Las esperanzas de Juan Rulfo
La muerte de Juan Rulfo el 7 de enero renov¨® en M¨¦xico el fervor por una literatura, convoc¨® toda suerte de elogios (los partidos de izquierda hablaron del "vac¨ªo irreparable en las filas de la lucha popular") y se concret¨® en una petici¨®n un¨¢nime: el env¨ªo de los restos del autor de El llano en llamas y Pedro P¨¢ramo a nuestro m¨¢ximo cobijo funerario, la rotonda de los hombres ilustres. Para fortuna o sinsabor del prestigio institucional de Rulfo, entre la exigencia popular y el asentimiento del Gobierno se interpuso un decreto: las cenizas deber¨¢n estacionarse durante un a?o en la casa de campo familiar, tiempo que las autoridades dedicar¨¢n a examinar la calidad de la obra y la solidez de la admiraci¨®n. Tambi¨¦n hay purgatorios para la fama.A tres d¨¦cadas de la publicaci¨®n de sus dos libros, Rulfo es un cl¨¢sico comprobable, y, en breve, Pedro P¨¢ramo alcanzar¨¢ el mill¨®n de ejemplares en el Fondo de Cultura Econ¨®mica (cifra s¨®lo alcanzada antes por Los de abajo, de Mariano Azuela, y absolutamente notable para una industria editorial de tirajes baj¨ªsimos). Desde hace 20 a?os, a los estudiantes mexicanos de nivel secundario en adelante se les encomienda la lectura de Rulfo, seguramente el escritor m¨¢s le¨ªdo en nuestra historia literaria. Agr¨¦guense a esto tres versiones cinematogr¨¢ficas de Pedro P¨¢ramo y de diversos cuentos, adaptaciones teatrales y televisivas, ediciones de toda ¨ªndole, exposiciones pict¨®ricas inspiradas en Comala. La industria Juan Rulfo.
En descargo de una sociedad no muy inclinada a la lectura, desde la aparici¨®n de El llano en llamas no se escatim¨® el entusiasmo y Rulfo fue profeta en su tierra. Lo que ha variado es el modo interpretativo. Transcurrida la impresi¨®n comprometida ("es una viril denuncia de la situaci¨®n campesina") ocurri¨® el primer acuerdo mayoritario: la novela y los cuentos de Rulfo son signos de los tiempos nuevos; concluye la novela de la revoluci¨®n mexicana, se extingue la novela rural. Ya lo urbano cra lo imprescindible, y precisamente por su excelencia, Rulfo atestiguaba la disoluci¨®n de la parte m¨¢s fiel y rec¨®ndita del M¨¦xico tradicional. ?Qui¨¦n superar¨ªa esta profec¨ªa con efectos retroactivos, el relato de la agon¨ªa secular de pueblos y seres, del fin de los tiempos que cristalizaba en el polvo de las persecuciones? ?Qui¨¦n reconstruir¨ªa mejor este infierno al pie de la letra, sin necesidad de met¨¢foras, en donde lo mejor ser¨ªa pensar cosas agradables "porque vamos a estar mucho tiempo enterrados"?
A Rulfo, en la ¨¦poca de la aparici¨®n de El llano en llamas y Pedro P¨¢ramo, se le catalog¨® culturalmente entre los novelistas de provincia. Con esto se subrayaba lo feroz, lo arcaico, lo melanc¨®licamente p¨®stumo de esas regiones ya perdidas para el progreso. Ya no result¨® practicable el risue?o optimismo del siglo XIX sobre la vida alejada de la civilizaci¨®n, ni tuvo tampoco mucho
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sentido el determinismo pol¨ªtico y social de la narrativa de la revoluci¨®n mexicana, que describe la crueldad como excedente de la pobreza y ve en la tragedia la garant¨ªa de la identidad nacional.
Seg¨²n Rulfo, otras, m¨¢s comprensibles, eran las motivaciones de quienes -en soledades desechas y rehechas por el sol- hacen de la venganza su educaci¨®n solidaria y del crimen la, continuaci¨®n del trato por otros medios. Los personajes rulfianos contin¨²an, extrem¨¢ndolos, a los descritos por los novelistas de la Revoluci¨®n, y las v¨ªctimas y los victimarios de Comala quiz¨¢ fueron los soldados que ve¨ªan el mundo a trav¨¦s del principio de su autoridad y, eran fieles a su caudillo hasta el punto de la m¨ªstica; los vecinos que gritaban vival a Zapata o a Pascual Orozco para poseer y olvidar ideolog¨ªas; las beatas que pasaban armas con disimulo mientras rezaban a Cristo Rey...
Las ruinas del llano y de Comala son a la vez literarias, hist¨®ricas y culturales. Si Susana San Juan es el amor inalcanzable (la locura es la puerta de escape al recuerdo er¨®tico y a la voluntad de los caciques), y si la gran poes¨ªa narrativa es irreductible a las conclusiones, la violencia de esos pueblos y esas sierras, al ser desdichadamente real, evita una lectura (una s¨ªntesis imaginativa) solamente art¨ªstica. La obra de Rulfo consigna el desmoronamiento de una concepci¨®n de la provincia y sus hombres ancestralmente buenos y candorosos. Desmitificar es, en cualquier nivel, volver inteligible la pesadilla de la historia; es diseminar historias donde la crueldad: es ambici¨®n compartida; es liberar a la literatura de compromisos supuestamente morales (ser positiva) y de verdades ortodoxas.
En funci¨®n de la historia cultural (no de consideraciones literarias) vale decir que en El llano en llamas, en Pedro P¨¢ramo y, de alg¨²n modo, en El gallo de oro culminan y se extinguen modos de aprehender el universo rural. Pero la obra de Rulfo resiste y trasciende encierros terminol¨®gicos y man¨ªas clasificatorias. Ese ejercicio de eliminaci¨®n que fue para Rulfo Pedro P¨¢ramo desecha tambi¨¦n las pretensiones de fijarlo de una vez y para siempre, de convertirlo en caso juzgado. Luego de diversos intentos, ya se prescinde de los casilleros. No hay maneras inmutables de leer a Rulfo. ?Qui¨¦n agota su vivificaci¨®n idiom¨¢tica, su inventiva, su don de s¨ªntesis, el genio que concilia diversas tradiciones narrativas (de Faulkner a Ramuz, a los rusos, a Knut Hanisun, a Mariano Azuela, a Joyee, a la cultura oral de Jalisco)?
Esta sensaci¨®n de enfrentarse como por vez primera a un. texto casi memorizado impide la asimilaci¨®n. La extrema singularidad resguarda de lecturas un¨ªvocas. Y adem¨¢s, al ser tan admirable su aportaci¨®n t¨¦cnica, pierde sentido escribir como si Rulfo no lo hubiera hecho, y esto desampara a los relatos lineales, a las recreaciones ingenuas, a los arranques chovinistas, al nacionalismo cultural.
La modernidad literaria le permite a un autor fortalecer una tradici¨®n. Tem¨¢tica y psicol¨®gica. El horizonte m¨¢s prestigioso de nuestra narrativa, la revoluci¨®n mexicana (el brillo de la matanza y de la representaci¨®n an¨®nima de las masas), desaparece o se modifica radicalmente ante las pasiones Y ambiciones de un pueblo muerto, fuera del tiempo y del espacio, donde quedan abolidos el paisaje, la historia, los rasgos faciales de los personajes, y s¨®lo permanecen la tierra, la can¨ªcula, la esperanza contra la pena y las almas que la sobrellevan.
"Aqu¨ª los muertos pesan m¨¢s que los vivos. Lo aplastan a uno" (Juan Rulfo).
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