Nov¨ªsimos, ?una "consumaci¨®n devotamente apetecible"?
Las ideas fijas -como la t¨ªa de Proust, que en tan poco ten¨ªa a Swann que cuando la marquesa de Villeparisis elogi¨® a ¨¦ste, en lugar de volver a considerar su opini¨®n del caballero, rebaj¨® su estimaci¨®n por la marquesa- suelen ser un abrigado puerto para gran parte de la cr¨ªtica, inc¨®moda de aventurarse hacia cualquier nuevo rumbo sin muy detalladas cartas.Tan vigorosa actitud ha condicionado que a estas alturas, cuando gran parte de su obra est¨¢ publicada, los nov¨ªsimos sean / seamos a¨²n poes¨ªa joven espa?ola, mientras impagables vol¨²menes detienen el horizonte de esa poes¨ªa en otras generaciones menos considerables para el desarrollo del discurso literario, llegando hasta rebajar a quienes -desde Aleixandre a Paz- se atrevieron a apostar por nosotros, entendiendo su reto como intento de conseguir una agradecida claque.
Acepto hoy aqu¨ª una representaci¨®n que jam¨¢s ambicion¨¦: celebrar a los nov¨ªsimos. Y no tanto ponderar la antolog¨ªa que consagr¨® esa voz como hacer a mi vez una apuesta por la suerte de tal grupo, m¨¢s amplio, como se ver¨¢, de los all¨ª publicados. Pues si bien es cierto que no hace mucho afirm¨¦ en Santander, en un curso de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo sobre el tema, y poco despu¨¦s en Tenerife, cuando el Congreso de Escritores en Lengua Espa?ola, no creer que los nov¨ªsimos form¨¢semos un grupo homog¨¦neo, sino que mejor aquella antolog¨ªa fue asunto del azar, cosa de amigos que sol¨ªan comer juntos y cuyo puente Madrid-Barcelona era Gimferrer, no menos cierto es que, unidos quiz¨¢ m¨¢s por lo que neg¨¢bamos que por nuestras respectivas aventuras y metas, dimos forma a un clar¨ªsimo cambio de gusto, que por cierto ha tenido fortuna, y al que las circunstancias han regalado la m¨¢s indeclinable influencia en la renovaci¨®n de la poes¨ªa espa?ola moderna. Supongo que ante esta ¨²ltima afirmaci¨®n, m¨¢s de un cr¨ªtico mostrar¨¢ el dorado brillo de su colmillo postizo, y que a trav¨¦s de su masa encef¨¢lica o donde quiera que repose la inteligencia, otros nombres rebotar¨¢n plet¨®ricos de an¨¢lisis, y sobre todos la m¨¢gica referencia a la generaci¨®n del 27 o a esa manta zamorana que fue la del 98.
Pues bien, quisiera a?adir algo a tan sutil meditaci¨®n: los nov¨ªsimos son m¨¢s importantes que la generaci¨®n del 98, m¨¢s que la del 27. Y no ser¨¢ contra ¨¦sta -cu¨¢nto debemos a Cernuda, a Aleixandre, a Alberti, a Lorca- que yo levante mi mano. Amamos a sus poetas y recordamos con frecuencia muchos de sus versos. Pero es otra cosa la que afirmo: poco han significado en el desarrollo del discurso de nuestra literatura, ni mucho menos en sacar a ¨¦sta de su incomunicaci¨®n con el latir de la cultura mundial. Sobreviven -y perdurar¨¢n- nombres y poemas excelentes. Pero no significaron un cambio en el panorama de nuestra poes¨ªa. Los nov¨ªsimos, s¨ª. Los nov¨ªsimos han convertido en obsoleta la sin duda m¨¢s arraigada manera del poeta espa?ol de al menos los ¨²ltimos decenios.
Que este cambio de gusto ya maduraba en los mejores versos de poetas m¨¢s viejos, qui¨¦n lo niega, y los nov¨ªsimos no dudar¨¢n en vindicarlos. Pero es con este grupo cuando esa nueva sensibilidad toma forma. Y tanta ser¨ªa la fuerza del sue?o nov¨ªsimo -y tan necesaria su aparici¨®n- que aun trat¨¢ndose la antolog¨ªa de Castellet de un texto donde, desde luego, salvo Gimferrer, no asistimos m¨¢s que a una especie de manifiesto (la calidad po¨¦tica es discutible, yo estimo que indiscutiblemente deplorable), tanta fue la fuerza de aquella propuesta, repito, que sirvi¨® para denominar ese nuevo gusto, que desde aquella fecha no ha cesado de fecundar el mundo po¨¦tico de nuestra naci¨®n.
Los nov¨ªsimos -y perm¨ªtanme ustedes que trate de centrar el grupo, pues s¨®lo en parte ser¨ªa coincidente con la citada antolog¨ªa- son 11, a mi entender: Jaime Gil de Biedma -cuya estela de dignidad, inteligencia y altura po¨¦tica no creo que pueda debatirse en la nueva generaci¨®n-, Vicente Aleixandre -el m¨¢s nov¨ªsimo quiz¨¢, que se entreg¨® hasta tal punto a la nueva sensiblidad (que en nada le era ajena) como para escribir en ella-, V¨¢zquez Montalb¨¢n -que en aquellas p¨¢ginas simbolizaba quiz¨¢ mejor que otros lo que Castellet dibujara en su pr¨®logo-, Gimferrer, F¨¦lix de Az¨²a, Leopoldo Mar¨ªa Panero, Ana Mar¨ªa Moix, Luis Antonio de Villena y Marcos Ricardo Barnat¨¢n, y perdonen que me incluya yo mismo. A esos 10 a?adir¨¦ Venecia.
Creo que la obra de estos poetas, el arrebatador decorado que impusieron y el asombro ante lo que Venecia simboliza han educado a la actual poes¨ªa espa?ola de forma incontestable. Los m¨¢s viejos, nuestros predecesores y ,en no pocos casos maestros, no desde?an entonar el verso nov¨ªsimo; los m¨¢s j¨®venes, que con el natural calor de su inteligencia y su sangre arremeten contra nosotros, tampoco dejan de estar modelados por ¨¦l en cada l¨ªnea.
Porque lo que hicimos los nov¨ªsimos fue poner en hora el reloj. Y esa necesidad de un nuevo mundo po¨¦tico, vigoroso, que de verdad contase algo que interesara, era sentida por los lectores como por el resto de los poetas. Dijimos: nuestra herencia no es la que normalmente vinieron aceptando los poetas espa?oles desde hace mucho. Y nos fortificamos en Kavafis, en Rimbaud, en Eliot, en Pound, en Mallarm¨¦... y en los griegos y latinos... y en el cine, que nos fascinaba; hasta en letras de cupl¨¦s, a las que no negamos su lugar junto a T¨¢cito, Wilde o Kafka. Y no deb¨ªamos andar muy descaminados, cuando la obra de los nov¨ªsimos -algo extra?o en nuestra literatura (que precisa de motivos extraliterarios y tantas veces sangrientos para su difusi¨®n en otros idiomas)- empez¨® a despertar inter¨¦s en otros ¨¢mbitos y en no pocas ocasiones hasta ha sido tomada como modelo. Esas otras bteraturas de las que hasta los nov¨ªsimos Espa?a estaba -no desde luego en casos muy concretos, y vuelvo a citar, como resumen de otros, pocos, a Biedma, a Espriu, pero s¨ª como literatura- confortablemente aislada.
Por eso dije antes que los nov¨ªsimos son m¨¢s importantes que la generaci¨®n del 27; no quiz¨¢, a¨²n, en la cantidad y calidad de su obra, pero s¨ª en lo que significan como punto y aparte de un discurso literario. Porque fueron -son- el intento m¨¢s serio y, sin duda, afortunado que ha tenido nuestra literatura por romper de una maldita vez el cors¨¦ provinciano de la imaginaci¨®n espa?ola. Y tampoco caben dudas sobre que aquellos poetas, hoy, en una y otra ladera de los 40 a?os, son lo m¨¢s interesante y vitalizador de nuestra poes¨ªa.
Contra una naci¨®n, una cofrad¨ªa de escritores y de cr¨ªticos que valoraban como el colmo del cosmopolitismo a don Antonio Machado o las rimbombates andanzas de Neruda (olvidando el lado h?lderliniano del primero y las fastuosas tinieblas del segundo), los nov¨ªsimos vindicamos la fascinaci¨®n por la riqueza y el esplendor del vasto mundo, sus bibliotecas y placeres, la obra de sus mejores hijos en cualquier orden, la necesidad del viaje, el lujo de vivir.
Afirmamos que la cultura es la cima del sue?o de los hombres, el territorio m¨¢s noble y perdurable de su aventura, y que el artista es la criatura m¨¢s excepcional y valiosa sobre la tierra. Exaltamos su excepcionalidad, el orgullo de su libertad, su individualismo. Negamos que la cultura hubiera de subordinarse a cualquier instancia que no fuera ella misma. Dejamos los mensajes a los carteros y la politiquer¨ªa a quienes perteneciera. Afirmamos la literatura, el arte, como nuestra ¨²nica patria y nuestro ¨²nico idioma. Y tambi¨¦n dijimos: un libro, un viaje, una pel¨ªcula, un cuadro, una noche memorable, el esplendor de una ciudad, todo es lo mismo, todo es uno. A?adimos que un poeta necesariamente deb¨ªa ser culto. Y lo defendimos con pasi¨®n, con intransigencia, orgullosos, conscientes de que se estaba dictando un gusto.
En resumen: impusimos una forma nueva de contemplar el mundo, de sentirlo, de expresarlo, y establecimos nuevos maestros para esa ense?anza, que ser¨ªan los nuestros, y casi un detallado plano del recorrido hasta ese tesoro. Y era lo que se estaba esperando. Por eso la respuesta de los lectores ha sido generosa. Hasta el punto de que, aun con la escasa difusi¨®n de la poes¨ªa, los nov¨ªsimos hemos sido le¨ªdos, nuestra propia obra y nuestras traducciones, nuestros art¨ªculos, la obra en prosa; y por unos lectores casi fan¨¢ticos, hasta divididos en facciones. En Espa?a y fuera de Espa?a.
De la antolog¨ªa que nos dio nombre nos separan ya 15 a?os. Y m¨¢s o menos los mismos de las obras de los no incluidos, pero nov¨ªsimos con el mejor derecho. Como alguien dijo, estamos todos en esa edad en que cada uno tiene el rostro que se merece. Podemos a?adir tambi¨¦n que el verso y la fama que se haya ganado. S¨®lo quiero decir, para terminar, que si nuestros poemas han seguido diversos caminos, lo que defendimos aquellos d¨ªas sigue vivo en nosotros. Ayer so?¨¢bamos con escribir obras como las que llegaban a nuestras manos en los inflemos de las librer¨ªas espa?olas o en nuestros viajes por otros pa¨ªses. Creo que seguimos so?ando. Y tambi¨¦n creo que algunos versos de aquellos j¨®venes, como su apuesta, van a sobrevivir.
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