Risas en las fotograf¨ªas de Ginebra
He estudiado cuidadosamente las fotografias de los matrimonios Gorbachov y Reagan en Ginebra publicadas por la Prensa espa?ola. Lo primero que resalta, por encima de otros gestos y adefesios, es la sonrisa permanente que los cuatro personajes han instalado en sus rostros, testimonio del descomunal esfuerzo de imagen- realizado. Nada m¨¢s l¨®gico en dos matrimonios que han hecho un largo viaje para encontrarse y tratar de entablar una buena amistad ante los ojos embobados de millones de espectadores. No me refiero a una camarader¨ªa de andar por casa, como la de esos matrimonios que salen a cenar los viernes, sino a una amistad de supervivendia y presunci¨®n. A la edad de Reagan, obviamente, ya no se puede esperar hacer amigos ¨ªntimos, pero si es posible establecer relaciones convencionales, razonablemente interesadas, similares a las de los altos ejecutivos de empresas del mismo ramo.Los expertos hab¨ªan trabajado durante meses en el cultivo de esa flor de amistad naciente. El fondo de la cuesti¨®n no reside tanto en que ambos matrimonios se amen, sino en que la gente piense que pueden llegar a amarse, y ello a pesar de una hipot¨¦tica incompatibilidad de caracteres entre las damas, unos celos de Gorbachov o un exceso de exhibicionismo por parte de Reagan.
Los cuatro tra¨ªan la lecci¨®n bien aprendida y han actuado conforme a sus posibilidades reales. Cada cual ha hecho lo que ten¨ªa que hacer. Nancy se preocup¨® de los drogadictos, a los que visit¨® y anim¨®, y¨¦ndose luego de excursi¨®n por el lago teman, acompa?ada de 25 ni?os a los que dio de merendar. Se mostr¨® tal como es: humana, familiar, socialmente sensible. Ra¨²sa
Gorbachov, por su parte, ofreci¨® su filo intelectual visitando el museo de relojes de Ginebra y comentando: "Very beautiful". Mujer, pues, racionalista, con la pasi¨®n vencida hacia la ideolog¨ªa y la est¨¦tica. Dos damas bien distintas, como puede apreciarse en las fotograf¨ªas. Nancy, como una se?ora de Dinast¨ªa, extiende sus delicados brazos hacia Raisa con aire protector. ?sta, de frente, no se deja dominar y abre su mirada agropecuaria a la c¨¢mara oculta.
La clave de las fotolprafias son las sonrisas. La de Nancy es terciada, t¨ªpica de actrisi atenta a mostrar su mejor perfil; una sonrisa largamente practicada. La de Raisa es abierta v candeal, aunque algo tosca. No es la sonrisa que un noble desear¨ªa para su esposa en una recepci¨®n en el castillo de Balmoral. Parece cla-
ro que Nancy y Raisa, frente a frente en esa cafeter¨ªa, no tendr¨¢n nada que decirse; se aburrir¨ªan soberanamente mirando por los ventanales y esperando inquietas a que los maridos vinieran a buscarlas. Mi impresi¨®n es que nunca llegar¨¢n a ser amigas del alma.
Las fotograf¨ªas del matrimonio Gorbachov son interesantes. Aunque pareja, cada cual representa su papel ajeno al otro, preocup¨¢ndose ¨²nicamente del objetivo indiscreto. ?l, con su sombrero de esp¨ªa que viene del fr¨ªo, enciende una sonrisa que podr¨ªa ser calificada de conejo; es decir, seg¨²n el diccionario, una sonrisa simulada, que no responde a alegr¨ªa efectiva. Pese a ello, Gorbachov posee un gesto de f¨¢cil simpat¨ªa al estilo Maurice Chevalier o Charles Boyer. Ella, enfunclada
en pieles que se suponen fabulosas y utilitarias, abre tres cuartas partes de sonrisa, lo justo para que brillen sendos hoyuelos en sus mejillas, con estiramiento de labios, media visi¨®n de dentadura y ben¨¦fica expresi¨®n en los ojos de luna menguante.
La fotograf¨ªa de los Reagan es ya pr¨¢cticamente un estereotipo, una vieja postal coloreada demasiado vista. Es una fotograf¨ªa de escena, hay una interpretaci¨®n de pareja, como corresponde a dos proyectos actores. A resaltar la especie de impudicia que supone la mirada de arrobo de Nancy a su marido, de sumisi¨®n absoluta, de entrega hasta el rebajamiento. Un rancio clich¨¦ que, visto desde el lado de la ternura, nos conduce a aquellas estampas de recluta con novia.
Luego tenemos a los dos varones juntos. De Ronald poco hay que decir: su sonrisa es la misma desde hace 50 a?os, 50 pel¨ªculas y 5 a?os de presidencia. Sonrisa programada por un ordenador
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Risas en las fotograf¨ªas de Ginebra
Viene de la p¨¢gina 13que se hubiera averiado, dejando al pobre Ronald con ese estiramiento de m¨²sculos ya indesmontable. Es la consabida risa torrente, expansiva, alborotadora; lo que antes se llamaba sonrisa profid¨¦n, caracter¨ªstica de los hombres de indomable voluntad, sobresalientes cum laude en el curso Dale Carnegie, alimentados a los pechos del Reader's Di. gest. Una R. profesional, acepci¨®n que inexplicablemente no recoge el diccionario de Mar¨ªa Moliner. En la fotografia, junto a la explosi¨®n magn¨¦tica de Reagan, su
largo brazo trata de apoderarse del de Gorbachov (una man¨ªa de los Reagan), familiaridad perfectamente controlada por el ruso y respondida con una definici¨®n facial entre la risa y la sonrisa, constataci¨®n de confianza en s¨ª mismo y en su alegre juventud. Frente a ella, la inseguridad de Reagan, t¨ªpica del que sabe que su incultura le impele a no salirse del gui¨®n.
El gran momento de este espect¨¢culo es cuando los dos matrimonios aparecen en la foto-postal para la historia. La sensaci¨®n empieza ya a ser penosa. Est¨¢n todos los elementos: la risotada met¨¢lica de Tarz¨¢n-Rea-gan,la sonrisa Quinta Avenida de Nancy, la risita conejera de Gorbachov y el esqueje de Raisa, esquiva, como
queriendo hacer mutis por.el foro. Un lindo ramillete; de risas falsas, sardescas, sard¨®nicas, afectadas. Ya dec¨ªa Bergson en 1900 que la risa, fen¨®meno exclusivamente humano, procede de la inteligencia, est¨¢ desprovista de emoci¨®n y viene provocada por el ligero esc¨¢ndalo que produce todo lo dema?ado o torpe.
Esta secuencia fotogr¨¢fica conduce al hast¨ªo final y a una cierto recelo. ?Y si estos dos matrimonios se hubieran pasado dos d¨ªas en Ginebra ri¨¦ndose de nosotros al vernos acorralados, amontonados, temblorosos, cr¨¦dulos,inocentes catec¨²menos?
Hasta ahora hab¨ªamos pensado que estos se?ores de la tierra desgranaban los rictus de sus bo-
cas para contentar a la inmensa bater¨ªa de fot¨®grafos y c¨¢maras de televisi¨®n; que la humanidad estaba ah¨ª api?ada y ellos, s:nfrente, nos hac¨ªan la gracia de sus sonrisas profesionales para transmitirnos aliento y consuelo. Despu¨¦s de tanta fotograba con doble fondo, uno tiene la sospecha de que esas listos han estado ri¨¦ndose de nosotros seriamente; una risa provocada -como Bergson dec¨ªa m¨¢s arriba- por el ligero esc¨¢ndalo que supone lo desma?ado o torpe; es decir, nosotros. Planteemos la cuesti¨®n aunque s¨®lo sea como juego: ?qui¨¦n se r¨ªe de qui¨¦n y para qu¨¦?, ?qui¨¦n est¨¢ delante y qui¨¦n detr¨¢s del objetivo de las c¨¢maras?, ?qui¨¦n estaba haciendo el payaso, qui¨¦n (leva el peso de la mascarada?
No quisiera pecar de susceptible, pero se me aparecen unas im¨¢genes estrafalarias: veo a Reagan y a Gorbachov reunidos en Washington y Mosc¨², respectivamente, con. esos que de verdad saben de qu¨¦ va !a cosa, esos que mantienen el fuego sagrado e irreversible de) progreso, por el cual la carrera de armamentos no puede pararse, pues ello significar¨ªa el empobrecimiento tecnol¨®gico y la ruina econ¨®mica. Los veo reunidos escuchando la historia de Ginebra y oigo sus risas estruendosas cepill¨¢ndome los t¨ªmpanos. No s¨¦ por qu¨¦ me viene a la memoria aquello que dijo Trotski de que "lo peor de las ¨¦pocas reaccionarias es que tal vez implican el predominio de la estupidez en la conciencia social".
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