Crisis por sorpresa
EL GOBIERNO encabezado por Bettino Craxi, que acaba de dimitir, ha estado a punto de igualar el r¨¦cord de duraci¨®n de los Gobiernos italianos en la ¨¦poca de posguerra. Sin embargo, esa dimisi¨®n no tiene nada que ver con un proceso de erosi¨®n, y menos de agotamiento. Ese Gobierno, basado en una f¨®rmula de pentapartido, es decir, de participaci¨®n de la Democracia Cristiana, liberales, republicanos, socialdem¨®cratas y socialistas, despu¨¦s de una etapa dif¨ªcil a comienzos de 1984, se hab¨ªa ido consolidando en el curso del a?o actual. La oposici¨®n estaba formada por el part¨ªdo comunista, sin duda muy influyente; pero incluso en el seno de ¨¦ste, en los debates de preparaci¨®n de su futuro congreso, se perfila una tendencia a buscar el acercamiento con el partido socialista de Craxi.Craxi ha sido el primer jefe de Gobierno socialista en la historia italiana. Y el primero que se ve obligado a dimitir por una causa netamente exterior. En una serie de cuestiones fundamentales de la estrategia de la OTAN, y en particular sobre el tema de los euromisiles, Craxi se ha destacado por su defensa de las posiciones norteamericanas. Concretamente, su Gobierno acept¨® sin objeciones la instalaci¨®n de los misiles de crucero en la base de Comiso. Apenas hace unos meses, en marzo pasado, el presidente Reagan recibi¨® a Craxi, en Washington, con frases sumamente elogiosas.
?Qu¨¦ ha producido pues el conflicto, con momentos dram¨¢ticos en la noche del 11 al 12 de octubre, entre Italia y EE UU? No, desde luego, la debilidad frente al terrorismo. Craxi ha practicado en este terreno una pol¨ªtica dura y ha obtenido apreciables resultados en Italia. La diferencia ha surgido en torno a una interpretaci¨®n muy particular, por parte del presidente Reagan, de las relaciones entre los aliados atl¨¢nticos. Acusar a Craxi de frialdad respecto a la OTAN o tibieza en la alianza italiana con EE UU es disparatado. La cuesti¨®n real es que Craxi se encontr¨®, como ha explicado ante el Parlamento, ante el fuerte desaf¨ªo que representaba la pretensi¨®n norteamericana de actuar militarmente, y a su arbitrio, en una base ubicada en suelo italiano. M¨¢s a¨²n; horas despu¨¦s, el jefe de Gobierno de Italia tuvo que protestar oficialmente ante el Gobierno de Washington porque un avi¨®n militar norteamericano sobrevolaba sin permiso el espacio a¨¦reo italiano. Lo que estaba pues en juego no era s¨®lo el Derecho internacional. Se trataba de la propia soberan¨ªa.
Por otro lado, en la conducta del ministro Spadolini, aparte de eventuales razones de prestigio, ha predominado un criterio pol¨ªtico con cierta aceptaci¨®n en determinados ambientes. Este criterio se cifra en que acaso Italia no podr¨ªa discrepar de EE UU en ninguna cuesti¨®n internacional sin beneficiar simult¨¢neamente las posiciones sovi¨¦ticas. Efectivamente, esa transposici¨®n de la dial¨¦ctica bipolar al terreno de la pol¨ªtica interior ha tenido cierta vigencia en varios pa¨ªses europeos. Si hoy se pone en cuesti¨®n, es por raz¨®n de las mismas actitudes extremas de la Administraci¨®n Reagan que indirectamente vitalizan las actitudes propicias a una autonom¨ªa europea.
Finalmente, el papel de la Democracia Cristiana ha sido esencial en la determinaci¨®n de la forma en que la dimisi¨®n del Gobierno se ha producido. Su acci¨®n ha impedido una crisis ante el Parlamento, que hubiese permitido un ¨¦xito rotundo de Craxi y Andreotti en torno a problemas que afectan al sentir nacional m¨¢s all¨¢ de opciones pol¨ªticas. Con la manera de atender ¨¦l conflicto, los italianos han soslayado pues, por el momento, la disoluci¨®n del Parlamento. Soluci¨®n que, adem¨¢s de disminuir el traumatismo nacional, frena de paso, respecto a Espa?a, la amenaza que pudiera recaer sobre su ingreso en la CEE el pr¨®ximo. 1 de enero de 1986. Ingreso cuyo texto de acuerdo, como es sabido, se encuentra todav¨ªa pendiente de ser ratificado, entre otros, por el legislativo italiano.
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