Drazen Petrovic resurgi¨® en la segunda parte
El p¨²blico que llen¨® el pabell¨®n madridista debi¨® de sentirse satisfecho a la salida por varias circunstancias: el Real Madrid hab¨ªa ganado, la sangre estuvo a punto de aparecer en la cancha y hab¨ªan conseguido gastar las energ¨ªas acumuladas en la Nochebuena abroncando a Drazen Petrovic. Al final, la estrella yugoslava no hab¨ªa conseguido su prop¨®sito, aunque cundi¨® la amenaza de su juego durante algunos minutos de la reanudaci¨®n. Pero craso error si el p¨²blico queda satisfecho con tan poco. Para empezar, Petrovic se fue al vestuario con razones sobradas para sentirse vencedor moral del encuentro. Pero, para terminar, Petrovic hizo un favor a la afici¨®n madridista con su presencia, contribuyendo a salvar un torneo que se ca¨ªa de las manos; la brillantez de su juego no mereci¨® ni un solo aplauso del p¨²blico, que estuvo torpe, agresivo y mal educado.El p¨²blico madridista s¨®lo ten¨ªa dos razones para acudir al pabell¨®n: ver al Real Madrid y ver a Petrovic. Hab¨ªa tambi¨¦n una justificaci¨®n, ciertamente morbosa, en la observaci¨®n de c¨®mo segu¨ªa respondiendo el juego madridista a quien protagoniz¨® sus m¨¢s dolorosas derrotas de hace una temporada. El p¨²blico, al parecer, deseaba poner su parte en la reparaci¨®n, presionando sobre el jugador yugoslavo en todo lo posible. Sin embargo, y a la vista del amistoso encuentro de ayer, m¨¢s valdr¨ªa que el p¨²blico hubiera adoptado otras maneras, porque su agresividad hacia Petrovic se contagia hacia los jugadores que siguen perdiendo la cabeza ante este jugador, dispuesto ya, por muchos motivos, para erigirse en la gran estrella del baloncesto europeo. La persecuci¨®n que sufri¨® en su entrada a la cancha, en el calentamiento y en las acciones m¨¢s superficiales, incluso fuera del partido, le supuso retener toda una completa muestra de improperios que, seguramente, le obligar¨¢n a tener muy escasos deseos de volver por el pabell¨®n, favor que se pierden los aficionados madridistas.
Ya desde el primer minuto el partido, por la presi¨®n ambiental, qued¨® determinado en una lucha contra este jugador. Y eso que Lolo Sainz, como era lo l¨®gico en un encuentro que no deja de ser amistoso, no dispuso ninguna atenci¨®n especial hacia ¨¦l. Orden¨® a Linton Townes su marcaje, sin m¨¢s, lo que este jugador cumpli¨® en la primera parte con cierta facilidad, hecho que pareci¨® decepcionar el p¨²blico. Petrovic, poco coordinado con sus compa?eros, no recibi¨® las ayudas adecuadas y pas¨® este per¨ªodo con m¨¢s pena que gloria, entre continuos abucheos, y con s¨®lo cuatro puntos en su haber, de los cuales s¨®lo dos correspond¨ªan a una? canasta conseguida.
En esas circunstancias, el Real Madrid, algo desdibujado, fue dominando el marcador con cierta amplitud, acerc¨¢ndose, incluso, a los 20 puntos y alcanzando el descanso con una ventaja m¨¢s que suficiente (47-30). La selecci¨®n, yugoslava se hab¨ªa reforzado con la presencia de Petrovic y el p¨ªyot Vrankovic (2,15 metros), pero mostraba bien a las claras que se trataba de un equipo experimental.
Salida fulgurante
Sin embargo, Petrovic realiz¨® una salida fulgurante en la segunda parte, y el p¨²blico se sinti¨® provocado. Su animosidad Preci¨® y se contagi¨® a los jugadores locales que, entonces, volvieron a reaccionar c¨®mo si la emfermedad Petrovic estuviera en la cancha. El juego, entonces, se encresp¨®, e Iturriaga, en el primer aviso de lo que pod¨ªa suceder, tuvo un altercado con Radovic. Los jugadores yugoslavos, h¨¢biles desde siempre en las marruller¨ªas, comenzaron a escenificar una sobredosis de violencia, lo que origin¨® que Mart¨ªn, Iturriaga, Townes y Robinson se llegaran a cargar con cuatro personales con cierta rapidez. Entretanto, Petrovic se limitaba a ejecutar los numerosos tiros libres -12 puntos conseguidos por este sistema en dicho per¨ªodo- con que se ve¨ªa beneficiado. La defensa madridista hab¨ªa perdido toda eficacia, porque usaba y abusaba de la agresividad. Del Corral ya parec¨ªa un defensor en busca de venganza, mientras que Mart¨ªn, en un lance del juego, dio la impresi¨®n de tener excesivas ganas de pisotear a Petrovic. El rumbo del partido estaba perdido y Yugoslavia, sin ning¨²n alarde, se acerc¨® a un peligroso 76-72 a falta de tres minutos.
Los minutos finales se resolvieron, m¨¢s que por otra cosa, por la propia precipitaci¨®n de la estrella yugoslava en dos lanzamientos que se salieron de la canasta y porque Cutura, en acciones de libre, albredr¨ªo, decidi¨® jugarse el partido en dos tiros desde la l¨ªnea de 6,25 realmente impropios.
Sin embargo, el hecho, de que Petrovic jugara con un equipo que no es el suyo, puesto que la selecci¨®n tampoco era la titular, y de que su juego estuviera poco coordinado con el resto de compa?eros, deja espacio a la especulaci¨®n. Si en vez de Yugoslavia hubiera jugado el Cibona de Zagreb, el descalabro podr¨ªa haber sido id¨¦ntico al de hace un a?o. Porque Petrovic, sin hacer nada, obligado a venir porque la cotizaci¨®n de la selecci¨®n yugoslava bajaba de 10.000 a 5.000 d¨®lares (1.600.000 a 800.000 pesetas) sin su presencia, volvi¨® a romper el equilibrio del juego madridista. Lo consigui¨® durante algunos minutos, pero es que lo hizo ¨¦l solo, con poca colaboraci¨®n de sus compa?eros, y con todo un pabell¨®n en su contra. Fue, sin duda, el vencedor moral. Logr¨®, en parte, su prop¨®sito ante tanto factor en contra. Y sabe que ha de volver en mejores condiciones, por lo que ha contribuido a sembrar m¨¢s agresividad, circunstancia que servir¨¢ para alimentar lo mejor de su juego dentro de unas semanas.
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