Pablo Cobo, el sumo sacerdote de la proyecci¨®n
Es el sumo sacerdote de esta movida. La abeja reina de la colmena. Trabaja desnudo de cintura para arriba, como los fogoneros, y sin ¨¦l este tinglado no tendr¨ªa sentido, privado del elemento fundamental que convoca aqu¨ª, en Donostia, a personajes, personal y personalidades. Si lo hace bien, el silencio es su premio. La ovaci¨®n nunca le alude. Si incurre en el m¨¢s m¨ªnimo fallo se le silba injustamente. Oscila entre el farero solitario y el fantasma de la ¨®pera. Reside en las buhardillas inaccesibles del teatro, entre olores de pintura, serr¨ªn y cola, ermita?o en su misterioso reducto. Se llama Pablo Coho, tiene 37 a?os, empez¨® en el oficio a los 12 a?os, con los frailes de Atocha, y es el proyeccionista del teatro Victoria Eugenia, sede del Festival de Cine donostiarra.
Nos condujo hasta su persona Pello Aldaz¨¢bal. Aldaz¨¢bal, operador tambi¨¦n en su d¨ªa, hoy es el depositario y responsable de las cintas que, con un poco de sensibilidad oficial, podr¨ªan formar en un futuro pr¨®ximo la filmoteca vasca. Un especimen curioso, el del hombre de la gran linterna. Acumulan instinto cinematogr¨¢fico sesi¨®n tras sesi¨®n. Adquieren un sentido reflejo del ritmo y la secuencia. No es extra?o que, adem¨¢s del caso de Aldaz¨¢bal, existan fen¨®menos como el de Gregorio Muro, hijo de operador y recientemente premiado por la comunidad de Castilla y Le¨®n como mejor guionista de comic del a?o. Mam¨® la t¨¦cnica en la cabina.Pero ya est¨¢ Pablo Cobo escrut¨¢ndonos con ojos vagamente suspicaces. Teme que se trate de otra pelmada. Hay quien gusta delegar los fallos del material a sus manos intermediarias. Manos que desde las ocho de la ma?ana hasta las dos de la madrugada, algunos d¨ªas, otros s¨®lo hasta las 12, examinan, empalman y resuelven en cent¨¦simas de eternidad todos los imponderables que le llegan en las cajas met¨¢licas. Una selladora, un poco de papel cello y 25 a?os de experiencia le bastan.
Cortes ante notado
A veces ha tenido que acudir al notario para demostrar su inocencia en pleitos de cortes impropios y desenfoques. Su victoria m¨¢s sonada sucedi¨® hace unos a?os. Una representante de la comisi¨®n h¨²ngara se empe?¨® en que hab¨ªa proyectado los rollos al rev¨¦s. Arm¨® el gran esc¨¢ndalo. Luego se pudo demostrar que la pel¨ªcula era as¨ª de heterodoxa, eso por un lado, y por otro, que la iracunda mujer no hab¨ªa visualizado nunca la pel¨ªcula antes de su estreno. Se queja el operador del Victoria Eugenia -que tambi¨¦n es el¨¦ctrico de escenario en temporada teatral- de las quejas que se formulan a los peri¨®dicos, con toda frivolidad, acerca de su trabajo.Se accede a la profesi¨®n tras un cursillo de tres meses. Se requiere un nivel de estudios primarios. En casa estudia libros como el Manual del operador, de Mario Camus.
Ansiedades se padecen en todas las cabinas en estas fechas. Y si los del Miramar est¨¢n m¨¢s relajados, gracias al horario, en el Astoria, donde las pel¨ªculas de la secci¨®n oficial se proyectan hora y media despu¨¦s que en el Victoria Eugenia, se trabaja contra reloj. Los rollos llegan en un taxi y despu¨¦s hay que montarlos, rebobinarlos, retocarlos. Le preguntamos a Cobo qu¨¦ pel¨ªculas prefiere. "Las m¨¢s cortitas", replica, haci¨¦ndose eco del sentir popular.
Babelia
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