Greenpeace y el espionaje franc¨¦s
ACABA DE ser publicado en Par¨ªs el informe de Bernard Tricot, antiguo colaborador del general De Gaulle, encargado por el presidente Fran?ois Mitterrand de indagar sobre la posible responsabilidad de ¨®rganos oficiales franceses en el atentado criminal cometido en el puerto neozeland¨¦s de Auckland contra el barco, Raintiow Warrior, que produjo su hundimiento y la muerte de uno de sus tripulantes. El hecho de que Mitterrand encargase tal misi¨®n a una personalidad alejada de sus ideas pol¨ªticas, mas bien de derechas, ten¨ªa un objetivo pol¨ªtico evidente: que sus conclusiones, si eran favorables al Gobierno, no pudiesen ser achacadas a una solidaridad partidista, y apareciesen con mayores garant¨ªas de objetividad. Pero el informe presentado por Tricot no ha tenido en modo alguno ese resultado. M¨¢s bien el contrario. Al proclamar, en sus conclusiones finales, una especie de inocencia general, se ha pasado, provocando un efecto de boomerang.
El informe Tricot hubiese cumplido el cometido que aparentemente el Gobierno pretend¨ªa si, una vez absueltas las m¨¢ximas autoridades a nivel de presidencia y de Gobierno, hubiese especificado que, en un nivel determinado de los servicios secretos, tales o cuales jefes o autoridades hab¨ªan tomado la decisi¨®n de cometer el atentado contra Greenpeace. Pero, muy al contrario, exculpa no s¨®lo al Gobierno sino tambi¨¦n a los servicios de espionaje hasta su ¨²ltimo escal¨®n. En realidad, Tricot se limita en su informe a reflejar lo que le han dicho los diversos responsables. Pero ?qu¨¦ operaci¨®n criminal realizada por un servicio de espionaje ha sido reconocida por sus responsables en un informe como ¨¦ste, destinado a la publicaci¨®n? Es significativo que, entre los hechos que en el texto se registran y las conclusiones de inocencia generalizada que proclama en sus ¨²ltimos p¨¢rrafos, existe una contradicci¨®n neta. Queda claro que precisamente en el momento de la explosi¨®n del Rainbow Warrior estaba en Auckland una serie de esp¨ªas franceses encargados de vigilarle, averiguar cu¨¢les eran sus planes e incluso anticiparse a ellos; entre estos agentes hab¨ªa por lo menos tres especialistas en operaciones submarinas, los cuales salieron de Auckland en su yate Ouvea, que ahora acaban de reaparecer en Par¨ªs y que han sido dejados en libertad por falta de cargos contra ellos. Resulta excesivo pedir al lector del informe Tricot que acepte la tesis de que el espionaje franc¨¦s escogi¨® agentes formados especialmente para operaciones submarinas para luego encargarles exclusivamente que observasen lo que ocurr¨ªa en el puerto de Auckland. Ante tama?a incongruencia, queda entreabierta s¨®lo una eventualidad: la de que pudieron provocar la explosi¨®n personas movidas por la pasi¨®n pol¨ªtica o por otros servicios de espionaje.
El prestigio de Francia ha quedado en peores condiciones de lo que ya lo estaba por el hundimiento del buque ecologista despu¨¦s del informe Tricot, porque si bien es dificil determin¨® responsabilidades y en todo caso hasta d¨®nde pod¨ªan llegar ¨¦stas, parece dif¨ªcil dudar de que agentes de los servicios franceses son los responsables del atentado de Auckland. El Gobierno neozeland¨¦s ha reaccionado con energ¨ªa: es intolerable que su territorio sea utilizado por los servicios secretos franceses para preparar y realizar acciones de ese g¨¦nero, y que, una vez descubierta la realidad, Par¨ªs no quiera asumir su responsabilidad, presentar las excusas normales de casos de este g¨¦nero y adoptar medidas para descubrir y castigar a los responsables.
El primer ministro Laurent Fabius, en las declaraciones que hizo ayer, tuvo que reconocer que hay graves deficiencias en el control de los servicios de espionaje. Palabras que pueden parecer como una preparaci¨®n o un primer paso hacia el reconocimiento de una responsabilidad concreta. Pero lo cierto es que, por ahora, no ha habido, por parte del Gobierno franc¨¦s, ning¨²n paso susceptible de dar satisfacci¨®n a las preocupaciones leg¨ªtimas de la opini¨®n p¨²blica, tanto en Francia como en el plano internacional, y muy particularmente en Nueva Zelanda y en la zona del Pac¨ªfico. Precisamente por la significaci¨®n progresista que quiere tener el Gobierno socialista de Francia, deber¨ªa reaccionar con la mayor claridad y energ¨ªa frente a un acto que viola de manera tan escandalosa todas las normas del derecho internacional. Si no lo hace, si da una sensaci¨®n de querer encubrir a los culpables, lo ¨²nico que logra es que aumente el n¨²mero de personas que empiecen a creer que la decisi¨®n pudo tomarse a un alto nivel que hay que preservar, posiblemente en el mismo Gobierno. Desgraciadarnente, el informe Tricot ha acumulado nuevas capas de desprestigio al que el caso del Rainbow Warrior ha causado a Francia. De ello deber¨ªa tomar conciencia el Gobierno de Par¨ªs, y comprender que s¨®lo por el camino de una claridad verdadera podr¨¢ salir de esta situaci¨®n desagradable.
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