C¨®mo acabar con Mozart
Lleg¨® a su fin en el segundo canal de Televisi¨®n Espa?ola la serie en siete cap¨ªtulos sobre la vida de Wolfgang Amadeus Mozart, que los telespectadores espa?oles han tenido ocasi¨®n de ver por segunda vez en lo que va de a?o. Buena ocasi¨®n para reflexionar sobre c¨®mo los guionistas Beatrice Rubinstein. y Marcel Bluwal, ¨¦ste ¨²ltimo responsable tambi¨¦n de la realizaci¨®n de la serie, acaban con la vida del insigne salzburgu¨¦s. Bue?a ocasi¨®n tambi¨¦n para relacionarlo con otro final de reciente recuerdo: el del oscanzado Amadeus de Milos Forman.R¨¦quiem era el t¨ªtulo del ¨²ltimo cap¨ªtulo. Tal vez no se rompieran demasiado los cascos a la hora de elegirlo, pero reconozc¨¢mosle a la palabra su contundencia conclusiva. Claro que muy probablemente el espectador que durante siete martes, de verano por m¨¢s se?as, ha seguido la historia hasta aqu¨ª, ya conoce la ambigua reflexividad que el t¨¦rmino encierra: R¨¦quiem de Mozart para Mozart, o de c¨®mo la muerte en persona encarga al compositor su ¨²ltimo trabajo.
No hay biograria que salte por alto el novelesco detalle del misterioso mensajero que visita al compositor al final de sus d¨ªas encarg¨¢ndole la f¨²nebre obra. En el caso de Amadeus el personaje enviado por el conde Walsegg es manipulado por los celos de un Salieri desbordado que busca el final del que considera su enemigo frente a Dios y los hombres.
Es una forma de darle la vuelta al asunto, de a?adir algo que la Historia de ning¨²n modo ha confirmado: no fue la muerte en persona quien visit¨® al genio, sino un hombre de carne y hueso, inteligente y perverso, que jug¨® con la credulidad de un moribundo.
En el caso del Mozart de Bluwal el enigm¨¢tico personaje aparece cuando Mozart da un pa seo por el Prater. M¨¢s tarde acude a la casa para dar un adelanto al m¨²sico, en presencia de Constanza Mozart y de Emmanuel Schikaneder, el libretista de La flauta m¨¢gica (por cierto: este detalle no se aclara en la serie y es curioso, porqu¨¦ previamente Mozart y ¨¦l han hablado de la posibilidad de componer la obra). Aqu¨ª, en cambio, falta algo. Concretamente: falta informaci¨®n. O se reinterpreta libre mente la historia, como hace Forman, o se explica bien, acaso con una voz en off, como hiciera la excelente serie de Castellani sobre Verdi, que tambi¨¦n pudimos ver este a?o. No hacer n una cosa ni la otra equivale a reincidir en una literatura sobada del siglo pasado, hoy inviable porque todos sabemos demasiado.
No por ello deja la serie de tener aspectos de calidad. La ambientaci¨®n est¨¢ bien conseguida y tambi¨¦n la fotograf¨ªa que en ocasiones, como cuando Mozart cae ex¨¢nime en la taberna de la Serpiente de Plata y es trasladado urgentemente a su casa, recuerdan de cerca la versi¨®n de Forman.
Pero se echa en falta que tal abundancia de medios no haya sido puesta al servicio de un gui¨®n m¨¢s trabajado, en un sentido m¨¢s fantasioso o en otro m¨¢s informativo. Mozart hubiera acabado sus martes televisivos diciendo m¨¢s cosas al espectador.
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