El nuevo descubrimiento
En la primera nota hablaba yo del tiempo hist¨®rico cargado de culpa. La proximidad de la efem¨¦ride ha reactivado -como sucede peri¨®dicamente, aunque, claro, esta vez con m¨¢s fuerza- el c¨²mulo de malentendidos y confusiones que las interpretaciones del Descubrimiento suelen suscitar, sobre todo en Latinoam¨¦rica. Resquemores y resentimientos que lo malo que tienen es que sean ambiguos o vergonzantes. Todo sucede como si algunos Gobiernos muy puntillosos y los profesionales de las ideas buscaran evasivas o coartadas para no asociarse en forma expl¨ªcita a unas celebraciones que tienen su pecado de origen; para no aparecer como adhiri¨¦ndose a una fecha que recuerda los dos o tres cap¨ªtulos centrales a que dio origen el Descubrimiento: la conquista, la colonia, el arrasamiento de las culturas. Lo que tampoco es casual, puesto que estas disensiones hacen raz¨®n, en el fondo, al esp¨ªritu de rechazo del imperialismo y del colonialismo -no ya de los antiguos-, pero que ahora operan como revulsivos en la sensibilidad latinoamericana, muy exacerbada por las brutales agresiones de las potencias imperialistas y colonialistas. Los recientes casos de las Malvinas, de Granada, la explosiva situaci¨®n de Am¨¦rica Central, que el poder militar de Estados Unidos ha convertido en su patio trasero; el bloqueo de Cuba por m¨¢s de un cuarto de siglo, el m¨¢s reciente de Nicaragua, que amenaza terminar en una nueva intervenci¨®n armada, no son m¨¢s que algunos de los hechos m¨¢s humillantes y peligrosos. Como si faltara la cadena de todos los anteriores. A ellos hay que agregar, por si todo eso fuera poco, el lancinante e insoluble problema de la deuda externa, convertida en una pesadilla real en la que pueblos y gobiernos sobreviven insomnes pero impotentes. Es un fen¨®meno que, por supuesto, cubre todo el Tercer Mundo, pero que se encarniza de un modo especial con Latinoam¨¦rica y que de pronto pareciera contar hasta con el apoyo de las fuerzas naturales, como acaba de suceder en la cat¨¢strofe de M¨¦xico.Lo m¨¢s penoso de esta actitud ante la conmemoraci¨®n del Descubrimiento, enconada por la difracci¨®n del tiempo hist¨®rico que nada tiene que ver con la efem¨¦ride, es que tambi¨¦n nadie ignora en Am¨¦rica Latina la neta adhesi¨®n, traducida en actos, de la Espa?a democr¨¢tica al movimiento internacional que trabaja a favor de Nicaragua y de Cuba; que se opone a la intervenci¨®n militar de Estados Unidos en el resto de Am¨¦rica Central; que se opone igualmente a la dominaci¨®n econ¨®mica imperialista en toda Am¨¦rica Latina.
Ni descubrimiento ni encuentro
En el campo intelectual las disensiones se est¨¢n manifestando entre los especialistas del tema. Acaso la m¨¢s sugeridora de estas discusiones, con respecto al trasfondo de la cuesti¨®n, sea la que ha surgido a ra¨ªz de la propuesta que, en nombre de M¨¦xico, present¨® Miguel Le¨®n Portilla en una convenci¨®n internacional reunida en Santo Domingo a fines de 1984. El prop¨®sito central de este coloquio era definir "el significado hist¨®rico de la famosa fecha" y, en consecuencia, el de aunar los criterios de los pa¨ªses interesados sobre la forma de celebrar el quinto centenario del acontecimiento inaugural.
El renombrado historiador e investigador de las culturas prehisp¨¢nicas sent¨® la tesis de que el concepto Encuentros de dos mundos defin¨ªa con mayor exactitud lo que hab¨ªa ocurrido verdaderamente el 12 de octubre de 1492. La f¨®rmula, apoyada en una extensa argumentaci¨®n hist¨®rico filos¨®fica, result¨® aprobada de forma un¨¢nime por los pa¨ªses representados en la reuni¨®n y fue adoptada oficialmente por M¨¦xico (acuerdo presidencial del 29 de abril de 1985). Poco tiempo despu¨¦s, otro renombrado historiador mexicano, Edinundo O'Gorman, sali¨® al paso de la tesis del doctor Portilla y le rebati¨® con igual acopio de argumentos. La idea de su refutaci¨®n puede condensarse en el t¨ªtulo Ni descubrimiento ni encuentro que el profesor O'Gorman puso a su primera r¨¦plica, y los de las siguientes: Falsedad hist¨®rica del encuentro de dos mundos y Encuentro de dos mundos o lo superfluo. O'Gorman concluye -si es que tan, laboriosa argumentaci¨®n puede esquematizarse-: "Fest¨¦jense, pues, los aniversarios de la creencia de Col¨®n en haber alcanzado regiones asi¨¢ticas el d¨ªa 12 de octubre de 1492, ya como el descubrimiento de Am¨¦rica, ya como encuentro de dos mundos, ya como d¨ªa de la raza, ya, en fin, como resulte de la consecuencia de aquella persuasi¨®n de Col¨®n que se tenga a bien elegir para conmemorar la efem¨¦ride. Pero ante el caos de tanta posible diversidad ser¨ªa aconsejable que, as¨ª como en las iglesias cristianas sin espec¨ªfica denominaci¨®n se venera al mismo Dios con distintos rostros, se unan fraternalmente todas las naciones interesadas, y que cada una queme incienso en el altar de su devoci¨®n; pero quien tenga respeto al fuero de la verdad hist¨®rica sabr¨¢ que se festeja gato por liebre".
La f¨®rmula de Portilla trata de conciliar las antiguas rivalidades esquivando las connotaciones de colonialismo peninsular que parecer¨ªan, a su juicio, contaminar el concepto celebratorio de descubrimiento de Am¨¦rica como encuentro de dos mundos. Las conclusiones de O'Gorman -que tampoco concluyen nada- proponen con cierta forzada iron¨ªa disfrazada de misticismo ritual la continuidad del caos conmemorativo.
No corresponde comentar aqu¨ª la sonada controversia que, m¨¢s que nada, s¨®lo ha servido para reflejar un "estado de esp¨ªritu", como dir¨ªan los franceses. No se trata de un problema de sem¨¢ntica ni de una transgresi¨®n de las reglas de la hermen¨¦utica hist¨®rica. No hay aportes nuevos de posibles significados ¨®rficos que hubiesen quedado sepultados en el encuentro de dos mundos.
Lo que la pol¨¦mica vuelve a poner de manifiesto, m¨¢s que nuevos nombres o de finiciones, es la necesidad de una compartida responsabilidad, de dinamizar y clarificar su sentido con respecto al "tiempo cargado de culpa". Lo que est¨¢ en juego es "sacar una efem¨¦ride solemne y petrificada de su estricto marco del pasado como una catapulta en clave de futuro", seg¨²n lo advirti¨® el Rey con lucidez y coraje.
La visi¨®n de los vencidos -concepto que pertenece a Portilla, como aceptaci¨®n no resignada de una situaci¨®n de hecho- y la visi¨®n de los vencedores -como posici¨®n autocr¨ªticamente rechazada por su conciencia hist¨®rica- se funden en una nueva perspectiva. Y la transformaci¨®n del enfoque tradicional reequilibra la concepci¨®n de la historia en la pr¨¢ctica de relaciones m¨¢s justas entre nuestros pa¨ªses, cualesquiera que sean sus niveles de desarrollo material y cultural.
La plural amalgama de razas, de culturas, de motivaciones e intereses, escindida en otro tiempo en el eurocentrismo dominador y el etnocentrismo dominado ha dado paso a la nebulosa de un mundo en gestaci¨®n que busca plasmarse en medio de enormes dificultades. "Esto es lo que precisamente pretende ser el V Centenario: un nuevo descubrimiento de la comunidad iberoamericana", observa Luis Y¨¢?ez-Barnuevo, presidente del Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana y de la Comisi¨®n Nacional para el V Centenario.
No obsta a ello los hechos negativos ya enumerados y que pueden resumirse un poco groseramente en eso que se ha dado en llamar leyenda negra. Metonimia que evoca los m¨¦todos sombr¨ªos de la Inquisici¨®n, pero al rev¨¦s; es decir, una forma de desquite contra los traumas que sembr¨® la sacrosanta instituci¨®n del terrorismo teocr¨¢tico. El ya citado Juli¨¢n Mar¨ªas la describe de modo convincente: "La leyenda negra consiste en que, partiendo de un punto concreto -supongamos que cierto-, se extiende la. condenaci¨®n y descalificaci¨®n a todo el pa¨ªs a lo largo de toda su historia, incluida la futura". Podr¨ªa decirse entonces que es el propio terrorismo teocr¨¢tico y encomendero con sus peores excesos, contra los cuales, evidentemente, las leyes de Indias e incluso el poder arbitral de la Corona nada pod¨ªan, son los que engendraron la leyenda negra. No hace falta atribuirla a Bartolom¨¦ de las Casas y a su breve libelo sobre la destrucci¨®n de las Indias que el misionero dominico hizo llegar a la Corona por encima de los feroces abusos de la administraci¨®n y denunci¨¢ndolos gravemente con la fuerza de su honradez y convicci¨®n. Lo cierto fue que, en coincidencia con el cariz monstruoso que fueron tomando los hechos de la conquista, surgi¨® la repulsa de la pasi¨®n moral que inflam¨® la vocaci¨®n humanitaria de Las Casas y otros misioneros, y en el terreno laico provoc¨® la insurgencia del pensamiento anticolonialista hisp¨¢nico que, desde entonces, iba a estar presente en todas las crisis hasta entroncar con la Espar¨ªa popular y democr¨¢tica: la de las Comunidades de Castilla, los movimientos auton¨®micos regionales, incluso hasta las Cortes de C¨¢diz, tras la invasi¨®n napole¨®nica. Momentos, todos ellos, que iban a engendrar, a su vez, en Am¨¦rica los movimientos de rebeli¨®n y emancipaci¨®n.
Lo malo de la leyenda negra, aparte o m¨¢s all¨¢ de las pol¨¦micas inernas que desataron sobre la legitimidad de la conquista, es que perdura hasta hoy incapsulada en algunas formas del pensamiento reaccionario como un fen¨®meno de inversi¨®n de su impulso originario. Condenaci¨®n y descalificaci¨®n de todo un pa¨ªs a lo largo de toda su historia, dice Juli¨¢n Mar¨ªas, incluida su historia futura. Y ¨¦ste es, a mi juicio, su efecto m¨¢s perverso: hipotecar la credibilidad futura de un pa¨ªs, en este caso de Espa?a, y de su funci¨®n rectora en el proceso de cooperaci¨®n e integraci¨®n con cargo a un pasado ya abolido. "Los cr¨ªmenes existieron, s¨ª, y fueron monstruosos", escribe el cubano Roberto Fern¨¢ndez Retamar. "Pero vistos desde la perspectiva de los siglos transcu-
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rridos desde entonces, no m¨¢s monstruosos que los cometidos por las metr¨®polis occidentales que sucedieron con entusiasmo a Espa?a en esta pavorosa tarea y sembraron la muerte y la desolaci¨®n en todos los continentes... Las conquistas realizadas por tales pa¨ªses tampoco carecieron de asesinatos ni de destrucciones; de lo que s¨ª carecieron fue de hombres como Las Casas". Y Laurette S¨¦journ¨¦, citada por Retamar, aduce por su parte: "Nos hemos dado cuenta tambi¨¦n de que la acusaci¨®n sistem¨¢tica a los espa?oles desempe?a un papel pernicioso en este vasto drama, porque sustrae la ocupaci¨®n de Am¨¦rica a la perspectiva universal a la cual pertenece, puesto que la colonizaci¨®n constituye el pecado mortal de toda Europa". Laurette S¨¦journ¨¦, que ha excavado como arque¨®loga y humanista las capas tect¨®nicas de esa "gran cat¨¢strofe de recuerdos" que fue el cataclismo de la conquista, agrega: "Por el contrario, Espa?a se singulariza por un rasgo de importancia capital: hasta nuestros d¨ªas ha sido el ¨²nico pa¨ªs de cuyo seno se hayan elevado poderosas voces contra la guerra de conquista".
Es desde este ¨¢ngulo como hemos de enfocar -sin argucias ret¨®ricas ni hermen¨¦uticas- la conmemoraci¨®n del V Centenario. No es veros¨ªmil que ning¨²n esp¨ªritu, por m¨¢s cerriles que sean sus inclinaciones, vaya a celebrar los cr¨ªmenes y destrucciones cometidos, las muchas sombras y los grandes sufrimientos que la "obnubilaci¨®n en marcha de la historia" haya abatido sobre la tierra americana a lo largo de los siglos. De lo que se trata es de conmemorar el V Centenario del Descubrimiento, seg¨²n las palabras de Y¨¢?ez, como un nuevo descubrimiento: el de la comunidad iberoamericana; esa comunidad integrada en una comunidad org¨¢nica de naciones, la que, de acuerdo con sus propias palabras: "[Iberoam¨¦rica] est¨¢ llamada a ser uno de los grandes centros de poder del futuro, si logra aunar sus esfuerzos en una empresa comunitaria de proyecciones hist¨®ricas. Sus dificultades actuales nacen de una deficiente organizaci¨®n pol¨ªtica, de su dependencia econ¨®mica y tecnol¨®gica. Crear un sistema democr¨¢tico adecuado y romper la dependencia existente para convertirla en una interdependencia debe ser el gran objetivo de los pa¨ªses latinoamericanos". Aunar esfuerzos -como lo reconoce el propio presidente del Gobierno- para la transformaci¨®n de nuestra comunidad "en una real alternativa que quiebre la actual bipolaridad del mundo".
El lapso de menos de 10 a?os que todav¨ªa nos separa de la efem¨¦ride es un tiempo precioso, a medida que se densifican y agravan los problemas mundiales, para poner a punto este proyecto de transformaci¨®n e integraci¨®n de nuestras sociedades. "Hay aqu¨ª", dec¨ªa Ignacio Ellacur¨ªa en el Encuentro en la democracia celebrado en Madrid a fines de abril de 1983, en el curso de su encendida defensa del caso de Nicaragua, "un gigantesco desaf¨ªo pol¨ªtico y cultural que no surge de una huida de la realidad, sino de una respuesta a, lo que son las condiciones objetivas de la realidad que nos toca vivir". Y en el mismo encuentro, que reuni¨® a m¨¢s de un centenar de altos representantes de la cultura, la pol¨ªtica, la econom¨ªa y la ciencia de Espa?a y Latinoam¨¦rica, el actual presidente argentino, Ra¨²l Alfons¨ªn, present¨® su propuesta de tres puntos: 1. Necesidad de crear un nuevo tratado de seguridad continental que reemplace al TIAR y que atienda las necesidades econ¨®micas y de seguridad de los pueblos latinoamericanos. 2. Coordinaci¨®n y cooperaci¨®n con el Gobierno espa?ol para robustecer a Am¨¦rica Latina, especialmente ahora que su incorporaci¨®n a otras ¨¢reas de intereses, no siempre compatibles con los de nuestros pueblos, lejos de poner en crisis esa relaci¨®n, debe acrecentarla a trav¨¦s de la defensa de nuestro inter¨¦s que en esas ¨¢reas realizar¨¢. 3. El respeto de los derechos humanos, de la integridad territorial y el repudio a toda expresi¨®n colonialista deben ser supuestos indispensables de la pol¨ªtica exterior iberoamericana.
Frente a la nueva significaci¨®n de la celebraci¨®n del V Centenario del Descubrimiento, el consenso sobre la unidad, la cooperaci¨®n y la integraci¨®n iberoamericana qued¨® as¨ª expresado en la necesidad de emprender entre todos la tarea hist¨®rica de generar un sistema nuevo.
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