Kashoggi
En plena decadencia de la jet society espa?ola, casi reducida a la reserva marbell¨ª y apenas algunos enclaves fiscales por los Caribes, la aparici¨®n de nuevos personajes como Kashoggi o el millonario argentino Jorge Perdomo, as¨ª como el estar y no estar en el escaparate de Miguel Boyer, ha aportado nueva sangre a tan an¨¦mico sujeto colectivo, Especialmente fascinante. Kashoggi, tan rico tan rico que convierte la riqueza en una dimensi¨®n irreal. Tan rico que ha conseguido que la calculadora Brooke Shields acuda a su fiesta de cumplea?os como invitada contratada. El cachet de la se?orita Shields es muy superior al de todas las princesas de M¨®naco juntas.Primero fue el robo de las cajas tan fuertes como secretas del Banco de Marbella. Luego el esc¨¢ndalo de lo que se supo y sobre todo de lo que se intuy¨® en relaci¨®n con la fuga de divisas. Fueron dos golpes terribles para la moral de una jet society que ¨²ltimamente no ha creado noticias en relaci¨®n justa con la demanda de la Prensa del coraz¨®n. Es cierto que no hace mucho recibi¨® el refuerzo de monsieur Junot, que re¨²ne dos legitimidades: la de ser descendiente de un mariscal de Napole¨®n y la de haber sido el primer marido de la incomparable Carolina de M¨®naco.
Pero Junot fue un fichaje insuficiente, como esos jugadores negros que contratan cada temporada los equipos de baloncesto del Barcelona y el Real Madrid, que son algo as¨ª como interinos a la espera del gran jugador negro definitivo e irrepetible.
Kashoggi es otra cosa. Kashoggi puede ser el Di St¨¦fano que haga ganar a la jet marbell¨ª otras cinco Copas de Europa. Tan grande es su fortuna que ni siquiera necesita tener sentido del rid¨ªculo, y por si le quedara un poco, tiene a su lado a don Jaime de Mora y Arag¨®n, un desridiculizador profesional. Kashoggi puede llenar el inmenso vac¨ªo dejado hace ya varios lustros por el ag¨¢ Jan, aquel suegro ef¨ªmero de Rita Hayworth, al que cada a?o sus seguidores le regalaban su peso en oro. La riqueza es escandalosa cuando es relativa. La riqueza absoluta, en cambio, es casi una virtud teologal, y, por tanto, un ideal de conducta.
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