El claroscuro de las elecciones
En buen n¨²mero de comicios electorales, los resultados no arrojan un sentido absolutamente claro. Hay ocasiones -como las legislativas, y a¨²n m¨¢s, las presidenciales francesas de 1981; el 28 de octubre de 1982 en Espa?a; el triunfo del Labour Party frente al h¨¦roe nacional, Churchill, en 1945; la primera elecci¨®n en que triunf¨® Margaret Thatcher- en que el resultado electoral traduce un cambio profundo de opci¨®n pol¨ªtica. Incluso en otras ocasiones un resultado num¨¦ricamente contestable es un indicador claro de la inutilidad de argumentar sobre resultados totales o proceder a sofisticados desgloses. Tal fue el caso de las municipales del 12 de abril de 1931 en nuestro pa¨ªs. Romanones y el rey no esperaron a recibir los datos de los municipios rurales o de ciertas capitales de provincia para declarar que Espa?a se hab¨ªa despertado republicana.Pero en la mayor¨ªa de las consultas, el resultado es interpretable, y lo que interesa es cerner lo que hay de inequ¨ªvoco de lo que queda abierto.
En lo que se refiere a las elecciones portuguesas del pasado domingo, todav¨ªa es pronto para realizar un an¨¢lisis completo. No obstante, en este diagn¨®stico de urgencia hay cosas claras; otras, m¨¢s dudosas.
1. Parece justo decir que el Partido Socialista (PS) ha enjugado una gran derrota. Tambi¨¦n es claro que es -te descalabro -tanto la p¨¦rdida de porcentajes de votos como su fracaso en las zonas m¨¢s urbanas y modernizadas- es en parte la consecuencia de haber enfrentado la crisis econ¨®mica, y en coalici¨®n con los triunfadores. Haber optado por el saneamiento frente al exterior arrostrando la impopularidad de una pol¨ªtica estabilizadora de resultados recesionistas.
No obstante todos estos datos explicativos, el PS aparece como recogiendo las consecuencias de una pol¨ªtica y de una actitud que peca de exceso de pragmatismo y de incapacidad para presentar una salida de la crisis no indiferente a las heridas sociales. Aparece como aquejado de esa enfermedad que asola a parte de la izquierda europea, la cual, consciente de las debilidades de su tradicional plataforma econ¨®mica, no es capaz de presentar una pol¨ªtica de recambio que no sea vergonzante o arrogante asunci¨®n de la versi¨®n m¨¢s doctrinaria de la derecha.
El PS ha hecho m¨¢s, como dir¨¦ al final: no ha sabido cooperar -pues la tarea excede a la fuerza de un partido o de unas personalidades- en la b¨²squeda de unas se?as de identidad para un Portugal que se enfrenta con una reconversi¨®n hist¨®rica.
Centro derechizado
2. Los segundos datos ciertos son el estancamiento del partido comunista y la ca¨ªda de la derecha democristiana, situada en Portugal en el extremo del espectro derechista. Portugal -es decir, el Portugal que ha votado- se ha manifestado en favor de un centro derechizado. La derechizaci¨®n del PS y de Soares no ha bastado. Si se predica desde una izquierda te¨®rica la pol¨ªtica de la derecha, el resultado l¨®gico es votar al centro-derecha.3. Lo m¨¢s cierto es el crecimiento de la abstenci¨®n -notable para Portugal, donde los ¨ªndices de participaci¨®n son normalmente m¨¢s altos que en Espa?a-. Tambi¨¦n el corrimiento de ¨²ltima hora de los dubitativos hacia una opci¨®n nueva, presentada con car¨¢cter muy general y aun ambivalente, pero arropada en la imagen del presidente de la Rep¨²blica, que puede aparecer como la de la Revoluci¨®n de Abril una vez encauzada y atajados los excesos del gongalvismo.
Pero aqu¨ª acaban los an¨¢lisis con cierto grado de certidumbre. Porque todo lo dem¨¢s depende de muchas variables, de las reacciones de los protagonistas, incluso del azar, nunca en la historia descartable.
1. ?Qu¨¦ tipo de Gobierno puede formarse? ?Minoritario del PSD con la tolerancia del PS a cambio de una benevolencia frente a la candidatura de Soares a la presidencia de la Rep¨²blica? ?Uno girando en tomo al PRD que, en principio, tal vez para mal de todos, puede desear que la situaci¨®n se agote para, despu¨¦s de las presidenciales, aparecer en toda su fuerza bajo el manto de Eanes?
2. ?El resultado de las legislativas condena a la candidatura de Soares a la presidencia? Es dudoso, pues si bien la derrota le salpica m¨¢s de lo que pueden creer sus consejeros, hace tiempo que debe estar pensando en una cohabitaci¨®n a la francesa. El declinar del partido, pueden pensar algunos de sus asesores, no estorba sus posibilidades como l¨ªder nacional. Si triunfa Soares en las presidenciales estaremos en una situaci¨®n institucional parecida a la actual entre presidente del Consejo y presidente de.la Rep¨²blica, pero con una inversi¨®n en los papeles de los actores.
Con la descolonizaci¨®n -absolutamente imprescindible y patri¨®tica- Portugal perdi¨® su identidad residual imperial de pa¨ªs no peque?o. Se le escap¨® el arbotante atl¨¢ntico que compensaba lo que consideraban la amenaza de disoluci¨®n en la continentalidad. Portugal no se definir¨ªa por el pasado glorioso, sino por un futuro en el que la Revoluci¨®n de Abril era un adelantado.
La revoluci¨®n puso en grave riesgo muchas cosas. Hab¨ªa que encauzarla. Pero no solamente la clase pol¨ªtica la control¨®, sino que la elimin¨® como referencia leg¨ªtima. Y el portugu¨¦s, despert¨¢ndose ante su dimensi¨®n real, destinado a una profunda reconversi¨®n interior y de su posici¨®n europea, se qued¨® desnudo de mitos.
En estas circunstancias, ni la inevitable sacudida de la entrada en la Comunidad Econ¨®mica Europea ha despertado suficientes reflejos. Lo que ha sido acertada opci¨®n pol¨ªtica aparece como destino inevitable. Con una resignaci¨®n a lo E?a de Queiroz, ir¨®nica, inteligente, autodestructora, en este primer momento el portugu¨¦s se cansa de la pol¨ªtica. Pero el pueblo luso tiene ¨ªntegros hontanares de energ¨ªa y de buen sentido que pronto aflorar¨¢n.
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