La orquesta sin director
No son necesarias muchas palabras para referirse a la actuaci¨®n de la Orquesta de C¨¢mara Orpheus de Nueva York y a la pianista Alicia de Larrocha en los primeros d¨ªas de la semana en la plaza Porticada de Santander. Creo que jam¨¢s escuch¨¦ a una formaci¨®n de m¨¢s de 20 profesores tocar sin director y con tanta perfecci¨®n Mozart o Brahms, Rossini o Haydn, Dvorak, Haendel o Bartok.
Un trabajo espiritual y colectivo de unos profesionales asombrosos desembocan en la consecuci¨®n de un instrumento precioso y ¨¢gil, estupendo de sonoridades, de cohesi¨®n y de virtuosismo; llegado un momento, algunos violinistas mudan su instrumento por la viola que ta?en con igual calidad. Despu¨¦s de que la solista Ruth Waterman interpret¨®, con primor, La Romanza para viol¨ªn y orquesta, Opus 11, de Dvorak, pas¨® a ocupar uno de los ¨²ltimos atriles de la orquesta. Y es que en la Orpheus no hay primeros, segundos o ¨²ltimos: todos tienen calidad de solistas y profesionalidad que rechazan las peque?as y est¨²pidas vanidades habituales.
Otra virtud: a¨²n conociendo hasta el detalle los diversos estilos, desde el barroco hasta lo contempor¨¢neo, la orquesta neoyorkina ni utiliza instrumentos especiales ni cae en pedanter¨ªas historicistas: nos da toda la m¨²sica, la de ayer o la de anteayer, viva y fascinante.
Uni¨®n
Con tales premisas la uni¨®n de la Orquesta Orpheus con nuestra pianista Alicia de. Larrocha en el concierto en si bemol (KW 595) de Mozart result¨® conmovedora. Alicia, cuya potencia sonora y grandeza de concepto para los rom¨¢nticos o para Alb¨¦niz son proverbiales consigui¨® prodigios de moderaci¨®n en la din¨¢mica y ejemplos de belleza aterciopelada en el sonido. Hizo cantar al piano con lirismo, mesura y gracia y estableci¨® a lo largo de todos los conciertos un orden. de l¨®gica y de expresi¨®n perfectamente impostado con el de la orquesta.Estupenda jornada la de Alicia de Larrocha y la Orquesta Orpheus en dos noches de m¨²sica inolvidables y con obras tan infrecuentes como la casi ya olvidada Segunda serenata de Brahms.
El p¨²blico, que medio llen¨® la plaza Porticada en el primer concierto, la colm¨® en el sumo y aplaudi¨® con tan y tan justo entusiasmo que los m¨²sicos norteamericanos tuvieron que ofrecer, fuera de programa, su arrolladora versi¨®n de la obertura de Rossini La cambiale del matrimonio.
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