Herederos del pasado
Me es imposible ocultar la indignaci¨®n que me produjo el art¨ªculo publicado por su peri¨®dico el 2 de septiembre titulado Sacerdotes casados, y cuyo autor es el se?or Jes¨²s Mar¨ªa M¨ªnguez.Creo que ser¨ªa absurdo negar que la Iglesia debe adaptarse a unos tiempos y a unos hombres; rid¨ªculo ser¨ªa no reconocerlo, puesto que la Iglesia la formamos todos; no es un cuerpo est¨¢tico, sino din¨¢mico. Por otra parte, si adem¨¢s de haber le¨ªdo el Evangelio el se?or M¨ªnguez hubiera tratado de comprenderlo, hubiera podido captar sin grandes dificultades la doctrina recibida de Dios respecto a la Iglesia como un ¨²nico cuerpo que debe fructificar y crecer cada nuevo a?o conforme a sus tiempos, a la vez que a ella se suman nuevos miembros.
Le invito humildemente a la reflexi¨®n, agradeci¨¦ndole no se mantuviera tan fiel a los c¨¢nones tradicionales, ya que ¨¦stos en numerosos casos se convierten en un aut¨¦ntico obst¨¢culo para la realizaci¨®n de la labor apost¨®lica, lo que trae consigo una falta de adaptaci¨®n a las exigencias de nuestro tiempo y que supone la reducci¨®n de posibles nuevos miembros, as¨ª como la disminuci¨®n de nuevas vocaciones, al encontrarse constre?idos por una instituci¨®n arcaica que los oprime y los aparta de la ¨¦poca en la cual deben actuar. Somos pues, herederos de un pasado, pero que debe proyectarse en un nuevo presente y futuro.
En este sentido, me atrevo a afirmar que la pretensi¨®n de los curas casados no es un cambio de base dentro de la Iglesia o un intento de justificaci¨®n de lo injustificable, ya que considero que el celibato no s¨®lo no es un fundamento con el cual la Iglesia se encuentre identificada o por el cual sea reconocida, sino que, adem¨¢s, el propio Cristo edific¨® su Iglesia sobre un disc¨ªpulo casado, Pedro, continuando as¨ª hasta el siglo IV, al igual que hoy en d¨ªa en la Iglesia oriental, aunque con peque?as variaciones.- Inmaculada Vico.
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