El h¨¦roe
La muerte del torero provoca una conmoci¨®n social de magnitudes ins¨®litas. Detractores de la fiesta la consideran desproporcionada porque ?qui¨¦n es un torero al lado de los grandes personajes del pensamiento, de la ciencia, de la pol¨ªtica? ?O tiene menos valor la vida de un minero? ?Es l¨®gico que a un torero muerto en la arena se le de tratamiento de h¨¦roe?
Lo que sorprende -y a los detractores de la fiesta disgusta- es la magnitud de la conmoci¨®n. La fiesta de toros, un espect¨¢culo de s¨®rdido contenido, decadente, marginado, ?c¨®mo puede ocasionar tama?o estallido emocional porque un simple torero muera corneado por un toro?
Probablemente sordidez, decadencia, marginaci¨®n, son arbitrarias descalificaciones de quienes prefieren ignorar la existencia de la fiesta. Y lo que voluntariamente se ignora no existe. Se trata de una actitud muy poco intelectual, pero as¨ª de confiados y prepotentes circulan muchos intelectuales por su parnasillo. La realidad, desde luego, es otra. El fen¨®meno taurino evoluciona, siglos ac¨¢, desarrollando mil veces mil la peripecia de la muerte y la vida. Tantas veces la desarrolla, que muerte y vida son categor¨ªas esenciales de la corrida, con tal arraigo que ni necesitan proclamarse. El h¨¢bito produjo la deformaci¨®n de juicio, y se lleg¨® a dar mayor m¨¦rito al riesgo incidental de cualquier juego.
Las muertes de Paquirri y Yiyo han recordado la tragedia que subyace en el toreo, y reconocido los caracteres humanos excepcionales del torero. El torero ha de tener un valor f¨¦rreo para ponerse delante de la fiera, pero no le basta el valor; ha de poseer una inteligencia vivaz para conducir la embestida brutal e incierta, pero tampoco le basta la inteligencia; ha de alentar una sensibilidad espiritual exquisita para convertir el rudo ajetreo de la lidia en arte, pero tampoco le basta la sensibilidad. S¨®lo cuando los tres caracteres confluyen puede haber torero. Es Joselito quien mejor los ha reunido en armon¨ªa, y tambi¨¦n le mat¨® un toro.
El p¨²blico acepta la superioridad de las cualidades exclusivas del torero. Y cuando el asta muerde su vida, y la acaba, cerrando el c¨ªrculo de la tragedia, lo eleva al m¨ªtico altar de los h¨¦roes.
Babelia
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