Ingrid en la filmoteca
Bueno, ya tenemos cine puro en televisi¨®n. Esto es, cine en su estado de gracia original, en versiones ¨ªntegras y habladas en su lengua original, correspondientemente subtituladas en castellano. Filmoteca TV, as¨ª se llama el invento. Un invento, por cierto, que no es tal, puesto que en Cineclub, en sus buenos momentos, ya o¨ªamos a los japoneses hablar japon¨¦s; a los franceses, franc¨¦s, y a Orson Welles, ingl¨¦s. Hoy mantiene Cineclub su nombre, s¨ª, pero vean c¨®mo Ingmar Bergman, sus personajes, cambian su sueco natal por los acentos de Valladoliz.Pues bien, todo eso desaparecer¨¢ ahora en las madrugadas del s¨¢bado. Y, puestos ya en el apellido sueco, los programadores han decidido celebrar el nacimiento de la criatura con otro -otra concretamente- Bergman hist¨®rico del cine: Ingrid. Y una Ingrid Bergman bastante desconocida entre el p¨²blico, la Ingr¨ªd Bergman de sus inicios. La Ingrid Bergman de producci¨®n casera, sueca.
Hoy vamos a ver Intermezzo. No es una pel¨ªcula especialmente estimulante, como tampoco lo va a ser el ciclo -miniciclo- en s¨ª. Pero tiene su inter¨¦s, nadie puede reprochar el que se le ofrezca la ocasi¨®n de conocer la obra de la actriz en sus a?os mozos. Intermezzo, en concreto, tras unos ligeros titubeos, supuso el descubrimiento internacional de Ingrid. Unos a?os despu¨¦s, ya en Hollywood, engullida por la poderosa maquinaria que dar¨ªa los t¨ªtulos de oro de su filmograf¨ªa, rodar¨ªa un remake no menos c¨¦lebre de ese filme, acompa?ada en por Leslie Howard.
En cualquier caso, Intermezzo, el sueco, dirigido por Gustav Molander, es un filme rom¨¢ntico, rom¨¢ntico hasta el delirio, que se deja ver bien, que est¨¢ bien resuelto y en ning¨²n momento aburre.
La casualidad ha querido que esta tarde, en el hueco que deja La clave, se emita otra pel¨ªcula de Ingrid Bergman, El albergue de la sexta felicidad. En este caso, una Ingrid Bergman mucho m¨¢s madura y en un filme de Mark Robson tirando a paliza. Ah¨ª va la historia: una abnegada mujer, devota hasta en el carn¨¦ de identidad, quiere ir a China a predicar la fe cristiana. Lo consigue, aunque tenga que ir por su cuenta y riesgo. All¨ª, como est¨¢ mandado -si no no habr¨ªa pel¨ªcula-, los problemas se suceder¨¢n. Se enamorar¨¢ del mestizo Curt Jurgens, que ya es tener mal gusto, tras haber sustituido a la misionera se?ora Lawson y haber viajado mucho; atravesar¨¢ el pa¨ªs no con elefantes como An¨ªbal, sino con m¨¢s de 100 ni?os desahuciados, y, en definitiva, se convertir¨¢ en una hero¨ªna tr¨ªtinfal en el momento decisivo en que los chinos y los japoneses se pegan tortas.
En fin, una obra perfecta en su convencionalismo, en esa habilidad cong¨¦nita del cine americano para contarnos tortuosas historias y ganarse al p¨²blico mediante el pintoresquismo de sus escenarios, la irrealidad de sus colores y el a?adido del cinemascope.
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