Peter Roberts
Un actor ingl¨¦s, vascohablante y te¨®rico del mimo, residente en San Sebasti¨¢n
Habla con l¨¦xico exquisito el castellano y el euskera, aunque sin renunciar a su encallecido acento londinense un poco de extrarradio. Iba para experto en sismolog¨ªa, pero el viaje de fin de estudios lo trajo a San Sebasti¨¢n, y aqu¨ª se qued¨®. De no ser por el arete z¨ªngaro, cicatriz de bohemias ya extinguidas, vestigio de cuando se sacaba las pelas en actuaciones de acera fuera de concurso, se le tomar¨ªa por uno de aquellos medios volantes convertibles en extremo: fibra, nervio, tensi¨®n.
Aunque no fue el f¨²tbol, sino la expresi¨®n corporal aprendida con Frederich van de Melle y ?tienne Decroux lo que le priv¨® de grasas ominosas. El embrujo del Urumea le hizo olvidar los terremotos, y hoy es el mimo m¨¢s c¨¦lebre de Euskadi.Peter Roberts, experto en muecas, no considera mediterr¨¢neos, en el sentido aspaventero del t¨¦rmino, a los vascos. "El vasco no gesticula, es jugador de mus", define. En el sentido de que se conforma con visajes muy restringidos y espec¨ªficos. "La gente aqu¨ª es poco gestual. Son expresivos, pero por otros cauces. Su tipo corresponder¨ªa, en cierto modo, al del toro: vegetativo, est¨¢tico, pero que, si lo excitas, embiste.
En general, tiende a no expresarse, a no manotear".
Circunstancia que le convierte en mejor actor de cine que de teatro. Emociones cautivas, comprimidas. Lo uno, sin embargo, no quita lo otro, y si hacen memoria reconocer¨¢n en Peter Roberts a aquel guardia civil que, envuelto en nieblas y charol, gritaba: ?Alto, manos arriba!", en las secuencias postreras de La fuga de Segovia. Y es que el cine vasco alimenta sus repartos con m¨ªembros de las far¨¢ndulas locales.
El personaje, el alter ego bufo de Peter Roberts, se llama Puflo. Puflo en el metro, Metro de la fantas¨ªa, son espect¨¢culos cuyo urbanismo tel¨²rico salta a la vista.
Ahora aqu¨ª un ¨¢nimo de expansi¨®n, un af¨¢n de centrifugarse trascendiendo fronteras y demarcaciones. Admite Peter que hay que ir a Madrid a dejar huella, y con tal certeza asumida ha apalabrado ya una gira por las islas brit¨¢nicas durante 1986. Son ya muchos a?os, desde 1979, part¨ªcipando en todas las movidillas y cortometrajes -Journ¨¦es de Th¨¦atre Basque, Muestra Teatral de Grupos del Pa¨ªs Vasco, Herriz-Herri, D¨ªa Mundial del Teatro- y empe?ado en labor pedag¨®gica que abarca desde el show infantil Marratxo hasta la redacci¨®n de un libro, El arte del silencio (Ttarttalo, 1983). Experimentalista, proyecta una versi¨®n visual de El aprendiz de brujo, de Dukas. Asevera, caviloso: "Funciono mejor con la emoci¨®n que con el intelecto". Cualquiera lo dir¨ªa, porque Peter Roberts participa actualmente en una investigaci¨®n ling¨¹¨ªstica acerca del origen de los conceptos en todos los idiomas como expresi¨®n -explosi¨®n- fon¨¦tica del gesto. Coleccionan, ¨¦l y un laboratorio de profesores de idiomas, ejemplos de10 segundos de duraci¨®n que expresen de forma gimn¨¢stica nociones como demasiado o yo lo hubiera dicho. Intentan recorrer el ciclo discursivo a contrapelo y, a partir de la din¨¢mica corporal, provocar de nuevo el aullido del primate que, debidamente articulado, fue edificando la Babel de la palabra que nos ata, nos divide y nos desahoga.
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