Crep¨²sculo gallego
La vaca cega es la ¨²ltima obra, de a que Mompou espera "quede patente el dramatismo del pobre animal que describiera Joan Maragall". Pero Mompoti sigue de cerca los acontecimientos musicales y hace escasos d¨ªas que ha vuelto de B¨¦lgica donde asisti¨® a un homenaje que se le rindi¨® en Europalia. "Fue el ¨²nico compositor de Espaf¨ªa al que se le dedic¨® un programa completo", explica, c¨®mplice de una vida, su esposa, Carmen Bravo. Y durante la entrevista, celebrada en la tarde antes de que se inaugurara la temporada del Liceo, Mompoti a?ad¨ªa: "Es una l¨¢stima que en el Liceo haya tantos escalones, porque me hubiera gustado asistir al estreno de Moses und Aaron, de Schoenberg". Le hubiera gustado pero sus obligados ,traslados con una silla de ruedas dificultan asistir all¨ª donde quisiera. Y no fue nunca shoenbergiano. El disc¨ªpulo catal¨¢n del maestro alem¨¢n fue Robert Gerhard, polo opuesto a los prop¨®sitos de Mompou. "Ni tampoco me gusta la ¨®pera", admite.A Schoenberg no le conoci¨® porque "cuando ¨¦l estaba aqu¨ª en Barcelona, yo estaba en Par¨ªs y viceversa", pero su obra s¨ª la conoce, naturalmente. Porque fueron dos modos distintos, aunque casi paralelos en el tiempo, de entender la creaci¨®n musical: "Yo no me he peleado nunca con una composici¨®n, no he roto nunca una partitura y, casi progresivamente, mis obras se han ido reduciendo, abreviando en longitud, para conseguir algo muy concreto". Su esposa, Carmen, insiste en este aspecto. "Es verdad. En primer lugar porque Frederic siempre ha trabajado delante del piano buscando el acorde y la melod¨ªa. No ha sido un compositor cerebral: "No poseo 'audici¨®n interna' y siempre he necesitado un instrumento para materializar mi idea", afirma Mompou.
Hay una an¨¦cdota que lo describe muy bien explica Carmen: Como era habitual en verano, pasamos unos d¨ªas en Galicia y, un d¨ªa, fuimos a.casa del poeta Vicente Risco. Al anochecer nos invit¨® a salir a la era para admirar la belleza del crep¨²sculo. Efectivamente era una maravilla. En un momento el clima sensacional de quietud y soledad fue suavemente interrumpido por el ruido de un grupo de carretas que volv¨ªan del campo, estas carretas t¨ªpicamente gallegas, sin eje, tienen un particular modo de chirriar. Pasaron meses y un d¨ªa al volver a casa, aqu¨ª en Barcelona, Frederic me pidi¨® que escuchara algo que hab¨ªa estado haciendo: eran los acordes reproduciendo aquel crep¨²sculo gallego".
Babelia
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