Terry Waite
'Embajador extraordinario' del arzobispo de Canterbury, lucha por lograr la liberaci¨®n de cuatro secuestrados norteamericanos en Beirut
Terry Waite, un gigante de dos metros de altura y 105 kilos de peso, es el perfecto abogado de causas perdidas, y su ¨²ltima misi¨®n, el rescate de cuatro norteamericanos secuestrados desde hace meses por un grupo terrorista radical de Beirut, as¨ª lo demuestra. Embajador extraordinario del arzobispo de Canterbury, Robert Runcie, Waite sabe que en su actual empe?o se juega no s¨®lo su reputaci¨®n, sino tambi¨¦n la vida. Pero no le importa. Este laico de 46 a?os, nombrado por Runcie en 1980 secretario de la comisi¨®n de enlace entre la comuni¨®n anglicana y el resto de las Iglesias, cree que el mundo hay que arreglarlo, y pone toda su humanidad y su celo, como un nuevo Quijote, en el desfacimiento de entuertos.
Terry Waite cree que todo hombre o mujer, sea reh¨¦n o terrorista, es un ser humano hecho a la imagen y semejanza de Dios. Y es precisamente ese sentimiento el que le ha permitido en el pasado cosechar sus dos espectaculares triunfos, con la liberaci¨®n de tres brit¨¢nicos en 1981 en Ir¨¢n, tras la revoluci¨®n de Jomeini, y de otro cuatro en Libia, este a?o, tras una ardua negociaci¨®n con el coronel Gaddafi.Sin embargo, su actual misi¨®n entra?a m¨¢s riesgos. Beirut es una de las ciudades m¨¢s peligrosas del mundo, y la pasada semana Waite estuvo a punto de ser alcanzado por una de las refriegas diarias ocurridas en sus calle cuando era conducido con escolta armada a entrevistarse en un lugar secreto con los raptores de los norteamericanos.
Hijo de un polic¨ªa de pueblo Waite abandon¨® la escuela a los 16 a?os sin saber realmente lo que quer¨ªa hacer, excepto viajar. Al principio se alist¨® en un regimiento de granaderos, pero abandon¨® la milicia tras un a?o con una curiosa excusa: el tinte de los uniformes le produc¨ªa alergia. Poco despu¨¦s se enrol¨® en el Church Army, una organizaci¨®n muy similar al Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, hasta que el obispo de Bristol, Oliver Tomkins, le contrat¨® como asesor laico y empez¨® a realizar viajes frecuentes a Estados Unidos y a ?frica.
El Tercer Mundo le encant¨®, y durante un tiempo trabaj¨® para el primer arzobispo de Uganda para luego pasar a Sud¨¢n con el encargo de distribuir ayuda procedente de los pa¨ªses europeos. A pesar de no ser cat¨®lico, el Vaticano le contrat¨® durante ocho a?os como consultor internacional para las misiones. Terry Waite opina que lo que hay que ser es cristiano, y que las divergencias teol¨®gicas entre las distintas Iglesias critianas no deben ser ¨®bice para dedicarse a la tarea importante de ayudar a la humanidad.
Waite vive modestamente en Blackheath, al sur de Londres, con su mujer, tres hijas y un hijo. Cobra un sueldo anual de 15.000 libras (unos 3.350.000 pesetas) y sus amigos alegan que vive con estrecheces. Pero es evidente que no le importa. El pasado verano una organizaci¨®n ben¨¦fica le otorg¨® un premio de 2.000 libras por sus esfuerzos en pro de la liberaci¨®n de rehenes, que Waite don¨® para obras de caridad. "No estar¨ªa bien que me las hubiera quedado", fue el lac¨®nico comentario de Waite.
La Iglesia anglicana y el arzobispo de Canterbury est¨¢n encantados con sus servicios. Y aunque a veces la popularidad de Waite anule la figura de Robert Runcie, fuentes del palacio arzobispal cuentan que durante una visita al norte de Inglaterra Waite acompa?¨® al arzobispo de Canterbury.
En un pueblo, un hombre sali¨® de un pub local y se dirigi¨® a Waite con estas palabras: "Terry, vente a tomar una copa..., y, por cierto, tr¨¢ete tambi¨¦n a ese amigo", que es la versi¨®n anglicana del viejo chiste espa?ol de Rodr¨ªguez y el Papa: "?Qui¨¦n ser¨¢ ese se?or de blanco que va con Rodr¨ªguez?".
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