Defensa y democracia
Los ciudadanos del mundo democr¨¢tico exigen saber cada vez m¨¢s detalles. de lo relacionado con la defensa de sus pa¨ªses, pese a la reserva en que se suelen mantener estas cuestiones. Seg¨²n el autor de este art¨ªculo, lo importante es aclarar dos preguntas: qu¨¦ se desea defender y contra qui¨¦n hay que defenderlo.
Son cada vez m¨¢s quienes en Europa vienen mostrando a sus Gobiernos que no desean ser defendidos por ¨¦stos sin saber por qu¨¦, y cuan do las explicaciones oficiales no existen o no convencen de nada sirve el rasgado de las vestiduras gubernamentales ante el pacifismo, el antimilitarismo, la objeci¨®n de con ciencia o cualquier otro resultado obligado del inevitable y libre ejercicio de los derechos democr¨¢ticos y de la resistencia ante la coacci¨®n a cooperar con algo que a veces no se desea o, en el mejor de los casos, no se entiende, como es para amplios sectores de la poblaci¨®n, tambi¨¦n en Espa?a, la defensa nacional. La seguridad, la defensa, la es trategia, la disuasi¨®n, la pol¨ªtica de bloques... no son ya conceptos do minados s¨®lo por los especialistas, civiles o militares, de la administraci¨®n de los Estados; proliferan en las librer¨ªas europeas (y tambi¨¦n en las espa?olas, como atestigua la excelente gu¨ªa bibliogr¨¢fica de V. Fisas sobre Paz, guerra y defensa) documentados estudios de especialistas no oficiales, que ponen de relieve muchas incoherencias de los planificadores en defensa.En el mundo occidental, que se reclama democr¨¢tico, no es posible seguir hurtando al debate p¨²blico los vitales asuntos de la seguridad y la defensa, so pretexto de un secreto muchas veces innecesario. Algunos administradores del Estado empiezan a comprender que las ventajas de orden pol¨ªtico interno que les puede reportar una clarificaci¨®n abierta de los asuntos de la defensa nacional, y la contribuci¨®n a ¨¦sta del debate p¨²blico, compensan sobradamente los ficticios riesgos de una posible vulneraci¨®n del m¨ªtico secreto de la seguridad, que si ciertamente puede a veces poner en peligro aspectos importantes de la defensa, es mucho m¨¢s probable que llegue a revelar ante muchos pueblos la poca racionalidad de la moderna planificaci¨®n militar de las superpotencias y de otros pa¨ªses.
Sin embargo, el tratamiento p¨²blico de los problemas de la defensa adolece a menudo de falta de sistematizaci¨®n y muestra una excesiva parcelaci¨®n, motivada en cada momento por las preocupaciones locales o coyunturales. Si la bomba de neutrones suscit¨® abundante material cr¨ªtico hacia 1977, los euromisiles lo hicieron a partir de 1980 y ahora pasa a un primer plano la guerra de las galaxias.
Todo esto es necesario y natural si, como sucede en muchos pueblos europeos, se vienen discutiendo ya en profundidad, desde la pasada posguerra, los otros aspectos b¨¢sicos de la defensa. Pero no ha sido as¨ª en Espa?a, y aqu¨ª se corre ahora el riesgo de pasar a enfrascarse en hondas discusiones sobre elementos de tercero cuarto orden sin haber siquiera mencionado los de primero y segundo. Esto es as¨ª porque el discurso defensivo es, en esquema, muy sencillo. Se trata de analizar, por su orden, las siguientes cuestiones: 1. ?Qu¨¦ se desea defender? 2. ?Contra qui¨¦n hay que defenderlo? 3. ?C¨®mo se va a defender? 4. ?Con qu¨¦ medios y recursos?
Discutir sobre los euromisiles o las armas nucleares (el cuarto orden), o sobre la OTAN y la neutralidad (el tercero) sin haber analizado los dos niveles anteriores es falsear el razonamiento desde el origen. Claro es que las dictaduras no suelen permitir la p¨²blica discusi¨®n de ninguna de estas cuestiones; algunos reg¨ªmenes autoritarios moderados admiten cierta participaci¨®n p¨²blica sobre los recursos y medios asignados a la defensa (cuarto orden), las democracias antiguas y asentadas someten regularmente a debate las cuestiones de los dos ¨²ltimos ¨®rdenes (tercero y cuarto) y, en algunas ocasiones, las del segundo. Pero generalmente en estos pa¨ªses la determinaci¨®n de qu¨¦ se desea defender y contra qui¨¦n hacerlo parece emanar instintivamente de la historia de los pueblos con larga andadura democr¨¢tica, que s¨®lo las revoluciones alteran sustancialmente. Hay pueblos que, sin discutirlo p¨²blicamente, saben bien qu¨¦ desean defender, en otros esto es m¨¢s incierto.
Cualquier discurso sobre la defensa, trazado con l¨®gica, debe empezar por establecer el objeto de la defensa.
Si una sociedad no alcanza a ponerse de acuerdo en qu¨¦ es lo que quiere defender no hay verdadera defensa posible; podr¨¢ incluso existir un poderoso aparato militar, gestionado por el Estado, que no estar¨¢ defendiendo a la sociedad ni ¨¦sta se sentir¨¢ defendida por ¨¦l, lo que es aun m¨¢s grave. Por eso, la primera decisi¨®n sobre la defensa es de naturaleza pol¨ªtica y consiste en armonizar las inevitables discrepancias sociales para alcanzar un acuerdo convenido en tomo a lo que se desea defender.
La determinaci¨®n del enemigo
Determinado qu¨¦ es lo que se desea defender es posible despu¨¦s identificar al potencial enemigo -si existe, cosa que no ocurre necesariamente siempre- contra quien hay que defenderse. La definici¨®n del enemigo (hoy denominado amenaza, en ese denodado esfuerzo por neutralizar el l¨¦xico b¨¦lico) es un punto importante para el proceso posterior y es donde mayores incoherencias se advierten en la planificaci¨®n defensiva de muchos pa¨ªses. El caso del pueblo griego, que se siente m¨¢s amenazado por Turqu¨ªa -su aliado en la OTAN- que por la URSS -su enemigo oficial- es muy evidente, pero no ¨²nico, porque las alianzas interfieren a menudo gravemente en este aspecto, al introducir en ¨¦l factores extra?os. Se advierte adem¨¢s en la actualidad una tendencia a militarizar los conflictos, confundiendo con el concepto de enemigo militar otros tan ajenos como los de rival econ¨®mico o adversario pol¨ªtico, que, como es natural, no deber¨ªan implicar el recurso, ni siquiera en ¨²ltima instancia, a la fuerza armada.
Analizados los ¨®rdenes primero y segundo (qu¨¦ hay que defender y contra qui¨¦n) puede entonces plantearse la discusi¨®n de los otros dos, y quiz¨¢ de alg¨²n otro derivado de ellos que un estudio m¨¢s detenido permitir¨ªa distinguir. De esta forma ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil considerar el tipo de defensa conveniente (orden tercero); esto es, estudiar entre otras cosas las ventajas e inconvenientes de la disuasi¨®n, nuclear o no, de las alianzas o de la neutralidad, y analizar despu¨¦s los medios y recursos a emplear (orden cuarto). El sistema as¨ª obtenido ser¨ªa l¨®gicamente coherente y las discusiones sobre los aspectos locales o coyunturales no quedar¨ªan como ahora sucede a menudo, como flecos desprendidos de un apriorismo ideol¨®gico, sino que encajar¨ªan bien en el todo arm¨®nico de un completo discurso defensivo de naturaleza pol¨ªtico-militar, que deber¨ªa estar al alcance de todo ciudadano en una democracia aut¨¦ntica.
es coronel de Artiller¨ªa y diplomado de Estado Mayor.
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