Milenio
En plena cultura de la imagen, occidente vivir¨¢ los pr¨®ximos a?os contemplando c¨®mo se desintegra la nariz del emperador. El morbo del SIDA, que la mente judeocristiana ha convertido en una prueba de la ira de Dios, ocupar¨¢ tambi¨¦n nuestros sue?os, y al final del milenio, en las pantallas de televisi¨®n renacer¨¢n los antiguos leprosos, se exhibir¨¢n las secuelas de los modernos vicios y sobre una extensi¨®n de cuerpos corruptos se levantar¨¢n los ¨²ltimos profetas vestidos con la verde t¨²nica del cirujano para predicar el ascetismo con la voz ahuecada por la mascarilla. Hasta ahora la m¨¢xima conquista de esta civilizaci¨®n consist¨ªa en la hipocres¨ªa f¨ªsica, en la sonrisa falsa con dentadura postiza, en las pr¨®tesis de pl¨¢stico casi humanistas y en no izar nunca la pernera del pantal¨®n para mostrar la p¨²stula a la tertulia. ?No hab¨ªamos quedado en que lo nuestro era la fascinaci¨®n? Los paneles que exhiben m¨®rbidos objetos junto a un pubis difuminado, la tersa piel, de los licores, los gestos del cigarrillo, la nacarada superficie de las hembras, el dise?o de una camisa unido a los deseos del coraz¨®n, el modo displicente e inimitable de, cerrar la puerta del coche como Bogart, el c¨¢lido sexo de las computadoras: en ese espejo combinado nos mir¨¢bamos y una figura narcisista se multiplicaba formando una red. Dinos, Se?or, ?qui¨¦n ha pecado?En el Antiguo Testamento no existe el infierno. La culpa de los padres se castiga con la enfermedad, y ¨¦sta puede transmitirse a los hijos hasta la cuarta generaci¨®n, que al parecer es la nuestra. En medio del romanticismo electr¨®nico ha resurgido hoy aquel desierto de Judea donde se refugiaban los contaminados por el mal sagrado. El milenio se acaba. La cultura de la imagen nos meter¨¢ en casa los rostros de otros divos corro¨ªdos por el l¨¢tigo de Dios y la carne de la droga despertar¨¢ en nosotros el ansia de perd¨®n. Entre dos pases de modelos las c¨¢maras buscar¨¢n la nariz del emperador y despu¨¦s de apurar el ¨²ltimo refresco nos obligar¨¢n a contabilizar sus c¨¦lulas cancerosas. Los profetas se est¨¢n calzando las sandalias. ?No hab¨ªamos quedado que era de mal gusto hablar de enfermedades?
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