La revoluci¨®n conservadora, sue?o cumplido de Reagan
Ronald Reagan inicia el pr¨®ximo martes su sexto a?o en la Casa Blanca, y la revoluci¨®n conservadora esperada por sus partidarios m¨¢s derechistas no se ha producido. El presidente, que dentro de 15 d¨ªas cumple 75 a?os, una edad nunca alcanzada en el poder por ninguno de sus antecesores, acaba de demostrar su esencial pragmatismo al desechar una acci¨®n militar contra Libia y evitar una "respuesta viril", como le aconsejaban algunos de sus asesores y que hubiera sido aplaudida por la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica, inmersa en la ola de patriotismo que ¨¦l mismo ha provocado en EE UU.
El presidente m¨¢s ideol¨®gico de las ¨²ltimas d¨¦cadas, que afirm¨® que la Uni¨®n Sovi¨¦tica era un "imperio diab¨®lico", ha atenuado su ret¨®rica anticomunista y busca un acuerdo con Mosc¨², con cuyo l¨ªder se ha comprometido en un proceso de cumbres peri¨®dicas, lo que para los ultras es una traici¨®n. La falta de respuesta a la detenci¨®n por Ir¨¢n, en aguas internacionales, de un mercante norteamericano, que en cualquier otra Administraci¨®n republicana o dem¨®crata hubiera obtenido una contestaci¨®n, es otro ejemplo de lo anterior. "No me voy a tirar por el precipicio con la bandera norteamericana desplegada", advirti¨® recientemente Ronald Reagan a los conservadores explicando que intentar conseguir de golpe toda su agenda pol¨ªtica, que incluye la prohibici¨®n del aborto, el rezo obligatorio en las escuelas y el desmantelamiento de la legislaci¨®n de los derechos civiles, es la mejor forma de no lograr nada.
La v¨ªa del pragmatismo
El ministro de Justicia, Edwin Meese, un cruzado de la ultraderecha, est¨¢ librando una batalla para acabar con el sistema de cuotas que obligan al Gobierno al empleo de minor¨ªas en la Administraci¨®n y empresas p¨²blicas. Reagan, que, en la noche del 6 de noviembre de 1984, cuando aplast¨® en las urnas a Walter Mondale, afirm¨® "a¨²n no hab¨¦is visto nada", ha elegido la v¨ªa del pragmatismo y del compromiso, decepcionando a la nueva derecha, a la mayor¨ªa moral y a los neoconservadores.El camino del pragmatismo puede llevar al presidente este mismo a?o, o en 1987, a subir los impuestos, a pesar de su promesa de no hacerlo, y a recortar el presupuesto de defensa a niveles inferiores a los de Jimmy Carter, despu¨¦s de rearmar masivamente a Estados Unidos en sus primeros cinco a?os de mandato. Con un ¨ªndice de popularidad de un 63%, jam¨¢s disfrutado por presidente alguno en su segundo mandato, Reagan se puede permitir cualquier cosa con la casi absoluta seguridad de que los norteamericanos no le har¨¢n responsable. La opini¨®n p¨²blica no se fija en detalles cuando los ciudadanos est¨¢n disfrutando de algo tan real como el comienzo del cuarto a?o de prosperidad econ¨®mica ininterrumpida. Nadie ha criticado que en la ¨²ltima conferencia de prensa el presidente peor informado de la historia de la Rep¨²blica cometiera, en los dos primeros minutos, tres errores f¨¢cticos de bulto que no se le hubieran consentido a Nixon o a Carter.
Despu¨¦s de presidir el mayor rearme de la historia de este pa¨ªs, el presidente se dispone, obligado por un d¨¦ficit presupuestario que supera los 200.000 millones de d¨®lares, a aceptar una notable reducci¨®n del aumento del presupuesto militar. De hecho, el presupuesto del Pent¨¢gono para 1986, debido a las reducciones que deber¨¢ sufrir en las pr¨®ximas semanas para cumplir los techos del d¨¦ficit impuestos por la legislaci¨®n Gramm-Rudman, es inferior en t¨¦rminos reales al de 1985. Para el a?o fiscal 1987, que comenzar¨¢ el pr¨®ximo octubre, Reagan lucha por lograr un modesto aumento del 3%, seg¨²n sus proyectos primitivos, para la maquinaria militar norteamericana despu¨¦s de ajustar la inflaci¨®n.
Los sectores m¨¢s conservadores, que no han logrado la influencia que esperaban en la Administraci¨®n, no tienen un candidato claro para las presidenciales de 1988 y temen que el reaganismo sea s¨®lo un episodio en la historia pol¨ªtica, de EE UU y no el reajuste definitivo con que so?aban. El presidente, que f¨ªsicamente aparece como si no hubiera sufrido un c¨¢ncer hace s¨®lo seis meses, y pol¨ªticamente sigue rompiendo los esquemas a sus cr¨ªticos, no est¨¢ dispuesto a perder su puesto en la historia como un hombre de paz y moderado, objetivo que empuja decididamente su principal asesora pol¨ªtica, su esposa Nancy, a cambio de conseguir el aplauso de un electorado que se considera minoritario, aunque fuera importante en la movilizaci¨®n que produjeron sus dos victorias.
Esta frustraci¨®n explica que se comience a hablar de que los fundamentalistas, la derecha m¨¢s activa que trabaja al amparo de las iglesias evang¨¦licas, intentar¨¢n presentar en 1988 la candidatura a la Casa Blanca del pastor Pat Robertson. Es tan buen comunicador como Reagan y domina la televisi¨®n, desde la que se dirige todas las semanas a decenas de millones de norteamericanos a trav¨¦s de su emisora Christian Broadcast Channel.
La irritaci¨®n provocada en los sectores m¨¢s ultramontanos por el centrismo y las consideraciones pragm¨¢ticas que presiden la pol¨ªtica de Reagan ha forzado a Jerry Falwell, el l¨ªder de la llamada mayor¨ªa moral, que seg¨²n sus cr¨ªticos no es ninguna de las dos cosas, a quitarse la careta. Este grupo de presi¨®n religiosa, que estaba haciendo pol¨ªtica tras el escudo de la religi¨®n y la moral tradicional y que logr¨®, en 1984, con una campa?a nacional, registrar a dos millones de nuevos votantes, ha anunciado que abandona su nombre y adopta el de Liberty Federation. De cara a 1988, Falwell tratar¨¢ con su fundaci¨®n de influir abiertamente en la designaci¨®n y elecci¨®n del sustituto de Reagan. El vicepresidente, George Bush, hasta ahora el m¨¢s probable candidato en el seno del Partido Republicano, est¨¢ cortejando a los sectores ultraconservadores para despejar dudas sobre su supuesto excesivo liberalismo. Patrick Buchanan, el director de comunicaciones de la Casa Blanca, un ide¨®logo derechista que no ha conseguido imponer sus criterios en la mansi¨®n presidencial, s¨®lo habla de que estamos viviendo "la edad de plata del conservadurismo" y se conforma con lograr que el candidato presidencial a la presidencia "no pueda elegirse sin contar con nosotros".
Ola de patriotismo
Reagan triunf¨® en 1984 sin un programa concreto, sin promesas o agenda que cumplir, lo que no le ata las manos en su segundo mandato. El inmenso apoyo electoral se produjo fundamentalmente porque pudo presentarse como el pol¨ªtico que logr¨® devolver el optimismo y el orgullo a Estados Unidos, capitalizando el eslogan populista de "America is back" (Am¨¦rica ha vuelto). Esta ola de patriotismo es lo que los conservadores quisieran plasmar en legislaci¨®n favorable a sus intereses. Su ¨¦xito reside sobre todo en la aplicaci¨®n sin complejos de una pol¨ªtica flexible, que no se siente prisionera de los sectores m¨¢s conservadores que tantas esperanzas pusieron en su elecci¨®n a la presidencia.La ultraderecha, cuyos reductos est¨¢n en la mayor¨ªa moral, el Conservative Caucus o la Fundaci¨®n Heritage, afirma que Reagan est¨¢ demasiado ocupado con el control de armas y los temas econ¨®micos para luchar por la agenda conservadora. Para estos sectores, la gran esperanza es la influencia que pueda ejercer sobre el presidente el ministro de Justicia, Edwin Meesse, un ¨ªntimo amigo de Reagan que fue hombre clave en la Casa Blanca en el primer mandato y que en los a?os sesenta, como fiscal del condado de Berkeley, proces¨® a m¨¢s de 800 estudiantes rebeldes de la Universidad californiana. Para muchos, Meesse es el "¨²ltimo reaganista" que enarbola la bandera del programa conservador del presidente.
"Mis ideas son paralelas a las de Reagan y ¨¦l tiene el mandato de la inmensa mayor¨ªa del pueblo", responde Meesse a sus cr¨ªticos. El ministro de Justicia est¨¢ dando una batalla contra los jueces activistas, trata de reducir los derechos de los detenidos y critica al Tribunal Supremo, que, en su opini¨®n, se ha convertido en un poder pol¨ªtico y legislativo en su labor de interpretaci¨®n de las leyes. Uno de los objetivos prioritarios de los conservadores es influir en el sistema judicial forzando el nombramiento de jueces ideol¨®gicamente afines.
Su gran sue?o ser¨ªa que Reagan alterara antes del fin de su presidencia la composici¨®n del Supremo, a lo que legalmente tiene derecho, para conseguir, por ejemplo, una sentencia que rectifique la legalizaci¨®n del aborto, algo para lo cual los derechistas carecen de los suficientes votos en el alto tribunal.
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