La universalidad de Juan Rulfo
Dec¨ªa Andr¨¦ Gide que Cervantes era el escritor m¨¢s universal de Espa?a porque era el m¨¢s espa?ol de su tiempo y era, a su vez, el m¨¢s espa?ol porque era el m¨¢s singular, el m¨¢s radicalmente individual. Quiz¨¢ no haya en la literatura de lengua castellana de este siglo un escritor cuya obra verifique tan precisamente el aserto de Gide como el ya cl¨¢sico Juan Rulfo. Porque, sin duda alguna, Pedro P¨¢ramo (y, en menor grado, El llano en llamas) es uno de los libros m¨¢s universales de las letras hisp¨¢nicas del siglo XX, aunque sea aparentemente una obra muy adherida a una realidad espec¨ªfica de una ¨¦poca de la historia mexicana, el Jalisco de los llamados cristeros. Y los dos libros citados fueron escritos por un autor muy singularmente mexicano, y muy ¨¦l mismo. Muy deliberadamente opuesto a cualquier g¨¦nero de encasillamiento y a todo papel de "hombre de letras". Hab¨ªa en Rulfo una firme voluntad de individualizaci¨®n literaria, una voluntad de estilo sin par en la literatura contempor¨¢nea e lengua castellana. "Parec¨ªa que iba a ser escritor": as¨ª, tan a lo Rulfo, manifestaba el escritor con habla de campesino mexicano, sin la certeza orgullosa de un Borges, su inescapable vocaci¨®n de creador literario, su lac¨®nica aspiraci¨®n a la universalidad.Recordemos que cuando Rulfo llega a la ciudad de M¨¦xico, para ocupar un empleo burocr¨¢tico, se hab¨ªa iniciado entre algunos escritores una voluntad de universalizaci¨®n literaria para romper con la provinciana tradici¨®n de la novela de la revoluci¨®n. Esa voluntad universalizadora -representada sobre todo por el novelista y profesor Agust¨ªn Y¨¢?ez- no pretend¨ªa abandonar la materia de la revoluci¨®n. Muy al contrario, quer¨ªa enfocarla, recrearla con una perspectiva distante de M¨¦xico, con una mirada europea y, en el caso de Y¨¢?ez, muy precisa, la mirada de la rememoraci¨®n proustiana. Otros maestros de aquella inolvidable facultad de Filosof¨ªa y Letras (la de mis primeros estudios universitarios), en el antiguo convento de Mascarones, predicaban tambi¨¦n el afrancesamiento literario a la generaci¨®n de Rulfo, la de Octavio Paz. Y de esas ense?anzas se deriv¨® la creciente universalizaci¨®n intelectual de M¨¦xico ( olvidar que en Mascarones, de 1939, hab¨ªa un significativo contingente de maestros espa?oles muy germanizadores): mas Juan Rulfo, no obstante su admiraci¨®n a don Agust¨ªn Y¨¢?ez (tambi¨¦n jalisciense), se resisti¨® a seguir las pr¨¦dicas de afrancesamiento literario. Aunque no hab¨ªa en Rulfo animadversi¨®n alguna a la cultura francesa (se?alemos de paso que unas monjas francesas hab¨ªan sido sus primeras maestras en su natal Jalisco, en tiempos de la cristiada): pero s¨ª la hab¨ªa a lo que ¨¦l llamaba el intelectualismo de la novela francesa. De ah¨ª que el escritor franc¨¦s escogido por Rulfo como uno de sus paradigm¨¢s fuera Jean Giono, el novelista del canto l¨ªrico a la tierra, el novelista rural.
Mas los paradigmas buscados por Rulfo no estaban en la Europa latina: "Pensaba que la literatura bajaba del Norte, de las tierras y lenguas escandinavas". Y Rulfo, sobre todo, tuvo como primer paradigma al novelista island¨¦s Halld¨®r Laxness (premio Nobel y a¨²n en vida).La raz¨®n de estas afinidades electivas del escritor mexicano es inseparable de su prop¨®sito de fijar su atenci¨®n creadora en su regi¨®n natal y en los campesinos de su infancia. En los escandinavos est¨¢ siempre presente el mundo inmemorial campesino, el arraigo y la rudeza de lo que Unamuno llamaba la intrahistoria. Porque en la voluntad de estilo de Rulfo hab¨ªa un norte permanente: "Quer¨ªa escribir como hablan los campesinos de mi tierra". Lo cual, por supuesto, no se lograba con grabaciones magnetof¨®nicas del habla rural de Jalisco. Y s¨ª, en cambio, buscando paradiginas all¨ª donde los encontrara por ejemplo, en el novelista suizo de lengua francesa Charles Ramuz. En suma, la geograria literaria de los paradiginas de Rulfo tiene un indudable parecido a la preferida por Unamuno. Es la Europa de los pa¨ªses marginales, entre los cuales est¨¢n Suiz -a e Islandia. Es tambi¨¦n una geograf¨ªa amada por Borges; mas Rulfo -en contraste con el espacio vasto de la ficci¨®n de Borges- declara que ¨¦l ha de ubicar a sus personajes en una geografia real, conocida y vivida por ¨¦l.
En Borges hab¨ªa, sin embargo, otro g¨¦nero de paradigma para la voluntad de estilo de Rulfo: la concisi¨®n. Y puede hoy decirse que en los dos cl¨¢sicos hispanoamericanos el arte de la concisi¨®n es la ra¨ªz primera de su universalidad. Mas no pod¨ªa ser Borges un verdadero paradig¨ªna estil¨ªstico para Rulfo por su proximidad al Barroco encarnado en Quevedo. Ya que Rulfo sab¨ªa muy firmemente lo que rechazaba: "Me propuse no ser barroco". Este rechazo de todo barroquismo se explica si se tiene presente que cuando Rulfo iniciaba sus trabajos literarios hab¨ªan aparecido en M¨¦xico las primeras obras de Carpentier, acompa?adas de sus declaraciones sobre la identidad de Am¨¦rica y el Barroco. En breve Carpentier -comienzo de la exuberancia tropical de una rama de la nueva literatura latinoamericana- era, para Rulfo, el escritor que su voluntad de ,estilo rechazaba enteramente. Mas el barroquismo hispanoamericano iba a prosperar con el llamado boom que beneficiar¨ªa al conocimiento de las obras de Rulfo m¨¢s all¨¢ de las fronteras del idioma. Y no ser¨ªa aventurado sostener que el escritor mexicano que acabamos de perder es uno de los autores de lengua castellana m¨¢s universalmente admirados.
Admiraci¨®n que representa muy justamente la realizaci¨®n del m¨®vil m¨¢s hondo y continuo de la voluntad de estilo de Juan Rulfo: su aspiraci¨®n, de raigambre unamuniense, a "buscar el hombre en nuestra alma", a crear una ficci¨®n de sentido trascendente, geogr¨¢fica y espiritualmente. Mas para el pueblo mexicano Rulfo ser¨¢ desde esta hora triste de su desapancion el escritor m¨¢s suyo, m¨¢s representativo de sus sue?os y dolores. As¨ª se verifica lo apuntado por Gide en la cita inicial de estas apresuradas l¨ªneas: Juan Rulfo, el solitario, el apartado, es la voz m¨¢s representativa de su comunidad humana. En lo cual tambi¨¦n se confirma lo se?alado por Unamuno respecto a s¨ª mismo: "He vivido fuera de Espa?a con el esp¨ªritu, y esto es lo que me ha hecho espa?ol". Las lecturas de Rulfo de los autores de la Europa marginal le dieron, en verdad, su ser literario Mexicano. Y al ser tan ¨ªntimamente de su tierra -sin la teatraler¨ªa,bravucona de otros escritores hispanoamericanos-, Rulfo alcanz¨® el lugar que ya ocupa en la literatura universal, al que s¨®lo unos pocos creadores de una ¨¦poca acceden: el que reconoce un paradigma de integridad humana excepcional. "Hombre de pocas palabras", la expresi¨®n castellana que identifica la integridad con el ser lac¨®nico podr¨ªa condensar la serena personalidad literaria de Juan Rulfo. En estos tiempos palabreros del planeta, cuando los pueblos que viven en la intrahistor¨ªa no pueden creerse lo que oyen, las pocas p¨¢ginas de Rulfo son un ejemplo de autenticidad humana.
es catedr¨¢tico de la universidad de Harvard y director del Centro Espa?ol de Estudios de la Am¨¦rica Latina.
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