El aroma torero de Pepe Luis
El maestro, en las v¨ªsperas de su despedida, estuvo torero, valiente y responsable. El alumno, inspirado. El alumno m¨¢s bien parec¨ªa maestro tambi¨¦n. Pepe Luis V¨¢zquez, que circula de puntillas por el mundillo taurino, como si no quisiera molestar -y, claro, no molesta-, sac¨® esa torer¨ªa innata que lleva en lo profundo, y llen¨® de aromas toreros Las Ventas.Para torear como ayer lo hizo Pepe Luis V¨¢zquez en las v¨ªsperas de la despedida del maestro, hay que conocer de la t¨¦cnica del toreo hasta la letra menuda y hay que sentir en el alma lo que se interpreta. De manera que, en buen silogismo, todas estas ciencias est¨¢n en Pepe Luis.
El toreo es tal como lo interpret¨® en sus dos toros. Primero, plante¨¢ndolo en los terrenos adecuados y en la distancia precisa. Luego, cargando la suerte. Pepe Luis es uno de esos toreros -no muchos en las ¨²ltimas d¨¦cadas- que no saben torear mal (lo hacen bien o no hacen nada), y por eso pendula sobre sus cabezas, a distancia de micras, el fracaso may¨²sculo y el ¨¦xito apote¨®sico. Si el toro mira de trav¨¦s, o corre viento, o se cruz¨® un gato negro delante del coche, bronca; si el toro es bueno, la inspiraci¨®n est¨¢ a punto y el cometa Halley pasea su ¨ªgnea cola por Capricornio, triunfo.
Plaza de Las Ventas
28 de septiembre. Tercera corrida de la feria de oto?o.Toros de Jandilla, con trap¨ªo y casta; dos para rejones, de Domecq y de Aldeanueva, mansos. Anto?ete: estocada corta ca¨ªda (oreja); dos pinchazos y estocada ladeada (ovaci¨®n con algunos pitos y saludos). Pepe Luis V¨¢zquez: Pinchazo y estocada atravesada que asoma (oreja); tres pinchazos y descabello (vuelta). El rejoneador Manuel Vidri¨¦, ovaci¨®n y saludos en los dos.
El cometa Halley paseaba su ¨ªgnea cola por Capricornio ayer, y todo lo dem¨¢s, lo cual permiti¨® ver al Pepe Luis V¨¢zquez qu¨ªmicamente puro, lidiador y artista. El asombro invad¨ªa los tendidos cuando se dobl¨® con su primer toro, sac¨¢ndolo a los medios y embruj¨¢ndolo en el cambio de mano, abajo la muleta; ligando el de pecho, la muleta arriba, para barrer los lomos bovinos de cabeza a rabo. Despu¨¦s, el toreo al natural, adelante el enga?o, prendiendo suavemente la embestida, embraguet¨¢ndose en el embroque, vaciando con mando para ligar el siguiente pase. En el de pecho se cruzaba el toro, que hacia salir junto al hombro contrario. Y creado el toreo fundamental, ven¨ªa el de repertorio: redondos de filigrana, el molinete, ayudados por alto. Y vuelta al tercio, por ayudados, kikirik¨ªes, cambios de mano.
El asombro recorr¨ªa los tendidos, donde el p¨²blico paladeaba el toreo que su art¨ªfice hab¨ªa paladeado antes. Porque s¨®lo se puede torear con esa pulcritud y ese aroma, si se siente la emoci¨®n del arte, si se pone el alma en la creaci¨®n est¨¦tica. No se habr¨ªa de pedir que repitiera el alarde, pues lleva puesta la etiqueta de la fragilidad, cuando en el sexto de la tarde sorprendi¨® con una faena distinta, pero igual de importante, porque ese toro no era tan noble como el anterior, sino tardo y deslucido. Lo encel¨® en el tanteo, cuaj¨® dos series de derechazos hondos, recondujo la incierta embestida en una serie de naturales, que fueron de menos a m¨¢s; abroch¨® las tandas mediante el dibujo de los pases de pecho, y coron¨® la faena con un surtido de muletazos torer¨ªsimos, que dejaron cuadrado al toro. Pinch¨® mal y perdi¨® la oreja, con la salida a hombros por la puerta grande, pero dej¨® en el ambiente un aroma torero que los aficionados aspiraban con avidez, a pleno pulm¨®n.
Los aficionados salieron ayer embriagados de aromas. El maestro hab¨ªa ofrecido las suyas en el primer toro, con tres series de redondos plet¨®ricas de majeza y unos ayudados por alto que pusieron la plaza en pie. Y algunas gotas hab¨ªa derramado tambi¨¦n ey el otro, que se ce?¨ªa con peligro, pese a lo cual porf¨ªo con un pundonor y una valent¨ªa que desbordaba cuanto se le hubiera podido pedir en las v¨ªsperas de su despedida.
Entre fiesta, sali¨® Manuel Vidri¨¦, que rejone¨® con categor¨ªa dos mansos de solemnidad, y fue aclamado en los quiebros. Estuvo muy bien, pero romp¨ªa el ritmo de la corrida, que deleit¨® a la afici¨®n, la reafirm¨® en su anto?etismo y colm¨® el paladar con la perfumada torer¨ªa de Pepe Luis.
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