Las conclusiones del s¨ªnodo
El s¨ªnodo extraordinario de obispos termin¨® ayer en el Vaticano con una celebraci¨®n eucar¨ªstica en la que el Papa pronunci¨® una homil¨ªa eminentemente conservadora, como en ¨¦l es habitual. El conservadurismo ha sido la t¨®nica general de este s¨ªnodo, que ya empez¨® bajo los morados auspicios de una especie de contravaticano segundo. Las lecturas de gran parte de sus eminencias reverend¨ªsimas as¨ª lo rubricaban. El best-seller no ha sido otro que el ¨²ltimo libro de un profeta de la regresi¨®n llamado Josef Ratzinger, cardenal de la m¨¢xima confianza de Su Santidad.En realidad, vistas las cosas sin apasionamientos, ha ocurrido lo que ten¨ªa que ocurrir. La Iglesia suele ser en gran parte una peculiar correa de transmisi¨®n de las inquietudes temporales. Es decir, lo no espiritual, lo inmanente, lo caduco, suele influir notablemente en el talante eclesial. El concilio Vaticano II represent¨® un impulso renovador en aquellos a?os sesenta. No hay que olvidar que precisamente los a?os sesenta constituyeron una ¨¦poca tan dorada como m¨ªtica en la historia del progresismo en todos los campos. Por el contrario, los ochenta van dise?ando hasta ahora un panorama a caballo entre la reacci¨®n y el desencanto. Parafraseando a determinados pol¨ªticos podr¨ªamos decir que tenemos los concilios o los s¨ªnodos que nos merecemos.
De todas las maneras, algo m¨¢s de lo que se ha conseguido s¨ª se pod¨ªa haber logrado. Los padres sinodales han estado discutiendo detalles tan poco acordes con la mentalidad del hombre actual como, por ejemplo, una menci¨®n especial de Satan¨¢s calificado como pr¨ªncipe de este mundo. Y no parece ¨¦sa la sinton¨ªa con la que conecta el creyente de hoy en d¨ªa, m¨¢s angustiado por la ausencia de Dios y de lo divino en el espacio vital en donde se mueve que por la presencia de los demonios tradicionales.
Juan Pablo II ha vuelto a insistir en su idea fija de la Iglesia como misterio. Ciertamente es una idea muy respetable y hasta probablemente profunda. Pero si las inst¨ªtuciones necesitan m¨¢s que nunca comunicarse con quienes se esfuerzan en seguirlas, no creemos que resulte pedag¨®gico un lenguaje tan esot¨¦rico, por utilizar un adjetivo calificativo benevolente. La Iglesia, seg¨²n el Vaticano II, es el pueblo de Dios. La Iglesia, seg¨²n el s¨ªnodo que termin¨® ayer, es un misterio. Nosotros, obviamente, entendemos m¨¢s el primer concepto que el segundo. Pero cuando se tiene una idea poco abierta de la comunidad eclesial no hay duda de que el vocablo misterio es m¨¢s apropiado. ( ... )
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