a hacerlo. Con todo, cuando me arriesgo a usar nosotros para hablar de los escritores y artistas surafricanos, blancos y negros, el pronombre expresa alg¨²n tipo de obstinada intenci¨®n colectiva de aceptar que existe al menos la posibilidad de una naturaleza ind¨ªgena, ¨²nica y com¨²n para el arte en Sur¨¢frica. Cualquier optimismo ser¨¢ realista s¨®lo cuando nostros, negros y blancos, podamos justificar nuestras teor¨ªas y esperanzas, ¨²nicamente en el momento en que nos veamos a nostros mismos como lo que Octave Mannoni, en su estudio sobre los efectos del colonialismo, Prosp¨¨re et Caliban, llama "aprendices de libertad".
S¨®lo como aprendices de libertad podremos quiz¨¢ columbrar, mientras llega a trav¨¦s de los montes del r¨ªo Hex de El Cabo, o de los Drakensberg del Natal, a ese invitado del futuro: el artista como profeta de la resoluci¨®n del problema de las culturas divididas.
Traducci¨®n: C. A. Caranci.
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