El M-19 regresa a los fusiles
El grupo guerrillero colombiano considera inservible su acuerdo de paz con el presidente Betancur
El acuerdo alcanzado el 23 de agosto de 1984 entre diversos grupos guerrilleros de Colombia y el Gobierno del presidente Belisario Betancur se ha convertido en papel mojado para el Movimiento 19 de Abril (M-19). Desde julio pasado este grupo guerrillero despliega una intensa actividad militar centrada en el suroeste del pa¨ªs, con espor¨¢dicas incursiones tambi¨¦n en Bogot¨¢: la ¨²ltima, el jueves pasado, en que atacaron con bombas y metralletas la Embajada de Ecuador en la capital colombiana. El M-19 desconoce los acuerdos porque -dice- est¨¢ siendo permanentemente hostigado por el ej¨¦rcito, "que no quiere la paz" y utiliz¨® el alto el fuego "para atacar nuestras unidades y asesinar a nuestros militantes".
Gustavo Arias Londo?o, comandante Boris, miembro del consejo superior del movimiento, manifest¨® hace aproximadamente un a?o que "Ia oligarqu¨ªa pretende hacer creer que eso (los acuerdos) es la paz", pero no es as¨ª. La pacificaci¨®n de Colombia llegar¨¢ "cuando haya justicia social y un gran di¨¢logo nacional", dijo en aquella ocasi¨®n el comandante guerrillero, y a?adi¨®: "Estamos con los fusiles hacia abajo, pero si es necesario volveremos a levantarlos". Esa advertencia es hoy una realidad.A lo largo de los escasos 11 meses que dur¨® el te¨®rico acuerdo de alto el fuego se sucedieron los enfrentamientos, entre efectivos del Ej¨¦rcito regular colombiano y miembros del M-19, que, sistem¨¢ticamente, una parte atribu¨ªa a la provocaci¨®n de la otra. Los altos mandos de las fuerzas armadas exigieron desde un principio que, para lograr una tregua efectiva, tanto el M-19 como las restantes organizaciones guerrilleras deb¨ªan entregar sus armas, aspecto ¨¦ste que no fue aceptado por los guerrilleros. En los acuerdos de paz se soslay¨® este punto; sin embargo, esta demanda castrense permaneci¨® latente en los frecuentes roces del presidente Betancur con los generales colombianos. "La ¨²nica forma de hacer oposici¨®n en Colombia es con las armas", dijo a este peri¨®dico el actual n¨²mero uno del M-19, ?lvaro Fayad, expresando el punto de vista de la organizaci¨®n.
Por su parte, el Ej¨¦rcito colombiano y poderosos sectores econ¨®micos de ese pa¨ªs, que generalmente se alinean con las posturas militares, nunca vieron con buenos ojos los t¨¦rminos del acuerdo de paz entre el Gobierno y los grupos insurgentes.
La organizaci¨®n que re¨²ne a los empresarios del valle del Cauca, en donde tienen lugar los principales enfrentamientos, envi¨® recientemente una nota con duros t¨¦rminos al presidente Betancur, pidiendo que ponga "un l¨ªmite" al plan de paz, porque "la gente de bien" est¨¢ desamparada y en manos de "la delincuencia com¨²n y la subversi¨®n". La agrupaci¨®n empresarial considera que "la bondad del programa de paz fue superada por la macabra agilidad pol¨ªtica de los interlocutores", puesto que, seg¨²n su criterio, el M-19 aplica "un doble, frente de paz y de guerra".
Entre el fuego cruzado de estas dos posturas se encuentra el presidente Betancur, empe?ado en llevar adelante el proceso de paz iniciado en 1982 con la promulgaci¨®n de una amnist¨ªa y continuado en agosto de 1984 con el alto el fuego.
"Mi mayor deseo es ver a Tirofijo en el Parlamento", manifest¨®, refiri¨¦ndose a Marulanda V¨¦lez, uno de los m¨¢ximos dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), organizaci¨®n guerrillera que tambi¨¦n suscribi¨® la tregua y que no la ha desconocido, a diferencia del M-19.
Aparentemente, el jefe del Estado colombiano sigue firme en su idea de mantener el plan pacificador, pese a las reclamaciones de influyentes grupos econ¨®micos de su pa¨ªs y de las presiones militares, que piden "mano dura" contra los guerrilleros. El M-19, a su vez, considera que Betancur ha sido desbordado por "sectores olig¨¢rquicos y militares enemigos del proceso de paz".
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez dice que su pa¨ªs lleva 100 a?os de guerra civil. Sin remontarse a las lu chas de liberales y conservadores de finales del siglo pasado, hace una cuarentena de a?os que las FARC iniciaron la lucha de guerrillas contra el Gobierno. Desde entonces, ¨¦stas no han cesado.
El denominado Acuerdo Nacional alterna en el poder desde hace muchos a?os a los partidos liberal y conservador, al que pertenece Betancur. Este monol¨ªtico bipartidismo no ha sido roto y los intentos, como los de la Alianza Nacional Popular (Anapo), del general Gustavo Rojas Pinilla, quien terci¨® como candidato presidencial en las elecciones de 1970, han fracasado, seg¨²n liberales y conservadores, o han sido silenciados mediante la tergiversaci¨®n del escrutinio, en opini¨®n del M-19.
Precisamente de esas elecciones, celebradas el 19 de abril de 1970, surgi¨® una organizaci¨®n que toma el nombre de esa fecha, el Movimiento 19 de Abril (M-19). Como brazo armado de la Anapo, considera que el candidato conservador de esa ¨¦poca, Misael Pastrana Borrero, gan¨®, con el apretado margen de 65.000 votos, mediante un fraude electoral.
Una vieja historia
En Colombia, como en otros pa¨ªses de Am¨¦rica del Sur, pero principalmente en los andinos, el que es rico lo es de verdad, y el pobre lo es de solemnidad. Este tejido social, unido a una vieja historia de luchas intestinas, un persistente trabajo pol¨ªtico, de los grupos de izquierda y la miop¨ªa hist¨®rica de una derecha con a?oranzas coloniales, dio como resultado, a grandes trazos, el caldo de cultivo para organizaciones guerrilleras que fueron r¨¢pidamente nutridas.
La m¨¢s joven de todas es el M19; su primera acci¨®n, impregnada de un simbolismo rom¨¢ntico, consisti¨® en el robo de la espada y las espuelas de Sim¨®n Bol¨ªvar, el general criollo que derrot¨® a los ej¨¦rcitos de indios y espa?oles en las luchas de la independencia americana y que en los pa¨ªses andinos es venerado con un fervor rayano en el delirio.
A partir de ah¨ª, su trayectoria cal¨® r¨¢pidamente en sectores intelectuales y de la peque?a burgues¨ªa. Un lenguaje diferente, alejado de la ret¨®rica marxista de otros movimientos similares, les llev¨® a ser considerados populistas en ciertos c¨ªrculos. Sin embargo, es en los a?os setenta cuando surgen las organizaciones con planteamientos de cambio a trav¨¦s de la lucha armada, sin identificarse directamente con el marxismo.
Se suceden hechos espectaculares, como el robo de 7.000 armas en una instalaci¨®n militar un d¨ªa de Navidad, hasta llegar a la famosa ocupaci¨®n, el 27 de febrero de 1980, de la Embajada de la Rep¨²blica Dominicana en Bogot¨¢, con 14 embajadores, entre ellos el nuncio apost¨®lico y el de Estados Unidos, en su interior.
La llegada de Belisario, como es conocido popularmente en Colombia el presidente, altera la t¨¢ctica del M-19 y de las dem¨¢s organizaciones en armas. Los tiros van por otro lado, debieron pensar, y a tenor de las ofertas de Betancur se plantea la b¨²squeda de una salida de paz a la larga lucha de guerrillas. Resultado de estos nuevos planteamientos es el encuentro, en octubre de 1983, en Madrid, entre Iv¨¢n Marino Ospina y ?lvaro Fayad, n¨²meros uno y dos del M-19, respectivamente -tras la muerte del l¨ªder indiscutible de la organizaci¨®n, Jaime B¨¢teman-, con el presidente Betancur.
Incierto futuro
Estas conversaciones concluyeron con la firma de la tregua el 23 de agosto de 1984. Alto el fuego que contemplaba la disoluci¨®n del aparato militar del movimiento y su inserci¨®n en la vida civil legal, con un plazo que vence el pr¨®ximo 12 de diciembre. Sin embargo, el M19 decidi¨® volver a las armas, desconociendo el acuerdo hacia el que en realidad fue esc¨¦ptico desde el momento mismo de la firma. Carlos Toledo Plata, uno de los m¨¢ximos dirigentes de la organizaci¨®n, ca¨ªa asesinado en las calles de Bucaramanga unos d¨ªas antes de la firma de la tregua.
Ahora el futuro de la organizaci¨®n, que prefiere definirse como movimiento pol¨ªtico militar, se presenta incierto. En las primeras semanas de su renovada actividad guerrillera sintieron el duro rev¨¦s de la muerte de Iv¨¢n Ospina, quien durante un breve lapso ocup¨® el cargo de n¨²mero uno, puesto que, tras la ¨²ltima conferencia del grupo, realizada este a?o, recay¨® en Alvaro Fayad.
Asimismo, las versiones contradictorias sobre la muerte de Rosemberg Pav¨®n, quien fue el comandante uno en la ocupaci¨®n de la Embajada dominicana, tampoco contribuyen a augurar un futuro optimista. Las v¨ªas obvias son dos: revisar sus planteamientos de romper la tregua y volver al di¨¢logo o continuar la lucha armada en condiciones aparentemente poco favorables. "La cosa est¨¢ jodida, hermano", coment¨® recientemente un militante del M-19 al ser consultado sobre el futuro del grupo.
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