'?Bote, gracias!'
HUBO UN tiempo en este pa¨ªs en el que la propina se proscribi¨® como algo indigno para quien la recib¨ªa -para la condici¨®n de su trabajo, para su servicio- y, por tanto, para quien la daba. Antiguos conceptos. Hoy es un vicio social y un tr¨¢fico de peque?as influencias: la buena localidad en el cine, el whisky sin falsificar y la croquetilla reci¨¦n frita en la recepci¨®n, la prontitud en el mensajero o el cepillado concienzudo del aprendiz en la peluquer¨ªa. Un paso m¨¢s all¨¢ en la naturaleza del servicio y se convierte en soborno o en lo que en alg¨²n caso especializado se llama astilla: cualquier diccionario de sin¨®nimos da una larga lista de palabras de corte metaf¨®rico y p¨ªcaro -jamona, momio, alfileres...- porque en realidad se est¨¢ enunciando una picaresca.A veces se da por nada: por jactancia o por miedo; por crearse una imagen de superioridad, de se?oritismo generoso; por marcar una diferencia social. De este vicio se ha derivado el que en algunos oficios se convierta en paga: aceptado por una soldada m¨ªnima, el trabajo se nutre de esta forma de la voluntad del servido, y al final de la jornada se vac¨ªan sacramentalmente todos los bolsillos de los recipiendarios para proceder a la distribuci¨®n. El grito de ?Bote, gracias! subraya en los bares de jolgorio la generosidad de quien ha cumplido y estimula a los dem¨¢s: es la propina proclamada y alardeada, que no oculta su nombre ni su situaci¨®n y que contrasta con la rauda desaparici¨®n de monedas o billetes en los bolsillos reforzados de lugares donde la elegancia se supone que obedece a otros ritos.
?Se puede hacer desaparecer la propina? Quiz¨¢ sea el peor momento ¨¦ste en el que todo el trabajo est¨¢ perdiendo r¨¢pidamente su valoraci¨®n oficial y se convierte en negro, y hasta altos personajes reciben parte de su sueldo en sobres o bajo la apariencia de gajes o gastos especiales. Podr¨ªa decirse que se tiende a que todo trabajo tenga su propina o a que todo salario sea en s¨ª una propina, con lo que la picaresca dobla su devaluaci¨®n del servicio con una burla del sistema fiscal. El movimiento contra la propina debe tener un doble aspecto: el de quien se niegue a pagar un sobreprecio por lo obvio, aun renunciando a la imaginada prevalencia y privilegio peque?o que obtiene por su propina y el de los sindicatos y los gremios, que tendr¨ªan que exigir que sus servicios fuesen remunerados fuera de la dependencia de la generosidad o alarde del servido. En todo ello se envuelve una cuesti¨®n de dignidad, una sencilla manera de no perpetuar relaciones de inferioridad y de superioridad y una valoraci¨®n real del trabajo. La propina aparece no solamente como ese acto en s¨ª, sino como un exponente de una situaci¨®n social que se disfraza demasiado o que se convierte en un vocabulario distinto para una situaci¨®n de retroceso. Probablemente nadie est¨¢ preparando ni va a preparar en el futuro ning¨²n decreto prohibiendo la propina bajo todas sus formas. Es una cuesti¨®n que la sociedad misma deber¨ªa resolver.
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