Solidaridad, cinco a?os despu¨¦s
Lo m¨¢s sorprendente de la historia polaca es su repetitividad. Se mire por donde se mire, vuelve a proponer a trav¨¦s de los siglos y decenios la obsesi¨®n por algunos ¨ªncubos que se repiten y se realizan puntualmente: el reparto de Polonia entre rusos y alemanes, de la ¨¦poca volteriana de Federico y Catalina a la ¨¦poca totalitaria de Hitler y Stalin; la lucha siempre frustrada por afirmar una especificidad nacional que, seg¨²n Conrad, el gran escritor de lengua inglesa y sangre polaca, no tendr¨ªa nada que ver con el mundo eslavo; la custodia de esta vulnerable especificidad, confiada en manos de una Iglesia cat¨®lica en¨¦rgica y politizada; la end¨¦mica fragilidad del desarrollo econ¨®mico y de la emancipaci¨®n social que desembocar¨¢, tras la I Guerra Mundial, en el bonapartismo del mariscal socialista Pilsudski y en el bonapartismo del general comunisa Jaruzelski tras la II Guerra Mundial. Todo ello es un eterno retorno que muestra c¨®mo la historia, volviendo sobre sus propios pasos, puede repetirse en t¨¦rminos de un drama y no s¨®lo de una farsa, como afirmaba Marx.El comienzo del ¨²ltimo acto del interminable drama polaco tambi¨¦n empieza con una repetici¨®n: la huelga general que el 14 de agosto de 1980 se propaga desde los astilleros de Danzig a todo el pa¨ªs est¨¢ calcada, con modales menos violentos y menos pol¨ªticos, de la agitaci¨®n que estall¨® diez a?os antes en la misma ciudad, con decenas de muertos y m¨¢s de mil heridos. (-)
Habr¨¢ que ver si Jaruzelski transcurrir¨¢ sus pr¨®ximos a?os como virrey de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en Polonia o bien si su dictadura militar terminar¨¢ un d¨ªa se?alada, al igual que la de Pilsudski, con el sello infamante del chovinismo peque?oburgu¨¦s.
14 de agosto
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