Gorbachov atraviesa el Atl¨¢ntico
LAS DECLARACIONES de Mijail Gorbachov a la revista neoyorquina Time (v¨¦ase EL PA?S de ayer) representan algo nuevo en las relaciones entre la URSS y EE UU. Por primera vez desde hace mucho tiempo un dirigente sovi¨¦tico ha hecho un acto de presencia real en la escena pol¨ªtica norteamericana; no han sido, como en tantas ocasiones, consignas de propaganda que resbalaban sobre los lectores como estereotipos archisabidos. Gorbachov ha empleado un nuevo estilo, un nuevo tono, comentando en vivo discursos y art¨ªculos publicados recientemente en Washington, contestando directamente a algunas de las preocupaciones que tienen hoy los ciudadanos de EE UU.Pero el nuevo estilo no se refiere solamente a cuestiones de forma: quiz¨¢ uno de los rasgos m¨¢s sorprendentes sea la renuncia a la tradicional presentaci¨®n de la URSS como el pa¨ªs que siempre defiende la paz y tiene raz¨®n. Gorbachov argumenta y avanza sus propuestas invocando exigencias que se imponen, por igual, a la URSS y a EE UU. Utiliza un plural significativo cuando dice: "Nos gustemos o no, s¨®lo podemos vivir o perecer juntos", "la principal cuesti¨®n que debemos contestar es si estamos, al fin, preparados a reconocer que no hay m¨¢s salida que vivir en paz con el otro y si estamos dispuestos a cambiar nuestra mentalidad y nuestra forma de actuar, desde lo b¨¦lico al camino pac¨ªfico". Palabras sencillas, pero esenciales; al recoger en ellas una especie de sentido com¨²n f¨¢cilmente comprensible, al repetir incluso ideas expresadas en ciertos casos por Reagan, Gorbachov logra presentarse en una actitud de flexibilidad de cara al encuentro fijado en noviembre en Ginebra.
En cuanto a los temas concretos que ha tocado, los dos que revisten particular importancia son la prohibici¨®n total de las pruebas nucleares y la guerra de las galaxias. Respecto al primero, la URSS, con la moratoria unilateral a la que se ha comprometido hasta el inicio de 1986, se ha colocado en una posici¨®n favorable ante la opini¨®n p¨²blica internacional. Tal prohibici¨®n ser¨ªa un freno serio a la carrera armamentista. Esta posici¨®n responde, adem¨¢s, a una demanda general, que se est¨¢ expresando en la actual conferencia de Estados firmantes del Tratado de No Proliferaci¨®n. EE UU no ha dado una respuesta definitiva, y es l¨®gicamente un posible punto de acuerdo, condicionado con toda probabilidad por lo que ocurra en otros terrenos.
La cuesti¨®n que parece cerrar toda perspectiva de acuerdo sobre temas de disminuci¨®n o control de armamentos es la de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI). El presidente Reagan y sus principales colaboradores insisten en que se trata de algo innegociable; actitud que mantienen, no s¨®lo frente a la URSS, sino a fuertes cr¨ªticas interiores, en particular dentro de la comunidad cient¨ªfica. Gorbachov reitera la tesis sovi¨¦tica de que si tal proyecto sigue adelante, no ser¨ªa posible ning¨²n acuerdo. Sin embargo, en sus recientes conversaciones con periodistas y con una delegaci¨®n de senadores norteamericanos, Gorbachov ha adelantado por primera vez la distinci¨®n entre la investigaci¨®n fundamental y la fase de la experimentaci¨®n. Es demasiado pronto para saber si esta distinci¨®n puede permitir una apertura conceptual que permita evitar un fracaso de las negociaciones.
De las primeras reacciones de la Casa Blanca cabe deducir cierta disposici¨®n a mejorar el clima de la futura entrevista. La demanda de que Reagan pueda expresarse ante el p¨²blico sovi¨¦tico es l¨®gica y tiene precedentes. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s significativo es que una misma expresi¨®n aparezca en las palabras del m¨¢ximo l¨ªder de la URSS y en la respuesta de la Casa Blanca: "Encontrarse a mitad de camino". Una manera inteligente de relativizar las posiciones encontradas que se han ido definiendo de uno y otro lado.
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