Di¨¢logo de guerra fr¨ªa
Entre los presidentes de EE UU y los dirigentes de la URSS en el pasado se han celebrado ya m¨¢s de 10 encuentros. Los primeros tres -en Teher¨¢n (1943), Yalta y Potsdani (1945)- eran encuentros de aliados en la II Guerra Mundial. ?stos ten¨ªan que ponerse de acuerdo sobre sus acciones conjuntas en los campos de batalla y sobre sus planes de posguerra en Europa y Asia. Los siguientes tres encuentros -en Ginebra (1955), Washington (1959) y Viena (1961)- no ten¨ªan como fin celebrar conversaciones con la conclusi¨®n de un acuerdo. Eran encuentros de adversarios en la guerra fr¨ªa, que sin embargo expresaban su deseo de conocerse y comprenderse mejor para cambiar la atm¨®sfera pol¨ªtica en el mundo, debilitar la atm¨®sfera hostil y de esta manera preparar el terreno para unos cambios m¨¢s sustanciales.Los encuentros que se celebraron en 1972, 1973, 1974, 1975 y 1979 en Mosc¨², Washington, Vladivostok y Ginebra, sucesivamente, fueron ya encuentros de interlocutores en las conversaciones sobre limitaci¨®n de armamentos, de cooperaci¨®n y distensi¨®n, y concluyeron con la firma de muchos acuerdos importantes, algunos de los cuales est¨¢n a¨²n hoy en vigor.
El nuevo encuentro de los l¨ªderes de la URSS y EE UU que tendr¨¢ lugar dentro de unos d¨ªas en Ginebra se realiza en una situaci¨®n especial. La Uni¨®n Sovi¨¦tica y EE UU han vuelto, de hecho, a ser adversarios en la guerra fr¨ªa. La estructura de la distensi¨®n de los a?os setenta sufri¨® una derrota, la carrera de armamentos adquiere nueva fuerza y el intercambio de reproches mutuos, por su intensidad, sobrepasa probablemente incluso las campa?as propagand¨ªsticas de finales de los a?os cuarenta.
La situaci¨®n creada no invita demasiado a mantener conversaciones serias y llegar a acuerdos, y se puede comprender a Reagan, que es el promotor del nuevo encuentro y que claramente quisiera dar a su conversaci¨®n con Gorbachov el car¨¢cter de un encuentro para conocerse, como sucedi¨® en el caso de Jruschov y Kennedy, en 1961, o en el encuentro entre E?senhower y Jruschov, en 1955. Sin embargo, se puede comprender a Gorbachov, quien anunci¨® de forma suficientemente dura que la URSS considera que el simple conocimiento entre los dos l¨ªderes es un lujo que nuestros dos pa¨ªses no pueden permitirse. Hoy ya no tenemos tiempo para los procesos lentos de acercamiento y conocimiento que ten¨ªan lugar en las relaciones sovi¨¦tico-americanas en la ¨¦poca 1955-1972.
Aumenta la tensi¨®n
La situaci¨®n internacional es tan complicada y peligrosa que se necesitan medidas r¨¢pidas y efectivas para su normalizaci¨®n, y los esfuerzos principales para su mejoramiento y para el fortalecimiento de la paz pueden venir precisamente de la URSS y Estados Unidos. Incluso en la atm¨®sfera poco favorable creada actualmente, como observ¨® hace poco Henry Kissinger, Washington deber¨ªa hacer algo m¨¢s que limitarse a rechazar todas las nuevas propuestas de Mosc¨².
Por desgracia, en unas condiciones de creciente enfrentamiento nacional e ideol¨®gico entre las grandes potencias, y debido al crecimiento de los conflictos y confrontaciones locales y a los dif¨ªciles problemas internos y exteriores de muchos pa¨ªses, el progreso r¨¢pido en la econom¨ªa, la ciencia y la t¨¦cnica que se ha observado en los ¨²ltimos 40 a?os llev¨® consigo no s¨®lo el florecimiento considerable de algunos pa¨ªses y pueblos, sino tambi¨¦n un crecimiento m¨¢s peligroso de la tensi¨®n y la confrontaci¨®n. La humanidad tiene cada vez menos posibilidades de sobrevivir, pero la carga de responsabilidad, cuyo peso no es igual para todos los pa¨ªses y hombres del globo terrestre, aumenta.
Una de las ¨²ltimas oportunidades para cambiar la corriente fatal de los acontecimientos ha sido puesta por la historia en manos de Reagan y Gorbachov, y ser¨ªa un error demasiado grande no aprovecharla. No es posible cambiar el pasado, pero el futuro est¨¢ a¨²n en nuestras manos.
La carrera de armamentos, que era peligrosa en los a?os pasados, adquiere hoy un nuevo car¨¢cter cualitativo. Estados Unidos ha pasado no s¨®lo a estudiar y proyectar, sino tambi¨¦n a desarrollar pr¨¢cticamente sistemas de ataque y defensa de car¨¢cter universal, cuya realizaci¨®n sobrepasa por primera vez las posibilidades econ¨®micas de nuestros pa¨ªses y podr¨ªa llevar a su agotamiento econ¨®mico. La creaci¨®n de armas nunca pudo ser un est¨ªmulo razonable para el progreso econ¨®mico, pero el car¨¢cter parasitario de la acumulaci¨®n militar industrial se hace especialmente observable en la actualidad sobre el tel¨®n de fondo de las dificultades econ¨®micas globales.
Para m¨ª es dif¨ªcil imaginar de qu¨¦ modo el Gobierno de EE UU proyecta, superar los problemas del crecimiento impetuoso del d¨¦ficit presupuestario y comercial, de la deuda estatal y de las deudas internacionales bilaterales sin disminuir en los pr¨®ximos 10 a?os sus ya crecientes gastos militares. Pero la Uni¨®n Sovi¨¦tica puede responder al desaf¨ªo norteamericano s¨®lo con la disminuci¨®n de todos los programas que est¨¢n destinados al crecimiento del bienestar de la poblaci¨®n. Hace falta tener en cuenta que la nueva espiral de la carrera de armamentos se inicia precisamente cuando la seguridad considerable de nuestros pa¨ªses, aunque basada en un equilibrio de fuerzas y terror, no s¨®lo se ha logrado, sino que ha sido sobrepasada repetidamente. Los nuevos sistemas de armamentos no pueden aumentar esta seguridad, pero de forma parad¨®jica pueden disminuirla, pues es imposible llenar la casa con armas y pertrechos sin hacerla m¨¢s peligrosa, no s¨®lo para los enemigos, sino tambi¨¦n para los vecinos y moradores.
Naturalmente, al ampliar el programa de armamento, todos los militares y pol¨ªticos hablan, en primer lugar, sobre la defensa. Se puede estar de acuerdo en que cada arma potente, y tanto m¨¢s la nueva arma en manos del enemigo potencia?, da lugar al pensamiento de la defensa. Pero el desarrollo de nuevos sistemas de defensa de alto precio hoy no se plantea a costa de la limitaci¨®n de sistemas ofensivos no menos caros, que se planea mejorar. En tales circunstancias el enemigo potencial no tiene otra salida que crear un sistema de defensa no menos potente y aumentar su potencial de respuesta. Es una espiral fatal.
Al renovar las conversaciones anteriormente interrumpidas sobre problemas de limitaci¨®n de armamento, los diplom¨¢ticos de nuestros dos pa¨ªses no pueden todav¨ªa jactarse del progreso m¨¢s m¨ªnimo. En m¨¢s de una ocasi¨®n Reagan anunci¨® que s¨®lo el nuevo programa de armamento americano hace m¨¢s "condescendiente" a la URSS en unas conversaciones serias. En estas ideas se encuentra una parte de raz¨®n, pues con el crecimiento de la potencia militar de Estados Unidos tanto aumenta el deseo de la URSS de dar media vuelta en la carrera de armamento que cada vez tiene menos sentido. Sin duda que acciones estadounidenses como la instalaci¨®n de centenares, de nuevos cohetes en Europa occidental, el programa de la guerra de las galaxias, la elaboraci¨®n de sistemas de armas nucleares o no nucleares cada vez m¨¢s peligrosas estimularon a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para presentar diferentes propuestas sobre limitaci¨®n y cese de la carrera de armamentos. En estas propuestas, la URSS, evidentemente, pas¨® ya m¨¢s de la mitad del camino hacia el acuerdo y compromiso.
La igualdad estrat¨¦gica
Pero ?est¨¢ dispuesta Norteam¨¦rica a recorrer su parte de este camino, menor que el trecho recorrido por la URSS, en este dif¨ªcil camino? ?Va a ser EE UU m¨¢s "condescendiente" en las conversaciones? En las ideas de Reagan, por desgracia, se ha saltado un importante eslab¨®n l¨®gico, ya que con el progresivo desarrollo de los siniestros programas del complejo militar-industrial hace disminuir el deseo de la direcci¨®n norteamericana de unas conversaciones serias y una orientaci¨®n hacia el compromiso. Nadie puede negar que s¨®lo el alcanzar la igualdad estrat¨¦gica abri¨® en los a?os setenta el camino de acuerdos importantes. El que va delante no quiere ceder. Ahora el equilibrio se viola de nuevo a favor de EE UU y crece el deseo de muchos l¨ªderes norteamericanos de negar los acuerdos conseguidos anteriormente.
Indudablemente, EE UU tiene no pocas fundadas quejas hacia la URSS. No quiero idealizar la direcci¨®n sovi¨¦tica antigua y tampoco la de hoy. Tampoco tengo una base para idealizar la direcci¨®n norteamericana. La v¨ªa de las conversaciones es la mejor para arreglar las quejas mutuas. Pero el hecho es que hoy, precisamente, Estados Unidos inicia una nueva ronda de la carrera de armamentos y por eso tiene la responsabilidad principal por sus consecuencias.
Hace un mes yo esperaba poco del encuentro de Ginebra. Hoy, cuando quedan pocos d¨ªas para la conversaci¨®n entre Reagan y Gorbachov, sus perspectivas se contemplan con m¨¢s optimismo. Las conversaciones previas muestran que el presidente de EE UU se inclina hacia una posici¨®n m¨¢s constructiva y que Ginebra podr¨ªa ser no s¨®lo el lugar donde Reagan y Gorbachov trabasen conocimiento, al igual que sus respectivas consortes, sino tambi¨¦n el lugar de conversaciones serias.
Muchos observadores escriben hoy ampliamente sobre problemas personales de Gorbachov y Reagan como dirigentes de sus Estados. Indudablemente que el m¨ªnimo ¨¦xito en las conversaciones con Reagan, que ha mantenido una actitud tan obstinada hasta hoy, aumentar¨ªa la autoridad de Gorbachov tanto en el interior como en el exterior de su pa¨ªs. Reagan tambi¨¦n ganar¨ªa mucho con un ¨¦xito en Ginebra, si bien no para asegurar su posici¨®n en la opini¨®n de la mayor¨ªa del p¨²blico mundial y en la memoria de las generaciones venideras. Yo no considero este problema como de importancia secundaria. El problema no es el del prestigio de uno u otro pol¨ªtico y de los intereses nacionales de la URSS y de EE UU, sino del futuro de toda la humanidad, como lo declararon recientemente en su reciente mensaje a Gorbachov los dirigentes de Argentina, M¨¦xico, Suecia, Tanzania y Grecia: "Ning¨²n inter¨¦s puede justificar esta amenaza a la actual y la pr¨®xima generaci¨®n".
Es una triste paradoja que dos grandes potencias que nunca lucharon entre s¨ª, que no tienen reivindicaciones territoriales y que est¨¢n separadas por dos oc¨¦anos, que fueron los principales arquitectos de la construcci¨®n pac¨ªfica de posguerra y que fundaron la ONU constituyan actualmente el eje de la pol¨ªtica mundial, influyendo de forma desestabilizadora en todas las regiones del mundo y estimulando de forma directa o indirecta casi todos los conflictos regionales.
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