Las estrategias fatales
Cuando estamos a punto de ser europeos, la duda de si tenemos o no un tejido empresarial a la altura de las circunstancias parece adue?arse de ciertos ambientes. Es como si de pronto se tomara conciencia de la futilidad de algunas estrategias iniciadas con anterioridad para alcanzar esa competitividad europea que ahora se anhela. Parecer¨ªa, con ello, que hoy pudiera creerse que todo lo que se ha venido haciendo s¨®lo han sido meros simulacros gerenciales.Por si no fuese bastante inquietante esta nerviosa incertidumbre, la voluntad de modernizaci¨®n que anida y vertebra todos los discursos parece que s¨®lo tuviera una v¨ªa para concretarse: las nuevas tecnolog¨ªas. Es m¨¢s: esa papilla verbal dir¨ªase que es la ¨²nica clave de cualquier proyecto de reindustrializaci¨®n que se emprenda, y que para disponer de ella no quedase otro remedio que aliarse con cualquier vendedor o productor de esa taumat¨²rgica mercanc¨ªa.
Como consecuencia de esa febril actividad en pos del futuro, no se valoran los riesgos en que se incurre al sectorializar los problemas y sus pretendidas soluciones, al apresurarse a concitar acuerdos sobre aspectos parciales, sin considerar el conjunto ni su evoluci¨®n, y al confiar m¨¢s en las ayudas ajenas que en nuestras propias fuerzas. Desconocer la realidad desde la que se parte, no hacer un uso inteligente de las competitividades actuales y perseguir obtener resultados en mercados que nos son disputados en clara desventaja para nuestros intereses es tanto como seguir propugnando estrategias fatales, que se derrumbar¨¢n al primer envite de la realidad.
De ah¨ª que sea preciso serenar los ¨¢nimos y reorientar u orientar seriamente si se quiere nuestros prop¨®sitos industriales, aun a costa de reducir el espect¨¢culo y de no bombardear diariamente a la opini¨®n con las excelencias de compromisos tantas veces alcanzados como lejos de concretarse. De ah¨ª que sea preciso devolver, con pragmatismo y eficacia, la confianza en que el futuro sigue siendo posible al margen de tantas inexplicadas dilaciones o de tantos anuncios sin materializarse.
Esa posibilidad empezar¨¢ a configurarse seriamente cuando nos reconozcamos como somos, con la dimensi¨®n y dinamismo del mercado que tenemos, con las habilidades contrastadas que podemos emplear y con un tejido empresarial que sigue existiendo a pesar de la crisis y de la confusi¨®n reinante. Y esa posibilidad de futuro ser¨¢ todav¨ªa m¨¢s viable si somos capaces de instrumentar una estrategia global, a la que l¨®gicamente habr¨¢ que ir incorporando las nuevas tecnolog¨ªas y las nuevas iniciativas, pero que tendr¨¢ que basarse en lo ya alcanzado y establecido, apto para adaptarse a las nuevas exigencias. Estrategia que tendr¨¢ que contar desde el principio no s¨®lo con esa flexibilidad de adaptaci¨®n, sino con una clara definici¨®n de objetivos hacia d¨®nde se quiere ir y que en alguna medida pueda contribuir a que la actualizaci¨®n se haga en las mejores condiciones.
Cerca de 40 millones de espa?oles dan para mucho. Dan para mucho m¨¢s si se los considera conjuntamente con los extranjeros que nos visitan anualmente y si se piensa en que todos, nativos y for¨¢neos, desear¨ªamos contar con unos niveles de calidad de vida m¨¢s acordes con nuestra inminente europeidad oficial. Partir, pues, de nuestras carencias, elaborar productos y prestar servicios para superarlas y gestionar los procesos con renovada eficacia nos permitir¨¢ impulsar la competitividad que en algunas ¨¢reas ya tenemos y agrandar, si se obra con realismo y denuedo, las cacareadas ventajas comparativas imprescindibles.
Pero eso es tanto como dise?ar, planificar y desarrollar la estrategia global a que se hac¨ªa referencia y que arrumbar¨ªa con todas las miniestrategias de las que nos estamos sirviendo. En ella, cada uno de los respectivos proyectos, tradicionales o innovadores, tendr¨¢ su sitio y su papel, y cada cual cobrar¨¢ su verdadera dimensi¨®n estrat¨¦gica al interrelacionarse con el resto y al estar orientados hacia la modernizaci¨®n social que se persigue. No se reconvierten las f¨¢bricas de lavadoras por salvar unos puestos de trabajo o impedir una quiebra sectorial ni se instalan kil¨®metros de fibra ¨®ptica s¨®lo porque nos ponemos a la moda tecnol¨®gica. Unas cosas y otras se hacen -o debieran hacerse- por conseguir que esta sociedad sea no s¨®lo m¨¢s confortable y rentable en algunas ¨¢reas, sino para que experimente una profunda transformaci¨®n que la modernice en beneficio de todos.
Definir esa estrategia supone localizar en qu¨¦ segmentos del mercado vale la pena luchar o cu¨¢les otros habr¨¢ que abandonar para concentrarnos en los que nos son favorables. Y ello es lo mismo que evaluar cu¨¢les son las oportunidades que se abren el 1 de enero y cu¨¢les son las amenazas que tambi¨¦n nos atosigar¨¢n ese d¨ªa. A continuaci¨®n habr¨¢ que determinar en qu¨¦ mercados complementarios convendr¨ªa penetrar y de qu¨¦ forma unas acciones u otras seguir¨ªan haciendo viable nuestra industria y nuestras capacidades empresariales. S¨®lo desde esta visi¨®n global y finalista ser¨¢ posible configurar estrategias sectoriales con futuro, y s¨®lo enmarc¨¢ndose en ese gran proyecto nacional en pos de la modernizaci¨®n ser¨¢ factible cada uno de los planes de empresa a acometer. Vivir al d¨ªa y vivir aislados ha dejado de ser rentable.
Todo eso supone, obviamente, hacer algo m¨¢s que declaraciones de toda ¨ªndole y exige que, por encima del triunfalismo de unos y de la claudicaci¨®n de otros, este pa¨ªs se proponga unos objetivos que afiancen su posici¨®n entre las naciones desarrolladas. Y ese prop¨®sito es factible porque nuestro tejido empresarial es algo m¨¢s serio y consistente que lo que resulta noticiable en Prensa, y cuenta con suficientes recursos humanos.
Falta, eso s¨ª, que todos coincidamos en ello, y muy especialmente los que asumen responsabilidades directivas. Luego ser¨¢ imprescindible que todos nos embarquemos en la tarea modernizadora, donde los acontecimientos cedan paso al trabajo cotidiano y donde los Joint venture pierdan protagonismo en favor de sus resultados reales. S¨®lo as¨ª desterraremos esa sensaci¨®n de estar inmersos en una multitud de estrategias de simulaci¨®n que pueden acabar convirtiendo nuestro solar en un mero campo para la distribuci¨®n de mercader¨ªas hechas en otros lados.
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