Soares: sobrevivir a la derrota
Los primeros resultados de los comicios legislativos del domingo pusieron a muchos militantes y votantes del Partido Socialista (PS) en estado de choque: las paredes de Lisboa estaban a¨²n plagadas de carteles del PS en los que se ped¨ªa un "43% para gobernar" y de enormes retratos que presentaban a Mario Soares como futuro jefe del Estado: "Un presidente, un amigo".Pero en el preciso momento en que centenares de periodistas lanzaban a los cuatro vientos la sorprendente noticia de la mayor derrota de la historia de los socialistas lusos y especulaban sobre el probable fin de la carrera pol¨ªtica de Mario Soares, la direcci¨®n soarista organizaba el contraataque.
La primera jugada consist¨ªa en proteger a Soares de las reca¨ªdas de la derrota. Antonio Almeida Santos, el derrotado candidato a primer ministro, eterno n¨²mero dos, era el primer sacrificado. "Dada la personalizaci¨®n de la campa?a, acepto este resultado como una derrota personal y asumo todas las consecuencias", declaraba Almeida a unos periodistas que quer¨ªan plantear sus preguntas directamente a Soares. Este, invisible, se negaba a asumir su parte de responsabilidad, aunque en Lisboa, donde era candidato, fue donde el PS sinti¨® m¨¢s duramente el peso de la derrota.
La segunda jugada consist¨ªa en minimizar el alcance y el significado de los resultados del Partido Social Dem¨®crata y del Partido Renovador Democr¨¢tico. Y luego, el argumento juzgado decisivo: ?qu¨¦ jefe del Estado pueden ofrecer los vencedores?
Ahora, en la oposici¨®n, va a poder hacer la vida imposible a sus cr¨ªticos de ayer, y con una victoria de Soares en las presidenciales y la sustituci¨®n de Almeida por Jaime Gama, hacer tambi¨¦n el cambio que tanto ¨¦xito ha dado a los socialdem¨®cratas.
Pero hay un factor de peso que puede acabar con todos estos planes: hay en el PS una fuerte minor¨ªa -del 30% en el ¨²ltimo congreso- que no est¨¢ dispuesta a pasar la esponja sobre una estrategia que no mereci¨® nunca su aprobaci¨®n.
Pero, vencido, Soares no est¨¢ convencido, y aquellos que auguran el fin de su vida pol¨ªtica debieran recordar que este sexagenario intolerante, pero listo y experimentado, ha sobrevivido siempre a sus derrotas.
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