Romance del socialista y la Guardia Civil
En las memorias ap¨®crifas de Humpty Dumpty puede leerse: "La Guardia Civil es un cuerpo militar, como su nombre indica". A partir de tan sabia m¨¢xima nada tiene por qu¨¦ extra?ar en la larga pol¨¦mica que nos traemos sobre ese instituto armado, salvo quiz¨¢ el s¨²bito y apasionado amor que alg¨²n socialista ha sentido, de una manera tan repentina como imposible de dominar, hacia el cuerpo. La singular pasi¨®n est¨¢ pasando en forma de romance a los bulul¨²s urbanos porque, como tantas, como todas las verdaderamente populares, es la historia de un amor rodeado de asechanzas, de malos quereres ajenos y aun de reca¨ªdas en antiguas liviandades de una Guardia Civil arrepentida que ahora quiere casarse por la Iglesia con un socialista.Fiel servidora del Estado, cuerpo que Franco pens¨® en alguna ocasi¨®n disolver, letra de otros romances acusatorios o temerosos, definidos sus componentes en una ocasi¨®n como hombres que "tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras", ha suscitado muchos comentarios ya. Aplaudida por las clases urbanas acomodadas y temerosas de Dios, recelada durante largos per¨ªodos hist¨®ricos por los campesinos, reconocida su eficacia fundada en m¨¦todos expeditivos que ahora son otra vez objeto de pol¨¦mica, la Guardia Civil tiene y no tiene mala prensa; seg¨²n, aproximadamente, el lado de la culata en que se encuentre o tema encontrarse cada uno. Todo cuerpo armado, como toda polic¨ªa, son pol¨¦micos. Pero los errores que proceden de una intervenci¨®n militar en actos civiles no han dejado de tener una obstinada presencia en nuestra historia a trav¨¦s de acontecimientos por lo menos vidriosos. Desde el crimen de Cuenca hasta el caso de Almer¨ªa esos errores han permanecido firmes en la mente popular, en una conciencia colectiva que necesita con urgencia otra imagen para sentirse m¨¢s protegida que vigilada. La vida rural espa?ola ha estado durante muchos a?os retratada en la pareja con una fijaci¨®n temerosa.
Los recientes acontecimientos, que a¨²n colean, habidos en Euskadi con la prolongada desaparici¨®n de Mikel Zabalza, su extra?o comportamiento, los misterios que han rodeado todo el asunto durante demasiados d¨ªas, la ausencia incluso de documentos que se dicen obligados por el reglamento del cuerpo, como el libro de entradas y salidas del cuartel de Intxaurrondo, no ayudan a crear un clima de confianza. Desconfianza que acompa?ar¨¢ ya para siempre a este caso, aunque intente ser contrarrestada por el desbordado amor del ministerio, que, en cambio, muestra su desamor hacia los cuerpos policiales que est¨¢n intentando un esfuerzo democratizador.
No se sabe bien por qu¨¦, salvo en el caso contemplado de amor loco, se env¨ªa tanto y tan proclamado afecto desde un ministerio civil a una fuerza militar. Menos se sabe por qu¨¦ se premia a un cuerpo militar sobre polic¨ªas civiles que intentan perder su especificidad social, que pretenden no ser distintos de los ciudadanos sino ser a su vez ciudadanos encargados de la seguridad; seg¨²n, por lo menos, manifiestan sus dirigentes sindicales. Tampoco se explica muy bien c¨®mo una pol¨ªtica no ya de izquierdas pero s¨ª renovadora y civil tiene que dificultar los intentos de los polic¨ªas civiles de renovarse y sumarse a la poblaci¨®n, en la medida de lo posible, a trav¨¦s de sindicatos, de derechos ciudadanos. Mientras, en cambio, se premia a quienes obedecen al r¨ªgido concepto de la maniobra militar en el m¨¢s sencillo despliegue urbano, enfocan de manera militar inevitablemente la sociedad civil y aprendieron a marginarse antes incluso de que alguien pretendiera hacerlo. Porque las casas-cuarteles no las ha inventado el pueblo, y menos el pueblo vasco.
Y en plena tormenta sobre polic¨ªas y cuerpos armados sucede lo de Mikel Zabalza. Y en el v¨¦rtigo de lo sucedido en torno a Mikel Zabalza, Interior asume todo lo que hace y dice el primer n¨²mero de la Guardia Civil que haga o diga. Y en el epicentro de todo ello, el ministro del Interior tiene la mala suerte de que coincida su optimismo oficial -"Zabalza va a aparecer"- con el hecho de que al d¨ªa siguiente aparezca, pero muerto. Algo que la anti-Espa?a y los rojos separatistas -que a¨²n quedan, algunos disfrazados incluso de socialdem¨®cratas socarrones- aprovechan para hacer gracias mal¨¦volas sobre que un poco m¨¢s, e incluso da, la hora exacta en que empezar¨ªa a flotar el cad¨¢ver de Zabalza.
Otra vez la Guardia Civil por medio. No es una acusaci¨®n a un colectivo, pero s¨ª es la profunda desconfianza de muchos ciudadanos hacia las normas de actuaci¨®n de una fuerza militar en una sociedad civil. Y eso al margen de lo que haya sucedido realmente en el caso Zabalza, que nunca se sabr¨¢. Para muchos nunca estar¨¢ claro si Zabalza se tir¨® o fue tirado al r¨ªo. Y aun en el caso de una fuga, todav¨ªa se puede especular sobre el estado de ¨¢nimo de un detenido que antes que volver al cuartelillo prefiere lanzarse al agua de noche, sin apenas saber nadar, con tres operaciones recientes y esposado. De ah¨ª no pueden nacer acusaciones, pero eso s¨ª produce innumerables angustias.
Los temores hacia la contundencia de la Guardia Civil no son necesariamente producto de malformaciones ideol¨®gicas. Me parece significativa la cr¨®nica aparecida en El Imparcial el lunes 15 de abril de 1895, algo antes de que se fundara ETA. Se titula Un loro en el tendido y relata lo sucedido en la plaza de toros de Barcelona: "Despu¨¦s del salto de la garrocha, el toro Comisario, tercero de la tarde, salt¨®, cayendo en el tendido n¨²mero dos, que estaba lleno de gente. A consecuencia de esto hubo atropellos, desmayos, contusiones y p¨¢nico indescriptible".
"Como el animal, repuesto del golpe, intentara pasar a otro tendido, se acerc¨® a ¨¦l con mucha valent¨ªa el cabo de la Guardia Civil Vigueras, que carg¨® su carabina y dispar¨® sobre el toro, dej¨¢ndolo inm¨®vil".
"Al principio se crey¨® que el bicho hab¨ªa quedado muerto, pero como no tardara en reponerse, llenando de espanto al p¨²blico, un municipal le dio un tremendo sablazo. Casi al mismo tiempo varios guardias civiles, con la bayoneta calada, rodearon al toro y lo remataron a pinchazos".
"El p¨²blico hizo una ovaci¨®n al cabo, y la autoridad lo present¨® a la presidencia mientras el p¨²blico le aplaud¨ªa y felicitaba por su arrojo". "Cuando se restableci¨® la calma se not¨® que en el tendido n¨²mero 2 estaban, a alguna distancia del toro, el mozo de plaza Recasens, gravemente herido de un balazo en el vientre, y adem¨¢s otras dos personas, tambi¨¦n heridas".
Quiz¨¢ la contundencia sea la clave de tan apasionado amor, que ya cantan los p¨ªcaros por las esquinas en forma de romance. Pero quiz¨¢ tambi¨¦n tan desorbitada eficacia sea lo preocupante.
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