Braudel en Espa?a
Nacido en Luneville-en-Ornois (la Meuse), en 1902, profesor en Argel, en Par¨ªs y S?o Paulo, es a partir de 1937 (cuenta entonces 35 a?os de edad) cuando Fernand Braudel accede a una direcci¨®n de estudios en la ?cole Pratique des Hautes ?tudes. La guerra y la dificil situaci¨®n personal que ella le crea no alteran su l¨ªnea investigadora: en L¨¹beck, y en cautividad, lleva a cabo una primera redacci¨®n de su tesis sobre La Mediterran¨¦e et le monde mediterran¨¦en ¨¤ l'¨¦poque de Philippe II, que s¨®lo ser¨ªa le¨ªda, tras prolongada maduraci¨®n, en 1947. Desde el a?o anterior -1946- Braudel dirig¨ªa la revista Annales, fundada por Marc Bloch y Lucien F¨¨bvre; sucedi¨® a este ¨²ltimo, en 1949, en el Coll¨¨ge de France, y siete a?os despu¨¦s, en la presidencia de la Secci¨®n VI de la ?cole des Hautes ?tudes. Por ¨²ltimo, desde 1962 dirigir¨ªa la Maison des Sciences de I'Homme.El impacto revolucionario que en los medios y t¨¦cnicas de la investigaci¨®n hist¨®rica produjo su famoso libro La Mediterran¨¦e... (1949) era, en realidad, un triunfo decisivo de la escuela de Annales, pero dentro de una l¨ªnea conceptual y metodol¨®gica ya de muy atr¨¢s marcada por esta revista. Se comprende, sin embargo, que para un pa¨ªs como Espa?a, al que afectaba directamente el tema y el ¨¢mbito geogr¨¢fico abordados por Braudel en su obra, ese impacto fuese mucho mayor. Recu¨¦rdese lo que hab¨ªa significado la guerra civil y sus secuelas para la evoluci¨®n de nuestra historiograf¨ªa: por lo pronto, una polarizaci¨®n casi exclusiva de la atenci¨®n investigadora hacia los siglos imperiales y un desv¨ªo -impuesto por la dificultad de seguir criterios objetivos en este caso- de la ¨¦poca contempor¨¢nea. Esa atenci¨®n de las nuevas promociones universitarias hacia la ¨¦poca de los Austrias se basaba, por lo dem¨¢s, en una t¨¦cnica erudita al servicio de los ternas pol¨ªticos, diplom¨¢ticos e ideol¨®gicos, y con una preocupaci¨®n reivindicativa m¨¢s o menos impuesta por la alta pol¨ªtica universitaria. Exist¨ªa, como alguna vez ha recordado el profesor Jover, una "condena global que la historiografia nacionalista hab¨ªa lanzado sobre el nefasto siglo XIX, haci¨¦ndolo responsable, tras un juicio sumario, del abismo existente entre la historia so?ada o pret¨¦rita -Reyes Cat¨®licos, ¨¦poca de los Austrias- y la Espa?a real que vive los duros tiempos del imperialismo; condena que, tras la guerra civil, recibir¨¢ un cierto refrendo oficial".
S¨®lo en el despuntar de los a?os cincuenta comenz¨® a alentar, en Madrid y Barcelona, una prudente l¨ªnea inconformista, que en el primer caso hall¨® un cierto cauce en las ediciones cr¨ªticas de la Biblioteca de Autores Espa?oles -publicaci¨®n que, apadrinada por la Real Academia, quedaba al margen de la censura oficial-, abriendo atrevidas perspectivas sobre los siglos XVIII y XIX, y en el segundo, tuvo su est¨ªmulo en la inquietud de Jaime Vicens Vives, siempre a la b¨²squeda de nuevos caminos. La publicaci¨®n de la magna obra de Braudel hizo el efecto de una piedra lanzada con violencia sobre las estancadas aguas de la universidad madrile?a y del pretencioso Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas. Recuerdo el inter¨¦s con que discut¨ªamos el libro, en nuestro cen¨¢culo del Instituto Fern¨¢ndez de Oviedo, los j¨®venes becarios que por entonces est¨¢bamos en trance de doctoramos: Artola, Fern¨¢ndez ?lvarez, P¨¦rez de Tudela y el que estas l¨ªneas escribe (a?adiendo que, salvo Artola, los dem¨¢s nos afan¨¢bamos entonces en estudios sobre los siglos XVI y XVII). El impacto en Barcelona registr¨® su culminaci¨®n a partir del Congreso de Par¨ªs de 1950, en el que Vicens Vives hall¨® su camino de Damasco; a partir de aqu¨ª, el historiador catal¨¢n convirti¨® su c¨¢tedra barcelonesa en la gran puerta abierta para la escuela y las orientaciones metodol¨®gicas de Annales. Los disc¨ªpulos m¨¢s directos de Vives, -Mercader, Regl¨¢, Nadal, Giralt- y las grandes publicaciones colectivas que ¨¦l emprendi¨® y dirigi¨® -los Cuadernos de Historia Moderna, la Historia Social y Econ¨®mica de Espa?a y Am¨¦rica, el important¨ªsimo ?ndice Hist¨®rico Espa?ol fueron, innegablemente, la gran plataforma del braudelismo espa?ol.
Hubo, desde luego, otro centro muy receptivo a esta influencia, y fue el c¨ªrculo universitario de Valladolid, donde la proximidad del Archivo de Simancas impon¨ªa una cierta dedicaci¨®n a la Espa?a de los Austrias y donde dos profesores de aquella facul-
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Braudel en Espa?a
Viene de la p¨¢gina 11tad, P¨¦rez Villanueva y Palacio Atard, ven¨ªan fomentando, sistem¨¢ticamente, la realizaci¨®n de tesis doctorales en torno a los avatares -principalmente diplom¨¢ticos- del gran siglo. La frecuentaci¨®n de Simancas por los hispanistas franceses, enmarcados en la escuela de Annales, y el rec¨ªproco aflujo de los j¨®venes universitarios espa?oles a la Sorbona (recu¨¦rdese que durante muchos a?os P¨¦rez Villanueva fue director del Colegio Espa?ol de Par¨ªs) vincul¨® algunos de los nuevos valores m¨¢s destacados del c¨ªrculo de Valladolid al magisterio braudeliano: tal fue el caso de Valent¨ªn V¨¢zquez de Prada y, sobre todo, de Felipe Ruiz Mart¨ªn -que probablemente sea su disc¨ªpulo m¨¢s fiel e incondicional.
Por mi parte, conoc¨ª personalmente a Braudel a comienzos de los a?os sesenta y en la Universidad Internacional de Santander; dirig¨ªa yo un curso de Humanidades, al que fue invitado el prestigioso historiador franc¨¦s. Me sorprendi¨® entonces la llaneza, liberal, muy humana, que le caracterizaba, muy lejos de un engolamiento de gran maestro -tan t¨ªpico de otros profesores de allende y de ac¨¢ el Pirineo, que calzaban menos alto coturno que el ilustre investigador galo. Una de sus preocupaciones esenciales se basaba en la promoci¨®n de sus alumnos espa?oles, para situarlos en los escalafones universitarios de nuestro pa¨ªs (recuerdo su caluroso elogio de Felipe Ruiz, que bien merec¨ªa ¨¦ste, desde luego, no s¨®lo por sus indiscutibles m¨¦ritos como investigador concienzudo de nuestra historia econ¨®mica y mercantil, sino por la lealtad, incluso por el sacrificio personal con que en todo momento supo servir a su gran maestro).
Pero aun subrayando estas plataformas especialmente receptivas de las directrices de la Escuela de Annales, es preciso decir que, de hecho, toda la historiograf¨ªa espa?ola actual debe mucho a la obra de Braudel; hasta el punto de que cabe hablar de un antes y un despu¨¦s de la publicaci¨®n de La Mediterran¨¦e et le monde mediterran¨¦en ¨¢ l'¨¦poque de Philippe II. Nuevas t¨¦cnicas, nuevas orientaciones, nuevas escuelas metodol¨®gicas se han sucedido luego en el amplio campo de nuestra historiograf¨ªa, estimuladas hoy por un deslumbramiento creciente ante las perspectivas abiertas por el mundo sin l¨ªmites de la inform¨¢tica. Pero en cualquier caso, esos nuevos caminos tratan siempre de alcanzar el alto objetivo marcado por F¨¨bvre y por su gran disc¨ªpulo Braudel: la plasmaci¨®n de la historia total; y no olvidan las grandes aportaciones del autor de Combates por la Historia: la definici¨®n de los fen¨®menos "de larga, media y corta duraci¨®n", la preocupaci¨®n por los problemas de la vida material; la integraci¨®n, en una colaboraci¨®n fruct¨ªfera, de soci¨®logos, ge¨®grafos, dem¨®grafos y economistas a la b¨²squeda de objetivos comunes.
En este sentido integrador, totalizador, quiz¨¢ ser¨¢ el mejor tributo a la memoria de Braudel un necesario revisionismo de la tendencia muy com¨²n, a convertir su gran legado metodol¨®gico en una sola faceta, la de las prioridades econ¨®micas. Alguna vez he recordado, por ser muy significativa, la sorprendente respuesta que uno de los corifeos espa?oles de la buena nueva braudeliana me dio cuando, habi¨¦ndonos encontrado en Roma, y nada menos que en el maravilloso escenario de Piazza Navona, le pregunt¨¦ qu¨¦ efecto le hab¨ªa causado la vi.sita a las magnas colecciones art¨ªsticas del Vaticano: "Me ha impresionado comprobar la potencia econ¨®mica de los papas en el siglo XVI..." (?Ya es no ver m¨¢s que lo que se quiere ver!). Ahora bien, en la obra de Braudel -incluso bajo un t¨ªtulo tan significativo como Capitalismo y civilizaci¨®n material, late siempre, seg¨²n los criterios de su maestro F¨¨bvre, la presencia del hombre-individuo, protagonista de la Historia no s¨®lo a trav¨¦s del medio social en que se halla inserto, sino desde lo insobornable de su propia entidad, y nunca mutilado de cualquiera de las dimensiones en que se realiza como tal hombre (potenciando exclusivamente la que le define en su actividad econ¨®mica).
Hay una frase de Lucien F¨¨bvre que, sin duda, hubiera adoptado como suya su disc¨ªpulo Braudel. Cuando a aqu¨¦l le pidieron en cierta ocasi¨®n una amplia exposici¨®n metodol¨®gica, se limit¨® a decir: "No me habl¨¦is de m¨¦todo. M¨¦todo es el hombre". (Esto es: la identidad entre el que hace la Historia y el que la escribe.)
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