M¨¦xico y Espa?a
Hern¨¢n Cort¨¦s fue el mejor de los conquistadores de Indias. Pudo haberse adue?ado de Tenochtitl¨¢n sin lucha, pues el emperador Moctezuma le entreg¨® su reino crey¨¦ndole el dios Quetzalcoatl, que, seg¨²n su promesa, volver¨ªa a recobrar el imperio perdido; pero la crueldad de sus capitanes desat¨® la ira de los aztecas y Tenochtitl¨¢n fue arrasado. A medida que pasa el tiempo descubrimos la grandeza de lo que se destruy¨® y de lo que se perdi¨®.Ten¨ªamos la versi¨®n espa?ola de la conquista; hoy tenemos la versi¨®n de los vencidos, y nos conmueve a¨²n el patetismo de su dolor y de su tragedia. Es un documento extraordinario que no dejaron a los ¨¢rabes o los jud¨ªos.
Cort¨¦s muere con la convicci¨®n de haber sido un excepcional servidor de Espa?a, un guerrero heroico y cruzado de la fe. Manch¨® su haza?a con infamias innecesarias y fue tambi¨¦n el descubridor de California, el visionario que trat¨® de conquistar el oc¨¦ano Pac¨ªfico, el padre del primer mestizo, el gran escritor comparable a C¨¦sar y es fundador de la Nueva Espa?a. Carlos V lo ennobleci¨® y lo hizo se?or feudal. Parad¨®jicamente, detestaba el feudalismo y lo retuvo lejos de su feudo at¨¢ndolo a un juicio interminable. Muri¨® vagando de posada en posada, triste y desenga?ado.
Nosotros descendemos de la colonia. No fue Cort¨¦s el que consider¨® hombres a los indios ni merecedores de ser educados y libres, sino Las Casas, los primeros frailes, Vasco de Quiroga.
Las Casas condena el horror de la conquista cuando se inicia la colonizaci¨®n. Sartre lo condena cuando la colonizaci¨®n, cinco siglos despu¨¦s, terminaba.
Las Casas no es el autor de la leyenda negra, sino el acusador de la violencia, de la codicia, el padre de los indios. Las potencias mundiales han tenido muchos Corteses, muchos Pizarros; ninguna de ellas ha tenido un Las Casas o un Vasco de Quiroga. De haber triunfado la utop¨ªa o la ciudad de Dios concebidas por el erasmismo espa?ol, otro muy distinto hubiera sido el destino de Am¨¦rica Latina.
Cort¨¦s -nueva paradoja- no gan¨® la conquista; la ganaron los indios subyugados por los aztecas y por la ¨ªndole peculiar de su cultura. No guerreaban para matar, sino para ser prisioneros y sacrificarlos ante su dios, una especie de Dr¨¢cula divino sediento de sangre humana. Curiosamente, hicieron la independencia los espa?oles de la Ilustraci¨®n.
Nosotros no odiamos a Cort¨¦s ni lo glorificamos. Guardamos sus huesos en una tumba cualquiera y creemos que fue un personaje de su tiempo, un hecho fatal que de cualquier manera hubiera ocurrido.
Lo que condenamos es la conquista y los resultados de la conquista, obra de una rapaz decadencia. Los que amamos a Espa?a, la amamos como algo nuestro, pensamos, y quiz¨¢ me entienden mejor los espa?oles si digo que m¨¢s vale ser ex metr¨®poli que ex colonia. La brutal desigualdad de la colonia no hemos sabido superarla. Somos tan desiguales como en el tiempo de la colonia. Comprendo que Espa?a se sienta europea y afirme su vocaci¨®n europea. Sin embargo, creo, tal vez equivocadamente, que una parte considerable de su destino est¨¢ en la Am¨¦rica que fuera suya, como el destino del peque?o y empobrecido Portugal est¨¢ en el gigante Brasil.
Cuando yo era ni?o, nunca conoc¨ª a un espa?ol pobre. Eran due?os del comercio, del acero, de haciendas, de molinos y panader¨ªas, de textiles. Yo mismo desciendo de ese tipo de espa?oles. Durante varios siglos llegaron los m¨¢s pobres y aqu¨ª se hicieron, gracias a su trabajo, en due?os de fortunas.
Luego vinieron los desterrados, la mejor generaci¨®n de Espa?a, y esta emigraci¨®n nos enriqueci¨®. Los vimos como hermanos en desgracia y los acogimos fraternalmente.
Ellos pagaron con sus ense?anzas, con sus maestr¨ªas, con su arraigo, con su entrega a M¨¦xico. Nuestro pa¨ªs se ha hecho a base de arraigos y desarraigos. Cort¨¦s fue el primero en desarraigarse. En Espa?a era un indiano. Aqu¨ª era un pr¨ªncipe. Am¨® a M¨¦xico, y en la primera cl¨¢usula de su testamento orden¨® que sus huesos reposaran en la tierra por ¨¦l conquistada.
Cuando el mundo se descoloniz¨® despu¨¦s de la II Guerra Mundial, ?qui¨¦n piensa en los conquistadores? ?Qu¨¦ pa¨ªs descolonizado est¨¢ bien?
Dejemos que los muertos entierren a los muertos. Entre el gran figur¨®n de la historia, Cort¨¦s, y un soldado espa?ol como Bernal D¨ªaz del Castillo, nos quedamos con Bernal. Pertenec¨ªa al pueblo y ten¨ªa la gracia, la inocencia, el buen humor y las virtudes del pueblo espa?ol.
Preguntarnos por Cort¨¦s equivale a preguntarles a los puertorrique?os qu¨¦ piensan de Estados Unidos. Deber¨ªamos detestar la gloria de los conquistadores y el poder de las armas que nos han llevado a la crisis actual.
Lo que pareci¨® un hecho rom¨¢ntico, hoy nos parece un hecho miserable y sucio. Una encuesta celebrada en Espa?a revel¨® que muy pocos sab¨ªan qui¨¦n fue Cort¨¦s. Aqu¨ª, s¨®lo unos cuantos hispanistas de pacotilla lo consideran heroico y padre de la naci¨®n. La historia es la historia. Un tejido de obras geniales y de. obras execrables. Ser¨ªa mejor pensar en el futuro. La emigraci¨®n de 1939 debe ser un ejemplo de qu¨¦ importantes y fecundas pueden ser unas relaciones m¨¢s estrechas entre M¨¦xico y Espa?a.
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