Mosc¨² o la necesidad obsesiva de igualdad en el terreno del poder
La necesidad psicol¨®gica -lindante con la obsesi¨®n- de ser reconocida y aceptada de forma estable como gran potencia en t¨¦rminos de igualdad es una constante de la actitud de la Uni¨®n Sovi¨¦tica hacia Estados Unidos. Esta actitud, desconfiada y admirada a la vez, impregna la visi¨®n de los encuentros que los dirigentes de ambos pa¨ªses han mantenido desde finales de la II Guerra Mundial y se proyecta sobre la cumbre Reagan-Gorbachov en Ginebra.Richard Nixon y la d¨¦cada de los setenta consiguieron tranquilizar la necesidad de reconocimiento de la URSS. Reagan, sin embargo, ha ofendido a Mosc¨² con su broma radiof¨®nica anunciando el bombardeo de la URSS y la catalogaci¨®n del pa¨ªs como el imperio del mal. Los sovi¨¦ticos no se lo han perdonado, pero le prefieren a James Carter, cuya actitud dubitativa le convert¨ªa en un personaje poco respetado en un lugar donde la autoridad y la determinaci¨®n se valoran sobremanera.
"El problema es si somos aceptados como gran potencia o como un interlocutor inferior", nos dice en su despacho moscovita Valent¨ªn Berezhkov, de 69 a?os, int¨¦rprete personal de Stalin en las conferencias de Postdam y Yalta (1945), los foros que, junto con la Conferencia de Teher¨¢n (1943), fueron de hecho, si bien en otro contexto, las primeras cumbres sovi¨¦tico-norteamericanas. (Roosevelt en Yalta y Truman en Postdam), aunque contaran con la presencia del brit¨¢nico Winston Churchill.
Berezhkov, que regres¨® a Mosc¨² en 1983 tras haber ejercido como primer secretario de la embajada de su pa¨ªs en Washington, es un observador de excepci¨®n de las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas. Participante en las negociaciones entre Molotov, Ribentrop y Hitler en 1939, Berezhkov dirige hoy la prestigiosa revista Estados Unidos, Econom¨ªa, Pol¨ªtica, Ideolog¨ªa, publicada por el Instituto Especializado en Norteam¨¦rica, que preside el a cad¨¦mico Giorgi Arbatov.
Las cumbres que decidieron la suerte de la posguerra europea tienen, seg¨²n Berezhkov, un car¨¢cter diferenciado respecto a las posteriores. La URSS y EE UU eran aliados, un sentimiento que se perdi¨® con la guerra fr¨ªa. El encuentro de Ginebra entre, Nikita Jruschov e Eisenhower, en 1955, dio la impresi¨®n de estar superando la guerra fr¨ªa. Fue tan cordial que en la ¨¦poca se hablaba del esp¨ªritu de Ginebra, seg¨²n recuerda el historiador sovi¨¦tico Roy Medvedev, autor de una biografia de Jruschov.
Los principios te¨®ricos de la URSS en aquel entonces, precisa Berezhkov, consideraban que la guerra en el mundo moderno era inevitable, una actitud que "desarmaba al movimiento pacifista" y que fue revisada posteriormente para afirmar que "aunque el capitalismo siempre est¨¢ dispuesto a la guerra, es posible evitarla". Por aquel entonces "la URSS no era considerada como una gran potencia y se pensaba que deb¨ªa aceptar la cooperaci¨®n seg¨²n las condiciones norteamericanas", se?ala Berezhkov.
Debido a su papel en la II Guerra Mundial, Eisenhower gozaba de simpat¨ªas en la URSS, pero no lleg¨® a convertirse en el primer presidente de EE UU que visit¨® la URSS individualmente y con todos los honores, algo que corresponder¨ªa a Nixon en 1972. La planeada visita de Eisenhower a la URSS, en 1960, qued¨® frustrada por el incidente del avi¨®n norteamericano de reconocimiento U-2, derribado al sobrevolar la URSS.
"Un par de botas"
Nikita Jruschov, que un a?o antes hab¨ªa realizado su primer viaje a EE UU y se hab¨ªa entrevistado all¨ª con Eisenhower, consigui¨® con el asunto del U-2 su primer gran ¨¦xito ante la opini¨®n p¨²blica, opina Berezhkov. Jruschov humill¨® a Eisenhower al mostrar las fotos del piloto Francis Gary Powers, prisionero de los sovi¨¦ticos, mientras el presidente negaba el suceso con vehemencia. Tras semejante p¨¦rdida de cara, Eisenhower ignor¨® a Jruschov en la ONU cuando el impulsivo Nikita acudi¨® all¨ª, en oto?o, tras un crucero de 10 d¨ªas a bordo del Baltika. Al abandonar EE UU en plena campa?a electoral, Jruschov hizo una afirmaci¨®n que hoy resultar¨ªa inimaginable en boca de Gorbachov. Nixon y Kennedy eran para Nikita como "un par de botas. No se puede decir cu¨¢l es mejor, si la derecha o la izquierda".
Al fijar su encuentro con Kennedy en Viena, en 1961, Jruschov quer¨ªa "tantear a la nueva figura de la pol¨ªtica norteamericana", opina Medvedev. "El dirigente sovi¨¦tico quer¨ªa saber en qu¨¦ medida Kennedy era d¨¦bil, y se equivoc¨®, como lo demostr¨® la crisis de los misiles en Cuba". "Ahora", cree Medvedev, "es Reagan quien quiere conocer a Gorbachov para determinar si vale la pena o no poner en marcha el Programa SDI". Pese a que la URS S, que hab¨ªa lanzado ya el Sputnik y puesto en ¨®rbita a Yuri Gagarin, ten¨ªa ya elementos tecnol¨®gicos para que se la considerara como gran potencia, hubo que esperar a la ¨¦poca de Nixon para encontrar el momento y el dirigente que m¨¢s tranquiliz¨® los intereses sovi¨¦ticos.
Con la guerra de Vietnam en marcha y el minado de los puertos de Vietnam del Norte -aliado de la URSS- dos semanas antes de la cumbre, ¨¦sta fue todo un ¨¦xito. El tratado ABM y el SALT I fueron los logros del encuentro, que concluy¨® con Henry Kissinguer dando una rueda de prensa pasada la media noche en la sala de baile del hotel Inturist de Mosc¨². Los espejuelos de las l¨¢mparas se reflejaban en el rostro de Kissinger, recuerda un occidental que se hallaba presente en aquella ocasi¨®n, para quien "los sovi¨¦ticos hicieron todo lo que pudieron para hacer agradable la visita.
El ex subsecretario general de las Naciones Unidas Arkadi Shevchenko, el funcionario sovi¨¦tico de mayor rango que se ha pasado a Occidente, opinaba en sus memorias que Breznev nunca se sinti¨® c¨®modo con Nixon y que ten¨ªa un complejo de inferioridad frente a ¨¦l. El encuentro Breznev-Nixon de 1972 supuso el reconocimiento de la paridad con la URSS por parte de los norteamericanos, en opini¨®n de Berezhkov. Pero ¨¦ste fue un fen¨®meno inestable, pues al tiempo que ello suced¨ªa los norteamericanos comenzaban a considerar a los sovi¨¦ticos como un peligro.
Ambiente caldeado
"El problema con los norteamericanos", se?ala Berezhkov, "es que un nuevo presidente no est¨¢ obligado por lo que hizo su predecesor, y hoy todo el mundo ha olvidado la idea de igualdad tras los acuerdos de 1972". En 1974, el segundo viaje del presidente Nixon a Mosc¨² estaba ya marcado por el Watergate y por la necesidad de desviar la atenci¨®n del esc¨¢ndalo con el logro de acuerdos en el campo internacional. Los sovi¨¦ticos mostraban simpat¨ªa por Nixon y los periodistas de la URSS que cubr¨ªan la cumbre no pod¨ªan entender por qu¨¦ el ambiente estaba tan caldeado en Am¨¦rica, se?ala un diplom¨¢tico occidental destinado entonces en Mosc¨². "?Es que no podr¨ªan haber puesto en la c¨¢rcel a esos condenados periodistas?", exclamaba el colega sovi¨¦tico ante el diplom¨¢tico, seg¨²n recuerda hoy ¨¦ste.
El encuentro entre Breznev y Ford en Vladivostok, que fij¨® la Conferencia de Seguridad de Helsinki, marc¨® la cima de la distensi¨®n entre los dos pa¨ªses. La firma del Tratado SALT II entre Carter y Breznev, en Viena, constituy¨® un momento hist¨®rico que no refrend¨® despu¨¦s el Senado norteamericano. El 19 de junio de 1979 Pravda publicaba en primera p¨¢gina las fotos hist¨®ricas de Le¨®nidas Breznev -con las condecoraciones prendidas a la americana- y Jimmy Carter firmando el acuerdo, cuyo texto era reproducido en el peri¨®dico. Desde el palacio imperial de Viena -el Hofburg- los corresponsales especiales de Pravda ten¨ªan un tono suave y esperanzado. Nada de eso se ve ahora, cuando faltan pocos d¨ªas para el encuentro de Ginebra.
Una afirmaci¨®n que en 1979 hac¨ªa Pravda sigue siendo v¨¢lida hoy en d¨ªa: "Al estado de las relaciones sovi¨¦tico-norteamericanas est¨¢ ligado en gran medida el destino general de la paz en el planeta".
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