Una ins¨®lita conversaci¨®n con Nelson Mandela
"Los blancos surafricanos son de aqu¨ª, y queremos que compartan el poder con nosotros"
Nelson Mandela est¨¢ detenido en la prisi¨®n de Pollsmoor, un moderno penal a unos 45 minutos en coche de Ciudad del Cabo. Fue trasladado all¨ª en 1981, despu¨¦s de haber pasado casi 20 a?os en Robben Island, la famosa instituci¨®n de m¨¢xima seguridad en las costas de Sur¨¢frica. Llegamos a Polls¨ªnoor cerca de mediod¨ªa, y despu¨¦s de cruzar varias edificaciones de ladrillo llegamos al edificio de cinco pisos donde Mandela y otros cinco l¨ªderes del ANC ocupaban una celda del ¨²ltimo piso.En el primer piso me pasaron a la oficina alfombrada de un mayor del servicio de correccionales de Sur¨¢frica. Transcurrieron solamente unos minutos cuando entr¨® Mandela, que me recibi¨® amablemente.
Es un hombre alto, delgado y atractivo, que aparenta ser mucho m¨¢s joven de los 66 a?os que tiene. Vestido con su propia camisa caqui y pantalones a medida, en vez del obligatorio uniforme carcelario de algod¨®n azul, ten¨ªa un aspecto fuerte y saludable, sus ademanes reposados y seguros y su talante digno resultaban incongruentes con el entorno de la prisi¨®n. De hecho, durante toda la entrevista sent¨ª que me encontraba en presencia no de un guerrillero o de un ide¨®logo radical, sino de un jefe de Estado.
Tambi¨¦n es cierto que Mandela no recibe el trato de un preso com¨²n por las autoridades de la prisi¨®n. El mayor, que estuvo presente durante las dos horas y media de la reuni¨®n, y varios guardas y oficiales surafricanos que me escoltaron hasta el lugar de la cita, aceptaban las firmes y corteses indicaciones de Mandela como si se tratara de un superior, abriendo verjas y puertas cuando ¨¦l lo ordenaba, en nuestro recorrido por el edificio.
Desde el principio, Mandela demostr¨® un conocimiento de los acontecimientos diarios que desment¨ªa sus muchos a?os de encierro. *Al saludarme me felicit¨® por mi actuaci¨®n como consejero del comit¨¦ Watergate del Senado e hizo un largo comentario sobre el tema de la conferencia que yo acababa de celebrar. Tambi¨¦n habl¨® en profundidad sobre la conferencia de desarme de Ginebra, tema en el que est¨¢ profundamente interesado.
Insuficientes medidas
Volviendo a los problemas de Sur¨¢frica, Mandela no me dej¨® duda alguna de que, aunque hac¨ªa sus declaraciones para m¨ª, quer¨ªa que las trasladara a las autoridades blancas. Durante todos sus a?os de encarcelamiento, dijo, el Gobierno blanco ha rechazado hablar con ¨¦l sobre las intenciones y pol¨ªtica suyas y del ANC. No tom¨¦ notas durante la entrevista, pero lo que sigue es una reconstrucci¨®n de las respuestas de Mandela a mis preguntas.
Le pregunt¨¦ a Mandela si ten¨ªa alguna esperanza sobre las sugerencias d¨¦ que el Gobierno podr¨ªa derogar las leyes que prohib¨ªan el matrimonio interracial y suavizar las que limitaban la entrada de negros en las zonas urbanas. Sonri¨®: "Usted se refiere a aspectos m¨ªnimos" dijo. "Francamente, no es mi ambici¨®n casarme con una mujer blanca ni nadar en una piscina para blancos. El tema central es la igualdad pol¨ªtica".
"Nuestro programa es claro", dijo Mandela. "Se basa en tres principios: 1) Una Sur¨¢frica unificada -sin homelands artificiales. 2) Representaci¨®n negra en el Parlamento central (no asociaci¨®n en esa especie de asambleas de apartheid que acababan de ser decretadas para los asi¨¢ticos y las gentes de color). 3) Un hombre, un voto".
Le pregunt¨¦ a Mandela de qu¨¦ manera afectar¨ªa su programa a los surafricanos blancos, muchos de los cuales temen que la igualdad pol¨ªtica significar¨¢ opresi¨®n en manos de los reprimidos negros. Hizo hincapi¨¦ en que ¨¦sa era una de las principales preocupaciones del ANC. "A diferencia de lo que sucede con los blancos de otros lugares de ?frica, los blancos surafricanos son de aqu¨ª; ¨¦ste es su hogar", dijo Mandela. "Queremos que vivan aqu¨ª con nosotros, que compartan el poder con nosotros".
Cambios pac¨ªficos
Hablando con energ¨ªa, con un suave acento brit¨¢nico, Mandela recalc¨® que la ecuanimidad y el comedimiento eran esenciales en la tarea de desmantelar el apartheid y construir una coherente sociedad multirracial.
Consciente de la dificultad, por ejemplo, de integrar las zonas urbanas blancas de Johanesburgo y eliminar los distritos negros despu¨¦s de un siglo de segregaci¨®n, Nelson Mandela dijo que no se forzar¨ªa un movimiento incontrolado de negros hacia las ciudades: "Queremos que Johanesburgo siga siendo la ciudad amable y hermosa que es ahora. Por tanto, estamos dispuestos a mantener la separaci¨®n de vivienda hasta que haya suficientes nuevas oportunidades de empleo y alojamiento que permitan a los negros vivir dignamente en Johanesburgo".
Le pregunt¨¦ a Mandela c¨®mo reconciliaba esa postura tan moderada con las intenciones de su organizaci¨®n de derribar por la fuerza el r¨¦gimen de Sur¨¢frica. Dijo que deseaba que los cambios que buscaba para Sur¨¢frica se produjeran pac¨ªficamente y reconoci¨® que los negros ser¨ªan quienes sufrir¨ªan m¨¢s recurriendo a la violencia. "De todas formas" dijo, "si los l¨ªderes blancos no act¨²an de buena fe con nosotros, s¨ª no se re¨²nen con nosotros para tratar la igualdad pol¨ªtica y si de hecho nos dicen que tenemos que seguir oprimidos por los blancos, entonces no quedar¨¢ otra alternativa para nosotros que la violencia. Y le prometo que venceremos".
Sin ignorar el poder¨ªo militar del Gobierno de Sur¨¢frica, Mandela admiti¨® que los negros no podr¨ªan vencer al r¨¦gimen blanco en confrontaci¨®n directa. "Pero", dijo, "con el tiempo y con la ayuda de otros en nuestras fronteras, el apoyo de la mayor¨ªa de las naciones del mundo y el continuo adiestramiento de nuestro pueblo podemos hacerles la vida insoportable".
Mandela rechaz¨® las acusaciones de que el Congreso Nacional Africano est¨¦ controlado por la Uni¨®n Sovi¨¦tica o por el Partido Comunista de Sur¨¢frica, recalcando la independencia y disciplina del Congreso y comparando a sus miembros comunistas con los radicales del Reino Unido y otras democracias occidentales.
Al final de nuestra charla, Mandela me invit¨® a visitar su alojamiento y conocer a sus compa?eros.
Conduci¨¦ndome a m¨ª y a vanos guardias de la prisi¨®n por una escalera de caracol sin ventanas, bloqueada por un puesto de guardia y varias puertas de acero, brome¨® diciendo que sus posibilidades de escapar no eran buenas.
La celda de Mandela
La celda de Mandela es una habitaci¨®n espaciosa de 7,30 por 12, 10 metros, con acceso al tejado del edificio. Las ventanas, protegidas con barrotes en la pared de 3,60 metros de altura, llenan la estancia de luz, aunque est¨¢n demasiado altas para permitir la visi¨®n de la prisi¨®n o de las hermosas colinas que la rodean. Cada compa?ero de celda tiene una cama de hierro y varias estanter¨ªas de libros ocupan la habitaci¨®n.
Nelson Mandela y sus compa?eros se han negado a participa en los trabajos de la prisi¨®n. Mandela, por su parte, pasa la mayor parte del tiempo cuidando un peque?o jard¨ªn en el amurallado tejado del edificio, que tiene forma de ele. Este jard¨ªn, que Mandela plant¨® y cuida diariamente, consiste en unos 25 bidones de aceite llenos de tierra que ahora producen tomates, pepinos y muchos otros vegetales.
Dej¨¦ a Mandela en el soleado tejado atendiendo su jard¨ªn y esperando, como lleva haci¨¦ndolo durante casi un cuarto de siglo,. una oportunidad para dirigir la naci¨®n que ahora lo tiene encarcelado.
Copyright The New York Times Magazine.
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