El griego
Hoy por hoy no hay mucho que a?adir a lo que conocemos de la vida de ese griego, "ca¨ªdo como quien dice de la Luna", seg¨²n escribi¨® Mara?¨®n. Lo que se sabe de ¨¦l son unas pocas l¨ªneas que nos leg¨® en su testamento y alg¨²n que otro dato, facilitado m¨¢s por la suerte que por su fama universal de hoy.Sin embargo, su mayor misterio contin¨²a escondido; no su f¨ªsico, que nos dej¨® en sus numerosos cuadros, sino su esp¨ªritu, que en ellos aflora. Ni su hijo, ¨²nico por cierto, que lleg¨® a ser arquitecto de la ciudad imperial; ni su mujer, que sin casarse con ¨¦l se fue a vivir a su lado en pleno auge de la Inquisici¨®n, aclaran gran cosa, como su peregrinar en busca de empleo por la Corte y sus aleda?os.
In¨²til ser¨ªa intentar explicar sus d¨ªas sin conocer el perfil de su ¨¦poca: la de Lepanto y la Invencible, iniciarse de una decadencia que a¨²n tardar¨¢ siglos antes de consumarse. Las v¨ªrgenes y santos que a sus lienzos asoman llenar¨¢n su bolsa, no s¨®lo en la capital de Espa?a, sino por gran parte de la Pen¨ªnsula, de Illescas a Sevilla, por catedrales y conventos, se?alando el vaiv¨¦n de sus negocios, demasiados cuando se les compara con sus escasos viajes.
Como la mayor¨ªa de los espa?oles con los que se relaciona, suele vestir de oscuro o negro; las fiestas a las que asiste son siempre populares y religiosas, tal como suele suceder con su pintura, y en ellas, la del Corpus Christi sobresale en las versiones que ofrecen lugares importantes, transformadas en representaciones rurales que todav¨ªa se celebran en algunas poblaciones espa?oles.
Por entonces, y a pesar de no ser bien visto por el clero, nace una de las grandes pasiones nacionales: el teatro que, con la fiesta de toros, llenan patios y corrales.
Sin embargo, este griego no es demasiado aficionado a tales pasatiempos; su vida, salvo un c¨ªrculo de amigos escogidos y alg¨²n viaje espor¨¢dico, discurre en soledad, ajeno a los nobles, salvo cuando por ¨¦l son retratados.
El tiempo que le sobra se le va en leer tratados de filosof¨ªa, teolog¨ªa o moral, p¨¢ginas que a¨²n suenan en nuestros o¨ªdos a pesar de los siglos transcurridos desde que fueron escritas.
"No debe sufrirse en ninguna ciudad cristiana, y aun de los gentiles, donde se viva seg¨²n ley de humanidad que, mientras unos nadan en la abundancia, gastando sus ducados en banquetes y otras extremosidades en concluir un sepulcro o una torre s¨®lo ¨²til a su vanidad, peligre por falta de unos florines la salud y vida de un hombre de bien, modesto, padre de familia, y se vea obligado a desamparar a su mujer y su hijo o ande en pleito la castidad de una doncella. Quien quiera comer, que aprenda a trabajar; quien quiera trabajar, encuentre d¨®nde".
"Pues industrias y negocios poco a poco van cerrando sus puertas y los ducados que producen acaban, por lo general, en las arcas de los banqueros, sobre todo genoveses, e incluso de los nacionales que todos los d¨ªas andan de feria en feria, tras la corte, con sus cajas, mesas y libros".
Las guerras que mantiene Espa?a fuera de la Pen¨ªnsula consumen parte del oro que viene de Am¨¦rica, pues cada tercio cuesta un mill¨®n de ducados. Los hombres son menos cada vez; las cosechas, mediocres, y en lo que a las mujeres se refiere son m¨¢s de hogar y familia que las del resto de Europa. Reza sus oraciones,
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El griego
Viene de la p¨¢gina 11cumple con los deberes de la casa y, en lo posible, evita el trato con desconocidos; dedicada en vez de ello a tejer o bordar, o simplemente en charlas.
El ideal se halla en la gracia, en el donaire, al que el pintor a?ade un ¨¢pice de tristeza pensativa, cercano de la melancol¨ªa. Son bellezas rubias, de piel sonrosada y blanca, plenas de ingenio y a la vez de recato, o morenas de ojos anochecidos, negros cabellos, tez mate y morena y fino talle. Pero, ?qu¨¦ importa el color de sus cabellos? A los toledanos les conmueve un modo intencionado de mirar, un silencio oportuno, un saber contestar como y cuando se debe. El pueblo tambi¨¦n prefiere, con orgullo, en la novela y el teatro tales mujeres, que Tirso describi¨®: ?Qu¨¦ ser¨ªa -se pregunta- de las bellezas de Toledo si el donaire no tuvieran?
A pesar de haber llevado su rostro a sus lienzos, no se sabe ciertamente cu¨¢l fue el aut¨¦ntico de la mujer del pintor. Seguramente respond¨ªa a los c¨¢nones descritos por T¨¦llez en su rostro de almendra, sus oscuros cabellos y sus ojos m¨¢s negros a¨²n, te?idos de pasi¨®n o de fervor.
As¨ª, el artista, con su mujer y sus criados, que tambi¨¦n son familia, vive en Toledo tras desde?ar la Corte y a su vez ser desde?ado por el rey, que no le dar¨¢ trabajo en el vecino Escorial. Quedar¨¢ en una ciudad un poco venida a menos, en donde los hidalgos viven de apariencias m¨¢s que de realidades. ?l sigue retratando a caballeros, doctores y eclesi¨¢sticos, pues es preciso acabar de pagar su casa, donde se escucha m¨²sica a la hora de comer. Son modelos delgados, que se dir¨ªa miran el m¨¢s all¨¢ como si se hubiera querido reducir el reino a una rep¨²blica de hombres encantados que vivieran fuera del orden natural.
Y de su criado, ?qu¨¦ diremos? Venido con ¨¦l de Italia, de su aspecto exterior nada se sabe; s¨®lo la edad, que no es gran cosa. No se trata de uno de esos parientes pobres, rescatados de hospicios de provincia; por el contrario, pinta casi tan bien como su amo. Y bien podr¨ªan confundirse las obras de los dos. Es su testigo, marchante y confidente, su principal amigo y quiz¨¢ algo m¨¢s, pues, a pesar de que durante muchos a?os figura en sus pleitos numerosos, de pronto su nombre desaparece de sus documentos y papeles para no volver a figurar en ellos nunca m¨¢s.
?Qu¨¦ sucedi¨®? ?Cu¨¢l fue la causa? ?Fueron razones de trabajo o de pasi¨®n? Tal vez, solamente, cansado de un amor frustrado, decidi¨® cambiarlo por otro m¨¢s acorde con su edad. De todos modos, es una pregunta m¨¢s en torno de este pintor a quien Toledo dio y quit¨® fortuna y fama, vida en el arte y una sepultura que nadie sabe d¨®nde se halla, mas para la que un amigo compuso aquellos versos que comienzan: "Del griego aqu¨ª lo que encerrarse pudo yace; piedad lo esconde, fe lo sella".
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