La vieja historia...
Si uno se asoma a la historia y la recorre con ojos desapasionados, comprueba c¨®mo en las distintas ¨¦pocas del paso del hombre sobre este planeta las clases dominantes han sabido elevar a la categor¨ªa de sagrado e intocable aquellos principios, mitos, miedos y fantasmas que fueron cambiando de nombre y ropaje, pero que siempre cumplieron la misma funci¨®n: mantener el orden establecido tal cual .les conven¨ªa a sus intereses y privilegios a estas clases dominantes y alejar al pueblo lo m¨¢s posible del poder, la riqueza y los bienes sociales, de los que hac¨ªan bot¨ªn y patrimonio particular unos pocos con total impunidad y desverg¨¹enza.En estos d¨ªas de lucha jornalera he podido comprobar, en el libro siempre actual e irrefutable de la vida pr¨¢ctica, c¨®mo las clases dominantes de -ahora y el poder a su servicio desempolvan los mismos mitos y fantasmas y golpean con el mismo desprecio y parecida sa?a a las clases desprivilegiadas cuando ¨¦stas osan rebelarse o sencillamente exigir lo que el sistema no puede dar, no dar¨¢ nunca a los pobres, como es el trabajo, la tierra o la libertad.
El sistema capitalista en su actual crisis no puede dar trabajo a los pobres, porque para no romperse tiene que mecanizar y robotizar su producci¨®n, necesita producir y producirlo urgente e inexorablemente.
Las clases dominantes y los Estados a su, servicio no pueden consentir tampoco, y menos precisamente ahora cuando el sistema est¨¢ en cuesti¨®n y demuestra su inutilidad, dar tierra a los despose¨ªdos, porque ser¨ªa tanto como admitir que hay una salida distinta a la crisis, cual es el reparto de la riqueza existente, y porque ser¨ªa poner en tela de juicio la validez, nada m¨¢s y nada menos, que de la sagrada propiedad privada sobre los medios de producci¨®n.
Y claro est¨¢ que el sistema tampoco puede dar libertad a los pobres. Porque ?qu¨¦ har¨ªan los pobres si fueran verdaderamente libres? ?Qu¨¦ har¨ªan los despose¨ªdos, los explotados en el instante mismo de'sentirse con la libertad entre las manos? Es f¨¢cil imagin¨¢rselo. Los pobres utilizar¨ªan su libertad para dejar de ser pobres, para acabar con la explotaci¨®n y la desposesi¨®n de que son v¨ªctimas.
No hay cosa que m¨¢s proh¨ªban el poder y sus clases instaladas que dar libertad al esclavo, no sea que a ¨¦ste le d¨¦ por romper las cadenas y quedarse sin amos. La libertad real siempre es subversiva y peligrosa.
Y aqu¨ª, en esta Andaluc¨ªa, en este Sur, los jornaleros estamos exigiendo estos imposibles de agua, trabajo y tierra. Estamos pidiendo el imposible de la libertad y lo pedimos porque sentimos sobre nuestras espaldas el decreto a muerte que las multinacionales, con intereses crecientes en Andaluc¨ªa, acelerados con la entrada en el Mercado Com¨²n, en complicidad manifiesta con este Gobierno sumiso y manigero y los se?ores terratenientes han establecido.
Y lo han establecido hasta en el modo, porque se pretende que, esta muerte legal del jornalero sea una muerte como clase social y sea una muerte a fuerza de la humillaci¨®n, de las limosnas estatales, que signifique una liquidaci¨®n tambi¨¦n como seres humanos.
No puede, pues, extra?arnos que frente a esta'lucha por la tierra y la existencia del jornalero andaluz, las clases dominantes y su poder hayan sacado una vez m¨¢s el viejo fantasma de que no puede cuestionarse la propiedad de la tierra porque la propiedad de la tierra es.un derecho natural.
Derecho para todos
Y nosotros, cuando se sacan estos fantasmas para justificar lo injustificable, no podemos m¨¢s que preguntarnos si es que es verdad que la propiedad privada sobre la tierra es un derecho natural de todos los seres humanos, ?c¨®mo es que en Andaluc¨ªa este derecho s¨®lo lo ejerce efectivamente una insignificante mi?or¨ªa que acumula desp¨®ticamente casi todas las tierras cultivables en sus manos? Si es un derecho natural para todos, ?c¨®mo es que a los jornaleros se nos tiene hace ya siglos privados tan impunemente de ese derecho? ?O es que ese llamado derecho na, tural es para uso exclusivo y particular de los se?ores terratenientes?
M¨¢s bien el derecho natural, si miramos a la propia naturaleza, nos dice, otra cosa bien distinta. Nos,dice, por ejemplo, que la tierra no, ha sido hecha por nadie y que si nadie ha hecho la tierra, la tierra no puede ni debe ser de nadie y debe ser para uso y alimento de toda la comunidad que habita en ella.
M¨¢s bien, si queremos leer en el libro de la naturaleza, ¨¦sta nos dice que la tierra como el aire y como el agua, que son bienes universales y vitales par¨¢el consumo humano y, para colmo, limitados, .es una aut¨¦ntica barbaridad que puedan ser pose¨ªdos por el ego¨ªsmo rentabilista y depredador de ninguna clasesocial, sino que deben ser bienes p¨²blicos controlados y administrados celosamente por toda la comunidad.
El, aire para respirar, el agua para beber y la tierra para comer es lo m¨ªniro que deben controlar los pueblos para poder ejercer efectivamente. su derecho a la vida.
Y es por ese derecho elemental a la vida por lo que luchamos los jornaleros andaluces. Claro, que, frente a la exigencia de ese derecho que trastoca, los planes del gran capital, el poder hacer uso, c¨®mo no, de otro viejo argumento, el de la represi¨®n.
Y en, 37 d¨ªas de ocupaci¨®n de la finca del Humoso, propiedad del duque del Infantado, cuatro veces grande de Espa?a, hemos asistido al espect¨¢culo de 30 desalojos de la Guardia Civil, a m¨¢s de 100 procesos judiciales pendientes y a la detenci¨®n ?legal y anticonstitucional durante cuatro d¨ªas cofisecuti,vos de 80 mujeres que pac¨ªficamente y con una bandera blanca paseaban por las aceras cercanas al palacio de Monsalves, sede de la Junta de Andaluc¨ªa, para, pedir tierra, paz y di¨¢logo, sinque desde dentro del palacio hubiera otra respuesta que la versi¨®n kafkiaLna de "la calle es m¨ªa y la acera tambien" interpretada por la soberbia virreinal del se?or Rodr¨ªgue? de, la Borbolla.
Era la vieja represi¨®n que de nuevo estaba aqu¨ª en pleno centro de Sevilla y a plena democracia en forma de furg¨®n inmundo, nunca propio para seres humanos, que iba y ven¨ªa para detener a un pu?ado de mujeres y alguno de Sus ni?os que ten¨ªan que recorrer entre desmayos, debido al asfixiante calor, el calvario de las comisar¨ªas, el juzgado de guardia, la burocracia de los papeles que no se entienden y la puesta en libertad a altas horas de la madrugada, porque estos pobres hab¨ªan cometido el terrible atrevimiento de exigirle al poder nada menos que di¨¢logo y pan.
Andaluc¨ªa libre
Y una noche, c¨®mo no, porque de noche act¨²an los que de d¨ªa no se pueden mostrar, son¨® el odio de siglos en forma de unos disparos que derribaron a tierra una bandera andaluza que presid¨ªa la finca ocupada.
No sabemos qui¨¦n le dio al gatillo, pero estamos plenamente seguros de que, siendo de m¨¢s alta o baja alcurnia, pertenecer¨¢ a esa especie terrorista que disfrutaba con los tiros de gracia a la puerta de los cementerios, que un d¨ªa disparara contra Blas Infante por querer una Andaluc¨ªa libre y que hac¨ªa fiesta cuando asesinaba a sangre fr¨ªa a unos hermanos nuestros que hace casi medio siglo exig¨ªan, como nosotros, su derecho a la vida y a la tierra.
Y uno comprueba todo esto y lo vive y lo padece colectivamente en una larga e interminable pesadilla, donde se tropieza'una y otra vez con duques t¨¦rratenientes y aguatenientes y el ego¨ªsmo cerril de una burgues¨ªa.que dispone del agua, la vida y la tierra y que nunca supo de m¨¢s progreso que no fuera el de sus bolsillos y que cabalg¨® y cabalga en la abundancia en medio de la miseria y la desesperaci¨®n del pueblo. Una pesadilla en la que los b¨¢rbaros del lujo, el derroche y la riqueza, por cualquier est¨²pido motivo, pueden gastarse en una sola noche, con todo descaro, el dinero con el que podr¨ªan alimentarse m¨¢s de 300 familias durante un a?o. Una. pesadilla en la que la distancia entre la riqueza y la pobreza se agiganta pavorosamente, sin que el poder haga otro oficio que mantener el orden a¨²n a costa de la justicia, de mantener la propiedad a¨²n a costa del despojo y el destripe econ¨®mico y ps¨ªquico de los m¨¢s humildes, de mantener la calma y la paz (?valiente paz!) desde el "no se inquieten se?ores, aqu¨ª no pasa nada", aunque dos millones de est¨®magos en esta Andaluc¨ªa circulen dolorosamente a¨²n por debajo del llamado ¨²ltimo nivel de la pobreza portando silenciosamente en sus vidas la escritura que atestigua la m¨¢s terrible desigualdad.
Parece como si el hambre, porque no se muere ruidosamente, no fuera un terrorismo. Parece como si los ¨ªndices m¨¢s altos de paro de toda Europa no fueran una escandalosa violencia de los que tienen contra quienes no tienen, de los poseedores contra los despose¨ªdos.
Parece como si la violencia cuando la ejercen los poderosos y los Estados no fuera tal violencia... y quiz¨¢ por eso, tal vez por eso, nunca se hable de que hay que pacificar el Sur.
Nadie parece enterarse. A muchos les interesa que no se sepa nada. Es la vieja historia. Es la historia siempre dura y terrible para los pobres. La silenciada historia de atropellos y violencias que soportaron y siguen soportando los oprimidos de todas las ¨¦pocas y los op¨ªimidos d,e este ahora.
Por eso que despu¨¦s de 40 d¨ªas de lucha jornalera por la existencia, frente a las castas terratenientes, la lucha ut¨®pica, porque utop¨ªa es en este, Sur el derecho al trabajo, al agua y a la tierra, uno no puede evitar el recuerdo de la historia y los viejos recursos y comportamientos porque apenas si han sufrido cambios m¨¢s que alg¨²n retoque que se puede considerar como de fachada.
Por eso, que la utop¨ªa sea en los oprimidos tan necesaria. La utop¨ªa es imprescindible como el aire, como el agua, como el pan, como la tierra.... porque la historia, m¨¢s temprano que tarde, y a pesar de los tiranos, las clases sociales y sus fantasmas, tendr¨¢ que ser escrita irremediable e irrenunciablemente por los pueblos.
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