Helic¨®pteros para una crisis
LA DIMISI?N del ministro de Defensa brit¨¢nico Michael Heseltine se ha convertido muy r¨¢pidamente en un problema pol¨ªtico de ¨¢mbito europeo. En el Parlamento de Estrasburgo, los dos grupos m¨¢s fuertes, el socialista y el democristiano, han pedido un debate de urgencia sobre, el futuro de la empresa de construcci¨®n de helic¨®pteros Westland. El secretario de la Uni¨®n Occidental Europea, un miembro de la Comisi¨®n Europea y los ministros de Defensa de Holanda y de la RFA han terciado en la discusi¨®n, dando su apoyo a la posici¨®n del ministro del Reino Unido que acaba de dimitir. Es quiz¨¢ la primera vez que esta europeizaci¨®n de una crisis pol¨ªtica nacional se produce de un modo tan natural y espont¨¢neo, sin que nadie pueda denunciar injerencias extranjeras. Ello es consecuencia del car¨¢cter mismo del conflicto que ha dado lugar a la salida de Heseltine del Gobierno de Thatcher. La citada empresa, Westland, necesita es coger entre dos ofertas para salir de la situaci¨®n de bancarrota en la que se encuentra una del grupo norteamericano Sikorsky y otra de un consorcio europeo formado por dos empresas brit¨¢nicas, una francesa, un alemana occidental y una italiana. Esta segunda opcion ha sido defendida por el ex ministro, por considerar que es la ¨²nica que corresponde a los compromisos brit¨¢nicos de contribuir a desarrollar una industria de armamentos, y concretamente de aviaci¨®n, espec¨ªficamente europea. La primera opci¨®n crear¨ªa condiciones particularmente ventajosas para la industria norteamericana y, despu¨¦s del fracaso del Avi¨®n de Combate Europeo, ser¨ªa "la segunda muerte de la Europa aeron¨¢utica", seg¨²n el expresivo t¨ªtulo de Le Monde.
Pero conviene destacar asimismo el marco m¨¢s directamente brit¨¢nico en que ha tenido lugar la dimisi¨®n de Heseltine. ?ste ha sido considerado durante mucho tiempo como una de las estrellas del Gabinete, impenneable a las diversas corrientes de oposici¨®n que han sacudido en diferentes etapas al Partido Conservador, y que Margaret Thatcher ha sabido derrotar o congelar, conden¨¢ndolas a la impotencia, con su mano de hierro. En este caso, sin embargo, el desenlace ha sido muy diferente, y el ministro ha dado desde el principio un tono muy combativo a su dimisi¨®n, convocando una conferencia de prensa a las pocas horas. En ella no cabe duda que ha tomado la ofensiva: denunci¨® de una manera muy clara los m¨¦todos autoritariols de Thatcher; dijo que ¨¦sta, mientras utilizaba el argumento de que la decisi¨®n correspond¨ªa exclusivamente a los accionistas de Westland, hab¨ªa favorecido en la pr¨¢ctica la opci¨®n Sikorsky. En sus palabras, su dimisi¨®n es una, salida para seguir propugnando su posici¨®n europe¨ªsta, ya que la primera ministra no le permit¨ªa, en su calidad de ministro, defenderla p¨²blicamente. Los primeros ecos, incluso en los ¨®rganos de prensa ligados a la pol¨ªtica conservadora, han sido m¨¢s bien favorables a la actitud del ex ministro. Y estos hechos est¨¢n poniendo de relieve, quiz¨¢ con m¨¢s claridad que en circunstancias anteriores, el evidente desgaste que est¨¢ sufriendo Margaret Thatcher entre sus partidarios. Los sondeos indican porcentajes muy semejantes de los conservadores y los laboristas, si bien con cierta ventaja para ¨¦stos. Neil Kinnock ha hablado -quiz¨¢ con excesivo optimismo-, durante su reciente visita a Madrid, acerca de sus perspectivas de triunfo en las pr¨®ximas elecciones. Margaret Thatcher lleva en el poder desde 1979, y es l¨®gico suponer que tendr¨¢ serias dificultades cuando tenga que presentarse ante los electores. Pero lo que indica la dimisi¨®n de Heseltine es otro problema m¨¢s. En el seno del Partido Conservador existen ya sectores que consideran una hipoteca para el partido que Margaret Thatcher siga ocupando su jefatura. Adem¨¢s de serios fracasos en algunos aspectos de su pol¨ªtica econ¨®mica, sobre todo por el aumento del paro, sus m¨¦todos personalistas incluso autoritarios, dan lugar a crecientes comentarios cr¨ªticos. Heseltine ha demostrado en toda su carrera que es un pol¨ªtico ambicioso. Su actual gesto de dimisi¨®n puede ser interpretado como un paso hacia su candidatura (que podr¨¢ presentar en un momento a¨²n sin precisar) para la jefatura del Partido Conservador. Pero no deja de ser significativo que, precisamente en las islas Brit¨¢nicas, esta crisis en el seno del Gobierno conservador haya estallado en torno a un tema tan directamente ligado a la unidad europea.
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