Espa?a y el reconocimiento de Israel
En carta dirigida al secretario general de la Liga ?rabe, Felipe Gonz¨¢lez afirmaba que "la flagrante anormalidad de la inexistencia de relaciones diplom¨¢ticas con Israel ser¨¢ corregida en el momento en que Espa?a lo considere oportuno y conveniente, sin detenerse ante posibles presiones en un sentido o en otro". Pasando por alto el hecho de que, como en otros contenciosos de la pol¨ªtica exterior de nuestro pa¨ªs, el presidente del Gobierno, ampar¨¢ndose en las prerrogativas de su cargo, identifica a la naci¨®n y a sus intereses con el Ejecutivo y los suyos propios, cabe aducir una amplia gama de razones que, sin caer en la categor¨ªa de presiones, cuando menos ponen en duda que la negativa a reconocer a Israel sea una flagrante anormalidad y que cuestionan la obligatoriedad y la naturalidad de la medida apuntada por el Presidente. Existe todo un arsenal bibliogr¨¢fico -en gran medida nutrido por datos procedentes de organismos internacionales- que documenta exhaustivamente el drama contempor¨¢neo del pueblo palestino. Nada que se diga a favor o en contra del Estado de Israel puede olvidar que tras la pol¨¦mica que arranca del primer congreso sionista de 1897 llega hasta nuestros d¨ªas, sin haber perdido un ¨¢pice de su virulencia, est¨¢ permanentemente presente el cuestionamiento efectivo de la identidad de Palestina como naci¨®n: la historia del proyecto, fundaci¨®n y consolidaci¨®n del Estado de Israel no es el relato m¨ªtico de un pueblo de regreso a su tierra, sino la narraci¨®n del ¨¦xodo forzado de otro pueblo, el palestino, que con 4.000 a?os de historia real no precisa de ning¨²n texto para demostrar su homogeneidad y arraigo nacionales. Por tanto, como premisa previa, es necesario rechazar decididamente la reducci¨®n al absurdo argumental del antisemitismo como estrategia destinada a eludir los verdaderos contornos del problema, y Centrar el tema en la esencia pol¨ªtica del proyecto sionista y en las consecuencias que su aplicaci¨®n ha tra¨ªdo al pueblo palestino y al mundo ¨¢rabe.Razones hist¨®ricas, pol¨ªticas y formales pueden justificar el cuestionamiento del establecimiento de relaciones con Israel.
El proyecto sionista de creaci¨®n de un Estado jud¨ªo en Palestina pudo concretarse y llevarse a cabo porque conflu¨ªa con intereses coloniales en la regi¨®n pr¨®ximo oriental. Habida cuenta del car¨¢cter minoritario de la poblaci¨®n jud¨ªa de Palestina (8% de la poblaci¨®n total en la primera d¨¦cada del siglo), los te¨®ricos del sionismo buscan el establecimiento del protectorado de una potencia extranjera -Turqu¨ªa o el Reino Unido- que garantice el papel que el sionismo ofrece: "Para Europa, constituir¨ªamos en la regi¨®n un sector de la muralla contra Asia; ser¨ªamos el centinela avanzado de la civilizaci¨®n contra la barbarie. Nos mantendr¨ªamos como Estado neutral, en relaci¨®n constante con toda Europa, la cual deber¨ªa garantizar nuestra existencia", explicaba Herzl en la g¨¦nesis del proyecto. Como consecuencia de esta concordancia de intereses y ante la negativa del sult¨¢n turco, el Reino Unido, por medio de la declaraci¨®n Balfour, del 2 de noviembre de 1917, "... encara favotablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional jud¨ªo...". Francia, Italia y EE UU emitir¨¢n declaraciones parecidas. Por encima de antiguas consideraciones estrat¨¦gicas (escisi¨®n territorial entre Egipto y Siria, control del canal de Suez), es de destacar la irregularidad de tal promesa. En primer lugar, porque el Reino Unido adquiere por medio de un docu mento no oficial un compromiso sobre un territorio que no coritrola en ese momento -su dominio posterior sobre Palestina, fruto de la I Guerra Mundial, no le confiere autoridad legal para determinar su futuro-, y en segundo lugar, por que, al incorporarse la promesa Balfour al mandato sobre Palestina que la Sociedad de Naciones otorga al Reino Unido el 24 de julio de 1922, el organismo internacional vulnera su propio articulado, que garantiza la inviolabilidad de la unidad de los territorios bajo mandato.
Entradas ilegales
Desde este momento y hasta la creaci¨®n del Estado, la agencia jud¨ªa internacional, ignorando los cupos anuales de emigraci¨®n jud¨ªa a Palestina fijados por el Reino Unido, introduce en el pa¨ªs ilegalmente a decenas de miles de jud¨ªos. Los porcentajes de poblaci¨®n jud¨ªa ascienden del 11% de 1922 al 32% de los primeros a?os cuarenta.En 1947, el Reino Unido - tras haber fijado en 1939 un per¨ªodo final de cinco a?os pata la admisi¨®n de emigrantes jud¨ªos y la creaci¨®n de un Estado palestino independiente en un plazo de 10- reconoce su incapacidad para contener el enfrentamiento ¨¢rabe-jud¨ªo, cediendo a las Naciones Unidas su competencia en el caso. El 29 de noviembre de 1947, las Naciones Unidas acuerdan el plan de partici¨®n de Palestina, otorg¨¢ndose en el mismo el 56% del pa¨ªs a una poblaci¨®n jud¨ªa que constitu¨ªa el 32% y que tan s¨®lo pose¨ªa el 5,67 de la superficie del pa¨ªs. Ante la imposibilidad legal de que las Naciones Unidas lleven a la pr¨¢ctica lo acordado, el 14 de mayo de 1948, los sionistas proclaman unilateralmente la existencia del Estado de Israel. Inmediatament¨¦ despu¨¦s estalla la primera guerra ¨¢rabe-israel¨ª.
Vemos, por tanto, que desde el inicio del conflicto se ignoran los derechos del pueblo palestino -pueblo aliado en ambas guerras mundiales- al que no se consulta en ning¨²n momento, y que, aun cuando la resoluci¨®n del 14 de mayo, pueda ser considerada tranquilamente como injusta o de dudosa legalidad, con ella, las Naciones Unidas garantizaban la existencia de un Estado palestino.
Junto a razones hist¨®ricas y pol¨ªticas, razones formales contribuyen a considerar poco conveniente el reconocimiento de Israel. Israel es probablemente el ¨²nico pa¨ªs del mundo que carece de fronteras. Dada. la imprecisi¨®n de las reivindicaciones territoriales sionistas (del Nilo al ?ufrates) y habida cuenta de que Israel ha aumentado en un 300% su superficie gracias a expansiones b¨¦licas, no ser¨ªa muy exagerado decir que lo que estar¨ªa reconociendo nuestro pa¨ªs sena un imperio. De igual manera, la capitalidad de Jerusal¨¦n, primero internacionalizada y despu¨¦s anexionada por la fuerza, es puesta en duda por la comunidad internacional. Una larga serie de resoluciones de las Naciones Unidas marca el contrapunto cronol¨®gico de la controvertida historia del Estado de Israel. En contadas ocasiones los criterios hist¨®ricos o pol¨ªticos deben ceder su contundencia a las consideraciones morales de las que es portador el pueblo palestino.
Despu¨¦s de 40 a?os, Palestina sigue existiendo por voluntad de su pueblo. Sin embargo, cuando se habla de reconocer a Israel se argumenta que muchos otros pa¨ªses con reg¨ªmenes pol¨ªticos condenables poseen representaci¨®n diplom¨¢tica en nuestro pa¨ªs. Esto es cierto, pero no sirve como precedente.
El presidente Gonz¨¢lez demuestra un gran optimismo cuando considera que el reconocimiento de Israel por nuestro pa¨ªs contribuir¨¢ a la b¨²squeda de una paz negociada en la regi¨®n. En primer lugar, porque es de prever que esas excelentes relaciones con los pa¨ªses ¨¢rabes pierdan buena parte de la mutua confianza sobre la que se basan tras el establecimiento de las relaciones con Israel. En segundo lugar, mediadores m¨¢s poderosos que el Gobierno espa?ol -EE UU, por ejemplo- se han encontrado en m¨¢s de una ocasi¨®n con la intransigencia israel¨ª a la hora de favorecer el di¨¢logo moderador (recientemente, por ejemplo respecto al controvertido acuerdo jordano-palestino).
Constituye una paradoja dram¨¢tica que el Gobierno espa?ol otorgue estatuto diplom¨¢tico a quienes niegan ese "derecho del pueblo palestino a decidir libremente su futuro" que el presidente Gonz¨¢lez afirma reconocer, y sin que las autoridades israel¨ªes hayan dado muestra de voluntad de moderar su pol¨ªtica interior (derechos democr¨¢ticos para la poblaci¨®n ¨¢rabe) o exterior (negociaciones sobre los territorios ocupados en 1967 y paralizaci¨®n y desmantelamiento de los asentamientos o fin de las hostilidades en L¨ªbano). Por el contrario, el reconocimiento pol¨ªtico pleno de la OLP puede contribuir a que, en cualquier foro, la justicia de las reivindicaciones del pueblo palestino progrese hacia su plasmaci¨®n real. S¨®lamente as¨ª la fuerza dejar¨¢ de ser la ¨²nica raz¨®n que protege las arbitrariedades hist¨®ricas, y la paz, al fin, podr¨¢ restablecerse sobre la base de derechos inalienables.
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